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“¿Es legalmente defendible conservar este territorio a perpetuidad? ¿Los estadounidenses nos hemos convertido en invasores del paraíso?”, son algunas de las “inquietudes más importantes que los políticos estadounidenses han optado por ignorar”, dice The New York Times sobre la Base Naval de Guantánamo.
En un extenso artículo, Ernesto Londoño recopila opiniones de especialistas sobre qué debe hacer Estados Unidos con el territorio que aún ocupa en Cuba.
Con el anuncio de Trump en Miami el 16 de junio, “el presidente está cambiando la relación con ese país para intentar sojuzgar al gobierno castrista”, dijo Londoño.
Para el periodista, “pocas decisiones ejemplifican esa nociva dinámica tan claramente como la enredada historia de cómo llegó Estados Unidos a inaugurar una base naval en esa parte de Cuba”.
La trama que cuenta Londoño se remonta a más de cien años atrás, con la ocupación militar de EE.UU. en la Isla. Guantánamo es la más antigua base naval del país norteño en el extranjero y se mantiene pese al reclamo constante de Cuba por su devolución.
La instalación ganó aún mayor notoriedad cuando la Administración Bush la convirtió en una cárcel en 2002, para recluir a sospechosos de terrorismo en un territorio fuera del alcance de las protecciones constitucionales. Se convirtió en un lugar de vejaciones y torturas.
“Qué hacer con los prisioneros que aún quedan en Guantánamo sigue siendo una desagradable pregunta que no ha sido respondida”, provoca Londoño.
En su texto desarrolla temas como la legalidad del lugar según las leyes internacionales y la necesidad de su existencia.
“¿La presencia continua de Estados Unidos en Guantánamo es válida según las leyes internacionales? La respuesta directa es no”. Aunque para altos funcionarios militares estadounidenses “sirve como punto de tránsito para los refugiados cubanos que son interceptados en el mar (…) También ha servido como un centro logístico de respuesta a desastres naturales”, dice.
Después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, la base se convirtió en un centro altamente costoso. El personal se multiplicó de forma exponencial y con este, los gastos para su mantenimiento.
“Guantánamo es más grande que la base naval en Baréin, donde se aloja la Quinta Flota de los Estados Unidos, y la base naval en Rota, España, que son unos de los centros en el extranjero más valiosos para el Pentágono desde el punto de vista estratégico”, explica.
Pero su pago de alquiler no la vuelve dispendiosa. Desde 1959, EE.UU. expide, anualmente, un cheque por valor de por 4085 dólares en el mes de abril. Cuba no cobra la irrisoria renta desde 1959. Para Londoño, “aunque la renta es ciertamente nimia, es costoso operar una base en un territorio que el anfitrión considera ocupado ilegalmente”.
Solo el cuerpo especial encargado de los prisioneros cuesta aproximadamente 80 millones de dólares anuales. También el Congreso asignó 181 millones de dólares del año fiscal corriente para las operaciones de la base.
“Si suponemos que la prisión sigue siendo la razón principal para mantener la base abierta, su presupuesto actual resulta ser de 6,3 millones de dólares por recluso (el costo anual promedio de un preso federal en 2015 era de poco menos de 32.000 dólares)”, explica.
Uno de los especialistas citados por Londoño, David Kohner, presidente del Centro de Historia Marítima del United States Naval War College, enfatizó la necesidad de renovar los términos de un arrendamiento firmado en 1903.
Pero Cuba exige que la Base cierre, por una cuestión básica de soberanía nacional. Y existen vías para la devolución.
“La presencia estadounidense en Guantánamo ha sido desde hace mucho una espina en la psique cubana, un recordatorio de una época de dominio estadounidense que se enseña temprano y con frecuencia en las escuelas cubanas”, dice Londoño.
El académico cubano Carlos Alzugaray le refirió,http://oncubamagazine.com/sociedad/base-naval-de-guantanamo-un-futuro-sin-respuestas/ por ejemplo, la posibilidad de que La Habana solicitara a la Corte Internacional de Justicia la opinión sobre la legalidad de la presencia estadounidense en Guantánamo. En otro caso, pudiera presentar una nota diplomática detallada exigiendo que se le regrese el territorio.
“Podría presentarse de manera constructiva”, le comentó. “Sería razonable que nos pidieran diez años para irse”.
Para quien fuera diplomático, la posibilidad de negociar entre ambos países es débil, pero no imposible: “Requeriría encontrar una solución en la que se respetara la soberanía cubana. Es algo que aquí nos lastima a todos”.
Mientras, Guantánamo devora dinero y devuelve problemas a las autoridades.
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