Conferencia Mundial de los Pueblos "Por un mundo sin muros hacia la ciudadanía universal"
El
20 y 21 de Junio se lleva a cabo la Conferencia Mundial de los Pueblos
“Por un mundo sin muros hacia la ciudadanía universal” en el municipio
de Tiquipaya, Bolivia.
El evento, convocado por el
Gobierno y los movimientos sociales del Estado Plurinacional de Bolivia,
cuenta con la presencia de unos 2500 delegados de organizaciones
sociales, defensores de derechos de los migrantes, académicos, juristas y
autoridades gubernamentales de distintos puntos del planeta.
Según
el texto de convocatoria, esta conferencia tiene el “propósito de
constituirse en un espacio inclusivo de reflexión, que busque desmontar
muros físicos, muros legales invisibles y muros mentales, como la
discriminación y el racismo, recuperando paradigmas y visiones propias
de los pueblos, promoviendo alternativas y propuestas que contribuyan a
superar fronteras, a construir puentes de integración y a trabajar un
plan de acción de los pueblos para alcanzar la “ciudadanía universal”.
Honrando
la invitación, la presente nota pretende ser un aporte a la discusión
sobre la cuestión y acerca del paradigma de futuro que este importante
cónclave reclama.
Migrantes, desplazados, refugiados,
Bien
vale aclarar algunos términos que suelen utilizarse indistintamente
generando confusión. Migrante es una persona que vive en un lugar
distinto a aquel en el que nació. Desplazado es quien se ve obligado a
dejar su lugar de asentamiento habitual. La migración o el
desplazamiento pueden ocurrir dentro de las fronteras del propio país o
más allá de ellas, convirtiéndose entonces el migrante o desplazado en
emigrante. Se considera refugiado, según la Convención de Viena de1951 a
aquellas personas con temor fundado a ser perseguidas por motivos de
raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u
opiniones políticas que han debido abandonar su país. A estas
definiciones que tipifican el reconocimiento de status de refugiado para
la ACNUR, se suman algunas otras Declaraciones regionales como la de la
Organización de la Unión Africana (OUA) de 1969 y la de Cartagena de
1984 que amplía el concepto “a las personas que han huido de sus países
porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la
violencia generalizada, la agresión extranjera, los conflictos internos,
la violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que
hayan perturbado gravemente el orden público.”[i]
O
sea, no todo migrante es un refugiado, pero todo refugiado sí es
migrante, mientras que un desplazado puede o no emigrar y si bien su
condición es en general precaria, no se considera un refugiado en
sentido formal.
En este contingente de personas que
abandonan sus lugares de residencia, ya sea de manera voluntaria o
forzada, están incluidos los migrantes internos entre las regiones de un
mismo país, generalmente migrando de la ruralidad hacia los distintos
conglomerados urbanos y, en éstos, hacia sus periferias.
Hechas
estas distinciones primarias, creemos necesario abordar como un todo la
complejidad de estos fenómenos diferenciados entre sí, pero que se
entremezclan tanto en sus raíces como en sus efectos.
Por
otra parte, la cuestión migratoria en su conjunto presenta dos facetas
distintas: una, en sentido positivo, se refiere a la posibilidad de
elegir en qué país uno quiere vivir, a diferencia de la imposición de
circunstancias que obligan a un conjunto humano a distanciarse de su
lugar de residencia habitual.
En este último caso,
confluyen guerras civiles e internacionales, agresiones armadas
extranjeras, hambrunas, desastres climáticos, situaciones de pobreza
extrema, la omnipresencia del crimen organizado, pero también
persecución política, racial, de género, de orientación sexual u otras
formas de vulneración de los derechos humanos. Asimismo una desocupación
extendida, la explotación socioeconómica y la depredación
medioambiental suelen asociarse indisolublemente a las motivaciones para
buscar desesperadamente ámbitos donde sea posible sobrevivir.
Pero
también es necesario mencionar causales migratorias que no se originan
en los lugares de origen sino en los de destino. Nos referimos a que los
países económicamente poderosos succionan intencionalmente inmigrantes
para bajar sus costos laborales, realizar labores que los trabajadores
locales se resisten a hacer por ser consideradas de inferior calidad,
flexibilizar de facto condiciones laborales, evitar cargas impositivas o
transgredir normas de seguridad a través de la contratación de
migrantes no autorizados. En el caso de la inmigración formalizada, lo
que motiva a los países supuestamente “benefactores” es la imperiosa
necesidad de rejuvenecer su composición demográfica, apuntando a que
jóvenes trabajadores extranjeros equilibren con sus aportes las arcas
que destinan los estados a la seguridad social.
Se hace
entonces evidente que, en todos los casos, la violencia en sus distintas
formas (física, económica, racial, religiosa, psicológica, etc.) juega
un papel central en la migración forzada tanto interna como externa y en
muchos casos, hasta en la movilidad aparentemente voluntaria. Dicha
violencia es la matriz objetiva y valórica del sistema imperante, que
reduce la vida a un circuito de enajenación y condena al ser humano a la
tragedia de vivir entre carencias inadmisibles y deseos sufrientes.
