Julia Evelyn Martínez (*)
A raíz de la cátedra sobre el neoliberalismo que el Doctor Oscar Fernández ha impartido desde sus últimas columnas de Contrapunto y frente a la resistencia de neoliberales criollos a salir a la luz pública y/o encubrirse bajo el disfraz de liberales, me tomo el permiso de contribuir con algunas reflexiones sobre las razones que podrían explicar la negativa de los neoliberales a que se les designe con este patronímico.
En primer lugar, creo que esta resistencia proviene del significado despectivo que históricamente se la ha dado al prefijo “neo”. El primero en usar el término “neo” en la historia del pensamiento económico fue el economista estadounidense Thorstein Veblen (1857- 1929) que lo uso para referirse como neoclásicos a los economistas europeos como Alfred Marshall y Leon Walras que habían despojado a la economía política clásica (Adam Smith y David Ricardo) de su contenido científico, en particular por su abandono de la teoría del valor trabajo. A partir de ese momento, en economía el prefijo neo antes de cualquier teoría económica se interpreta como una teoría a la que la falta el contenido fundamental: neokeynesianos, neoinstitucionalistas, neomarxistas, neoliberales…
En segundo lugar, me parece que el origen histórico del neoliberalismo como paradigma para el diseño de políticas públicas avergüenza a más de algún neoliberal con sentido de la decencia, lo que sin duda les lleva a preferir el anonimato antes de ser asociados con el nacimiento y bautizo de semejante engendro. La historia del neoliberalismo como marco orientador de reformas económicas de libre mercado, está ineludiblemente asociada al golpe militar en Chile que derrocó el 11 de septiembre de 1973 a al gobierno democrático de Salvador Allende. En particular, está relacionado con la entrega simbólica de una propuesta de plan de gobierno que un grupo de economistas chilenos discípulos de Milton Friedman y Harold Harberger (conocidos como los Chicago Boys) hicieron a la Junta Militar el día después del golpe de Estado.
Rolf Lüders, uno de aquellos Chicago Boys, describe este documento (conocido como “El Ladrillo”) de la siguiente manera: “El trabajo se preparó para que le sirviera de base a cualquier gobierno reemplazara a la Unidad Popular, dominada por grupos socialistas y comunistas partidarios de la centralización económica”.(Lüders, 2012). Ahora bien, ¿Sabían o no sabían los autores de esta propuesta la forma en que el Gobierno de Pinochet iba a impulsar estas reformas econ{ómicas y sociales? Esto es algo que puede estar en cuestionamiento, al igual que lo está aún el rol de muchos artistas e intelectuales que colaboraron con Adolfo Hitler durante el nazismo en Alemania. Lo que no está en duda es que esta propuesta fue usada por el gobierno militar chileno para diseñar su programa económico y que muchos Chicaga Boys pasaron a engrosar las filas del gabinete económico de Pinochet, que llevó adelante el llamado “milagro chileno”. Este supuesto milagro se construyó mediante un una política económica de shock, que pudo ser aplicada sin resistencia debido al miedo, a la tortura y la represión institucionalizada por la dictadura militar con el beneplácito de los Estados Unidos y el silencio de estos economistas.
En tercer lugar, en mi opinión la obsesiva búsqueda del anonimato por parte de neoliberales también se explica a partir del proceso de re-estructuración que este está sufriendo desde el estallido de la crisis capitalista de 2007. Esta crisis no solo puso al descubierto los excesos cometidos por las corporaciones y empresas capitalistas al amparo de la desregulación y la liberalización económica y del debilitamiento de los Estados nacionales que promovió el Consenso de Washington impulsado por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco interamericano de Desarrollo (BID) , la Reserva Federal (FED) y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), sino que además, esta crisis transformó el término “neoliberal” en una especie de mantra satánico, que sus adeptos no se atreven a invocar a riesgo de ser objeto de escarnio público.
Es por ello que el pensamiento neoliberal se encuentra en una especie de reacomodo táctico para actualizarse a los tiempos posteriores a 2007. Esta re-estructuración incluye “retoques” en el discurso neoliberal, para sustituir los términos flexibilización laboral, ajuste fiscal, disminución del tamaño del Estado y privatización, por términos como “capitalismo incluyente”, “asocios público-privados”, “responsabilidad social empresarial”, “sistemas de gestión por competencias”, y por la recuperación del término liberalismo frente al desuso del término neoliberalismo.
En todo caso, seguimos frente al predominio del pensamiento y las políticas neoliberales, aun cuando sus promotores se nieguen ser designados por tal término. Parafraseando un conocido refrán: Sí parecen neoliberales, hablan como neoliberales, actúan como neoliberales pero reniegan de serlo, entonces, lo más probable es que estemos ante un caso masivo de neoliberalismo anonymous.
