Fue Raúl Roa, el histórico e
inolvidable canciller de la dignidad de Cuba, quien bautizó a la OEA
como ministerio de colonias de Estados Unidos. Traigo este recuerdo a
propósito de la Asamblea General del
ministerio, celebrada en Cancún entre el 19 y el 21 de este mes con objetivos injerencistas y golpistas contra la República Bolivariana de Venezuela. Si Roa fue reconocido por el pueblo de Cuba como canciller de la dignidad, se debió, entre otras muchas brillantes misiones diplomáticas, a las que desempeñó contra la conjura de Washington en la OEA para aislar a la revolución cubana. Cuba fue expulsada del ya entonces putrefacto organismo el 31 de enero de 1962, cuando el entonces canciller cubano proclamó que se iba
acompañado de los pueblos de América Latina.
En 2009, 47 años después, en nuestra región se creó una nueva
correlación de fuerzas, con gobiernos independientes y progresistas que
llevaron a la derogación de la injusta y arbitraria resolución
anticubana. Fue precisamente el gobierno del presidente Manuel Zelaya el
impulsor de la resolución, anfitrión de la cita y derrocado unos meses
después por un golpe de Estado de clara inspiración yanqui. Pero Cuba ha
dicho categóricamente que nunca regresará a la OEA y que apuesta por la
Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) como el
organismo idóneo de unidad e integración latino-caribeña de nuestra
región.
La OEA, como se ha demostrado en Cancún, no tiene otra cosa que
ofrecer a los estados de América Latina y el Caribe que más sumisión a
los designios de Washington, divisiones y rencillas entre países,
perpetuar un modelo económico esencialmente explotador y depredador que
fabrica pobres al por mayor –como el neoliberal– y perversos proyectos
como acabar con la CELAC y su Proclama de América Latina como Zona de
Paz, una de las conquistas civilizatorias más importantes de la región.
El gobierno de México, al albergar en su territorio una reunión no
sólo abierta y descaradamente injerencista contra Venezuela, sino
favorecedora de la violencia y la guerra civil en ese país, se aleja
como nunca antes de su tradicional política exterior que tanto prestigio
le granjeara a lo largo de décadas. Por otra parte, creó el marco
idóneo para que Venezuela defendiera sin contrincante posible sus
razones, puntos de vista e intereses. De modo que al final de la jornada
lo que ha permanecido en la retina es la brillantez y verbo flamígero
con que la canciller venezolana Delcy Rodríguez argumentó las verdades
de Venezuela, al extremo que me atrevería a calificar la cita de Cancún
como el escenario más propicio para que sobresalieran de modo
extraordinario las virtudes del proyecto social y político venezolano,
al que se pretendía exponer.
Sin lugar a dudas, si el primer nocaut a la OEA en México se
lo dio el rector de la Universidad Iberoamericana David Fernández, quien
la mandó fulminantemente a la lona, para no levantarse más, fue Delcy
Rodríguez.
No debe extrañar por ello, que en una asamblea de organizaciones
populares mexicanas celebrada el 17 de junio, al evocarse a Raúl Roa,
como el canciller que, en el siglo XX, recibió del pueblo cubano el
título de canciller de la dignidad, se acordara por todos los
asistentes, que en el siglo XXI, Delcy Rodríguez ostente la condición de
canciller de la dignidad de los pueblos de la Patria Grande.
Pensando en algo tan caduco como la OEA, lo impresentable de su
secretario general Luis Almagro, la vinculación de su reunión mexicana
con actividades ferozmente anticubanas, como una en que el ex presidente
Felipe Calderón terminó gritoneado reiteradamente de ¡asesino! por
activistas locales, la presencia allí de otros ex presidentes de derecha
anticubanos, no puedo dejar de asociar su show en Cancún con
el que el jueves 16 protagonizara en Miami Donald Trump. Allí el
presidente de Estados Unidos decidió anunciar su nueva política hacia
Cuba rodeado de ladrones y asesinos de la dictadura de Fulgencio
Batista, de autores confesos de actividades terroristas en La Habana,
como quien coordinó la campaña de bombas contra hoteles a instalaciones
turísticas de la capital cubana en 1997. De operativos de la CIA de
origen cubano que cargan crímenes de sangre en varias latitudes y de
miembros de la quinta columna pagada por Estados Unidos en la isla.
También estaba Marcos Rubio, senador de origen cubano que podría echar
una manita en el asunto de la
conexión rusa.
Twitter: @guerraguerra
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