Un mundo de personas en movimiento
En
la actualidad, uno de cada siete habitantes del planeta es un migrante.
De los mil millones de migrantes, un 75% lo hace dentro de las
fronteras nacionales mientras que 244 millones son migrantes
internacionales, 71 millones más que a principios de milenio[ii].
Se calcula que aproximadamente cincuenta millones de los migrantes
internacionales lo hacen en situación irregular. Muchas de estas
personas enferman o mueren debido a las enormes dificultades que deben
atravesar en su periplo.
Por su parte, a finales de 2015
había 65,3 millones de personas desplazadas, un 10% más que el año
anterior. El informe de ACNUR indica que de éstos, 21,3 millones eran
refugiados, 40,8 millones desplazados internos y 3,2 millones
solicitantes de asilo.”[iii]
El número total de desplazados internos se ha casi duplicado desde el
año 2000 y aumentado fuertemente en los últimos cinco años. En 2016, se
registraron 31.1 millones de nuevos casos de desplazamiento interno,
equivalentes a una persona desplazada por segundo.
Todo
ello convoca a medidas inmediatas, pero sobre todo, tal como lo propone
la Conferencia en Bolivia, a una reflexión revolucionaria.
Migrar es un derecho humano
La
migración es un fenómeno histórico permanente, motivado por
circunstancias externas que dificultan la supervivencia de un grupo
humano o por la exploración de nuevos y mejores ámbitos de desarrollo
individual o colectivo. En la situación actual, el volumen, ritmo de
crecimiento del fenómeno migratorio y sus características de expansión
global, nos muestran un nuevo momento de la humanidad. Un momento de
interconexión total, inédito en la historia: la primera civilización
humana a escala planetaria. Un momento de enormes posibilidades pero
también de conflictos.
En la situación actual, a la
exponencial ampliación del transporte y a las posibilidades que
desprende el conocimiento de otras realidades mediante las
comunicaciones, se corresponde el desplazamiento veloz de cada vez más
grandes grupos humanos. Todo indica que estos flujos, lejos de
disminuir, van a continuar en aumento a futuro.
Ante este
movimiento masivo se levantan muros que repelen, reprimen y excluyen.
Vallas que cercenan el derecho a transitar libremente por esta Tierra
donde sólo el capital puede moverse a sus anchas. Límites que intentan
proteger el botín robado por las potencias coloniales a quienes, en
justísimo reclamo, quieren ahora compartir una porción de ese bienestar
arrebatado.
Las fronteras de los estados no son hechos
naturales ni decididos por sus poblaciones, sino elucubraciones
artificiales de poderes paradójicamente transfronterizos – imperialistas
en palabras sencillas – para delimitar la administración y explotación
de áreas de influencia. Por ello es que esas fronteras suelen dividir en
países distintos a personas pertenecientes a un mismo pueblo y cultura.
Pero
las barreras a demoler no son tan sólo corpóreas, sino que se
encuentran finalmente en la interioridad humana. Prueba de ello es que,
aun atravesando las fronteras entre países, ingresando a las tierras
prometidas o prohibidas, persiste la discriminación, la explotación, la
segregación de las comunidades inmigrantes, siendo éstas percibidas por
un importante núcleo poblacional nativo con extrañeza y en muchos casos,
con rechazo. La gran pregunta es qué hacer frente a estos impedimentos
localizados en regiones no tan sencillas de acceder.
Todos somos migrantes, todos somos mestizos
La
cultura en la que se crece conforma el molde inicial del pensar, sentir
y actuar de cada persona. Sin embargo, la cultura no es un hecho
inamovible sino dinámico, que se nutre del aporte de sucesivas
generaciones en su construcción. Por otra parte, al revisar distintos
aspectos de cada cultura se observa sin mayor dificultad de qué manera
éstas han incorporado elementos de otras culturas con las que entraron
en contacto. Aún en la imposición, en el avasallamiento colonial, la
cultura invasora se impregna de distintos aspectos de la sometida,
produciéndose una síntesis distinta y nunca unilateral.
Es
posible – e imprescindible en los tiempos novedosos que corren – pensar
en una existencia intercultural, no tan sólo como convivencia estanca
entre naciones diferentes, sino como un enriquecimiento mutuo de saberes
y experiencias adquiridas. Este dar y recibir requiere por parte de las
poblaciones comprensión sobre las ventajas de abrirse al cambio,
disposición a experimentar y paciente aprendizaje, lo cual será
facilitado si los liderazgos exhiben coherencia y una cercana docencia.
Docencia
que debe además señalar sin dobleces la responsabilidad del gran
capital especulativo en la crisis económica que genera ajuste,
desocupación y miseria. El esclarecimiento es fundamental, ya que de
otro modo, el poder económico de las corporaciones – tal como ha
sucedido en otros momentos de la historia – busca enfrentar a
trabajadores locales contra sus pares inmigrantes, para así ocultar el
real funcionamiento sistémico destructivo e impedir que las fuerzas
populares se consoliden en torno a cuestionamientos de fondo.
