Jueves 21 de noviembre 2013
La resistencia hondureña contra el golpe de Estado ha hecho la proeza de colocarse a las puertas de la presidencia en las elecciones del próximo 24 de noviembre en la persona de Xiomara Castro, esposa del depuesto presidente Manuel Zelaya, postulada por el Partido Libre (Libertad y Refundación), instrumento político del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP).
Es admirable que esa fuerza de masas amenace seriamente con ganar la elección presidencial en un tradicional protectorado yanqui, sede de la base aérea de Palmerola, estratégica posición del intervencionismo estadunidense contra los movimientos populares hondureño, centroamericanos y de Nuestra América en general. Si por lo menos Washington desmantelara sus bases en la región podría considerarse con cierto interés la bufonesca proclamación del fin de la doctrina Monroe por el secretario Kerry.
La proeza del FNRP es más meritoria luego de que el Pentágono, usando al cipayo ejército hondureño, derrocara al presidente Zelaya el 28 de junio de 2009. Desde entonces Washington intenta ahogar a la resistencia apoyándose en dos pilares: la troglodita oligarquía local, que ha desatado una descarada represión contra las fuerzas populares y su brazo comunicacional SIP-CNN–televisoras tipo Televisa–periódicos madrileños. Estos medios también se ocuparon de dar una visión edulcorada del golpe al que nunca llamaros por su nombre. En ese contexto más de 30 periodistas han sido asesinados desde entonces a la fecha.
Zelaya llevaba a cabo moderados programas de distribución más justa de la riqueza, se proponía entregar la verdadera soberanía al pueblo mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente e implementaba una política exterior independiente, aspectos que forman parte fundamental de la plataforma electoral de Libre.
Ingredientes muy relevantes de aquella política que dispararon las alarmas en el Departamento de Estado fueron el ingreso de Honduras a la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) y la participación personal de Zelaya en lograr el fin de la exclusión de Cuba en la Asamblea General de la OEA celebrada en Tegucigalpa, justo 25 días antes del golpe de Estado.
Pero Castro no es la candidata debido a su vínculo matrimonial con el también líder del FNRP, sino porque se lo ganó en las duras y riesgosas batallas de calle llevadas a cabo por el Frente durante años de resistencia, primero contra los golpistas y luego contra el gobierno neoliberal y profundamente entreguista de Porfirio Lobo, quien ha regido el país en una suerte de concubinato con Juan Orlando Hernández, candidato por el Partido Nacional, una de las dos formaciones tradicionales de la oligarquía, y segundo en intención de voto detrás de la candidata de Libre por muy estrecho margen, o empatado técnicamente con ella, según la encuesta que se consulte.
Hernández, desde su cargo de presidente del Congreso, preparó por anticipado los resortes de poder para conseguir su victoria electoral utilizando las artes más ignominiosas. Entre ellas la reciente creación de una policía militar con el pretexto de combatir la imparable inseguridad, concebida según fuentes solventes para impedir por la fuerza la muy probable vitoria de la candidata popular.
Libre ha recibido el aval del grueso de las organizaciones populares participantes en la resistencia, pues recoge en su programa sus demandas más sentidas. Entre ellas, la Vía Campesina de Honduras, y otras activas participantes en la Articulación Continental de Movimientos Sociales hacia el ALBA. A nivel internacional la candidatura de Xiomara es apoyada por la inmensa mayoría de las fuerzas democráticas y populares. Lula da Silva dio un cálido respaldo mediante un video donde la señala como la única opción para que en Honduras haya democracia.
Aunque Hernández es muy cercano a la embajadora de Estados Unidos y tiene el apoyo de todos los sectores conservadores de ese país, el tremendo arrastre popular de Libre está provocando reposicionamientos interesantes.
Esto incluye a sectores empresariales que han visto afectados sus negocios por el meteórico aumento de la pobreza. "¿De qué nos sirve a nosotros una población muerta de hambre?", afirma el influyente líder industrial Adolfo Facussé, y propone avanzar en un modelo similar al de Brasil o Ecuador, "un gobierno de izquierdas que llegue a un acuerdo con la empresa privada, estamos con Xiomara siempre que no instigue la confrontación".
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