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viernes, 22 de julio de 2011

Feminismo y exclusión

ROXANA ÁVILA
El feminismo es la doctrina social que concede a la mujer igual capacidad y los mismos derechos que a los hombres. La teoría feminista explica, desde la posición de la mujer, la defensa de sus derechos y sostiene una actitud beligerante para ser incluidas en los papeles tradicionalmente reservados para ellos. Su modelo teórico es la concreción de los paradigmas de la igualdad y equidad entre géneros y la eliminación de las prácticas machistas en la estructura patriarcal de la sociedad. En varios países, el feminismo no está asociado a un evento histórico en particular;

es un movimiento de conciencia sobre las desigualdades de género y la búsqueda de los espacios políticos y sociales para las mujeres. Como práctica, se inicia desde finales del siglo XVIII, en Europa, cuando las mujeres toman conciencia de la dominación y explotación de que han sido objeto.

En Guatemala surgió como movimiento en los años 1960, a raíz de la guerra civil interna, cuando diversos grupos de mujeres dejaron el hogar y se lanzaron a la protesta y lucha por las reivindicaciones sociales. El movimiento feminista en el país se inició sobre la base del movimiento socialista, donde grupos de mujeres intelectuales salen en defensa de los derechos ciudadanos. En la actualidad, parte de ese movimiento se ha radicalizado hacia una tendencia ideológica dogmatizada de izquierda que excluye a otros segmentos femeninos que ahora se atreven a pronunciarse. Las feministas de izquierda tienen una actitud radical, rabiosa e intolerante; de tal manera que cometen actos en contra de las mismas mujeres cuyos derechos dicen defender. Una ironía de sus limitaciones ideológicas.

Por ejemplo, algunas mujeres que trabajan en instituciones de orientación al sector femenino —tanto académico, como social— se han dado a la tarea de obstaculizar la labor y el crecimiento profesional de sus colegas, por el simple hecho de estar ganando espacios que ellas pretenden seguir ocupando. Hay casos de bloqueos, despidos y rumores malintencionados, con el objetivo de perjudicar a quienes sobresalen. Desde mi posición como mujer, que este ataque provenga de las mismas mujeres es inaudito y condenable.

En otros casos, las feministas de izquierda organizadas en “colectivas” se han dedicado a criticar públicamente a las mujeres que, en el actual proceso electoral, han decidido participar con partidos que les han abierto un espacio para optar a cargos de elección popular. A las mujeres garífunas, indígenas y feministas que participan con un partido que se define como republicano de derecha las feministas rojas las llaman “traidoras”. El movimiento feminista no es exclusivo para gente de izquierda ideológica, quien piense así demuestra corta visión y pensamiento excluyente que no define un movimiento de y para las mujeres de cualquier condición.

He tenido la oportunidad y la obligación de jugar papeles tradicionalmente reservados a los hombres dentro de los grupos sociales de derecha, y por eso sé que es más difícil en estos ámbitos alcanzar las metas feministas. Solo unidas, las mujeres de todas las corrientes podemos lograr los espacios necesarios para hacer valer nuestros derechos. No podemos caer en la trampa de “divide y vencerás”, porque seremos anuladas, otra vez, por la estructura patriarcal. Asumamos el compromiso como integrantes de la sociedad y entreguemos nuestro trabajo a las futuras generaciones de guatemaltecos, hombres y mujeres.

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