Este
esfuerzo de diálogo, de comunicación y participación es la única vía
para forjar y consolidar un renovado sentido común que permita torcer el
actual rumbo político intolerante que parece ampliar su influencia.
Signo fascista, revestido indistintamente con perorata proteccionista o
ropaje neoliberal, que aprovecha pragmáticamente el malestar que
experimentan las poblaciones ante la inestabilidad producida por
rasantes transformaciones del paisaje social y la imposición de un
estilo de vida individualista que corroe lazos interpersonales y
colectivos.
En términos políticos, lo primero es
garantizar a cada ser humano la libertad de vivir donde quiera, en
condición de ciudadano universal.
En cuanto a medidas que
ayuden a abrir el camino de una migración libre y no forzada en esta
selva gobernada por salvajes de traje y corbata y perfumes caros, hay
que detener de inmediato y a futuro todas las guerras. Dejar de
producir, comprar o almacenar armas, prohibir su tenencia particular,
transformar fuerzas armadas como ejército y policía – que son los
principales focos de proliferación de tenencia de armas irregulares – en
cuerpos de servicio civil.
A fin de contrarrestar las
presiones económicas que impulsan la migración no deseada, es menester
generar mecanismos distributivos como los que emanan de las formas
cooperativas o comunitarias, impedir la libre circulación de capitales
hacia guaridas fiscales, limitar la economía especulativa con altos
impuestos a las transacciones financieras y rechazar el genocidio
mercantilista, que en su avance territorial extingue distintas formas de
vida de comunidades que son obligadas a exiliarse. Lograr términos
justos de intercambio internacional, exigir transferencias de alta
tecnología como compensación al expolio colonial y resistir con decisión
los embates de anteriores o nuevos imperialismos en formas de tratados
librecomercistas son imperativos para generar mejores condiciones de
vida en los lugares empobrecidos. En el mismo sentido, multiplicar la
inversión social, descentralizando el acceso a bienes y servicios es
imprescindible para lograr una distribución poblacional equilibrada y
evitar el hacinamiento en conglomerados urbanos.
Un
aspecto geopolítico vital es el fortalecimiento de la integración
regional, no tan sólo desde una mirada economicista competitiva o desde
una interestatalidad sujeta al vaivén cambiante de los vientos
políticos, sino como práctica permanente desde los pueblos, que permita
ir ampliando fronteras hasta su desaparición empírica. Un hermanamiento
que pueda alimentarse de un proyecto común a futuro y no tan sólo de
raíces comunes – que no todos sienten del mismo modo – ofrece una clave
de solidez y una dirección permanente a la integración.
La nación humana universal[iv]
Es
posible incluso ir más allá. La tendencia hacia la mundialización –
distinta de la globalización en manos del capital – es evidente. El
contacto entre pueblos se irá haciendo cada vez más intenso, lo cual nos
permite preguntar acerca del futuro sentido de comunidad necesario para
acometer tareas colectivas.
La universalidad de lo humano
es una posible respuesta a esa pregunta. Más allá de la diferencia, de
bienvenidos matices culturales diversos, todos queremos felicidad,
bienestar y una existencia plena para nosotros y nuestros seres
queridos. Sin embargo, lo imaginamos por diferentes vías y en ocasiones,
creemos que la felicidad de unos se opone a la de los demás.
Tal
falacia genera innumerables problemas y en definitiva, impide el avance
histórico. Si por el contrario, se reconoce la humanidad ajena como
equivalente a la propia, su diversidad como riqueza y la posibilidad de
una convergencia horizontal entre pueblos y culturas, entonces se está
invitando a atravesar el umbral de la historia hacia un horizonte
radicalmente distinto. Posiblemente ésa sea la puerta de entrada y la
convocatoria del momento: hacer de esta primera civilización planetaria
de la historia una verdadera nación humana universal.
- Javier Tolcachier es iInvestigador en el Centro Mundial de Estudios Humanistas. Periodista de la agencia de paz y no violencia Pressenza.
[i] Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Módulo autoformativo Nº 2 : La Determinación del Estatuto de Refugiado : ¿Cómo identificar quién es un refugiado?, 1 Septiembre 2005, http://www.refworld.org.es/docid/4c65080ad38.html [Accesado el 17 Junio 2017]
[ii]
United Nations, Department of Economic and Social Affairs (2015).
Trends in International Migrant Stock: The 2015 revision (United Nations
database, POP/DB/MIG/Stock/Rev.2015) recuperado Junio 2017 de http://www.un.org/en/development/desa/population/migration/data/estimates2/estimates15.shtml
[iii] Informe Tendencias Globales 2016 de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados(ACNUR).
[iv] Del Documento Humanista, Silo, Obras Completas, Vol. I, Carta a mis Amigos, Ed. Plaza y Valdés, México (2004).
http://www.alainet.org/es/articulo/186238
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