(*) Columnista de ContraPunto
A raíz de la cátedra sobre el neoliberalismo que el Doctor Oscar Fernández ha impartido desde sus últimas columnas de Contrapunto y frente a la resistencia de neoliberales criollos a salir a la luz pública y/o encubrirse bajo el disfraz de liberales, me tomo el permiso de contribuir con algunas reflexiones sobre las razones que podrían explicar la negativa de los neoliberales a que se les designe con este patronímico.
En primer lugar, creo que esta resistencia proviene del significado despectivo que históricamente se la ha dado al prefijo “neo”. El primero en usar el término “neo” en la historia del pensamiento económico fue el economista estadounidense Thorstein Veblen (1857- 1929) que lo uso para referirse como neoclásicos a los economistas europeos como Alfred Marshall y Leon Walras que habían despojado a la economía política clásica (Adam Smith y David Ricardo) de su contenido científico, en particular por su abandono de la teoría del valor trabajo. A partir de ese momento, en economía el prefijo neo antes de cualquier teoría económica se interpreta como una teoría a la que la falta el contenido fundamental: neokeynesianos, neoinstitucionalistas, neomarxistas, neoliberales…
En segundo lugar, me parece que el origen histórico del neoliberalismo como paradigma para el diseño de políticas públicas avergüenza a más de algún neoliberal con sentido de la decencia, lo que sin duda les lleva a preferir el anonimato antes de ser asociados con el nacimiento y bautizo de semejante engendro. La historia del neoliberalismo como marco orientador de reformas económicas de libre mercado, está ineludiblemente asociada al golpe militar en Chile que derrocó el 11 de septiembre de 1973 a al gobierno democrático de Salvador Allende. En particular, está relacionado con la entrega simbólica de una propuesta de plan de gobierno que un grupo de economistas chilenos discípulos de Milton Friedman y Harold Harberger (conocidos como los Chicago Boys) hicieron a la Junta Militar el día después del golpe de Estado.
Rolf Lüders, uno de aquellos Chicago Boys, describe este documento (conocido como “El Ladrillo”) de la siguiente manera: “El trabajo se preparó para que le sirviera de base a cualquier gobierno reemplazara a la Unidad Popular, dominada por grupos socialistas y comunistas partidarios de la centralización económica”.(Lüders, 2012). Ahora bien, ¿Sabían o no sabían los autores de esta propuesta la forma en que el Gobierno de Pinochet iba a impulsar estas reformas econ{ómicas y sociales? Esto es algo que puede estar en cuestionamiento, al igual que lo está aún el rol de muchos artistas e intelectuales que colaboraron con Adolfo Hitler durante el nazismo en Alemania. Lo que no está en duda es que esta propuesta fue usada por el gobierno militar chileno para diseñar su programa económico y que muchos Chicaga Boys pasaron a engrosar las filas del gabinete económico de Pinochet, que llevó adelante el llamado “milagro chileno”. Este supuesto milagro se construyó mediante un una política económica de shock, que pudo ser aplicada sin resistencia debido al miedo, a la tortura y la represión institucionalizada por la dictadura militar con el beneplácito de los Estados Unidos y el silencio de estos economistas.
En tercer lugar, en mi opinión la obsesiva búsqueda del anonimato por parte de neoliberales también se explica a partir del proceso de re-estructuración que este está sufriendo desde el estallido de la crisis capitalista de 2007. Esta crisis no solo puso al descubierto los excesos cometidos por las corporaciones y empresas capitalistas al amparo de la desregulación y la liberalización económica y del debilitamiento de los Estados nacionales que promovió el Consenso de Washington impulsado por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco interamericano de Desarrollo (BID) , la Reserva Federal (FED) y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), sino que además, esta crisis transformó el término “neoliberal” en una especie de mantra satánico, que sus adeptos no se atreven a invocar a riesgo de ser objeto de escarnio público.
Es por ello que el pensamiento neoliberal se encuentra en una especie de reacomodo táctico para actualizarse a los tiempos posteriores a 2007. Esta re-estructuración incluye “retoques” en el discurso neoliberal, para sustituir los términos flexibilización laboral, ajuste fiscal, disminución del tamaño del Estado y privatización, por términos como “capitalismo incluyente”, “asocios público-privados”, “responsabilidad social empresarial”, “sistemas de gestión por competencias”, y por la recuperación del término liberalismo frente al desuso del término neoliberalismo.
En todo caso, seguimos frente al predominio del pensamiento y las políticas neoliberales, aun cuando sus promotores se nieguen ser designados por tal término. Parafraseando un conocido refrán: Sí parecen neoliberales, hablan como neoliberales, actúan como neoliberales pero reniegan de serlo, entonces, lo más probable es que estemos ante un caso masivo de neoliberalismo anonymous.
(*) Columnista de ContraPunto
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