Ilka Oliva Corado
Si alguien quiere violar, secuestrar, lavar dinero, asesinar, torturar, robar tierras, desviar el agua de los ríos, realizar ecocidios, ahí está Guatemala. Guatemala es el paraíso de la impunidad. Guatemala es el país perfecto para los atracadores, corruptos y clicas criminales que van desde la oligarquía pasando por cada célula del gobierno para llegar al núcleo del sistema e instalarse en cada esquina y vigilarlo y manipularlo todo.
Si quiere inventar leyes contra los Derechos Humanos, ahí está
Guatemala. Si quieren desparecer a alguien solo porque le cayó mal, ahí
está Guatemala. Si un periodista se la lleva de muy salsa, y denuncia
verdades, le bajan los humos a metralla limpia, para que aprenda que en
boca cerrada no entran moscas. Si quieren violar a una mujer solo por su
género, ahí está Guatemala. Si quieren explotar trabajadores, ahí está
Guatemala, si es empresario y no quiere pagar impuestos, ahí está
Guatemala. Si tiene ganas de violar a una niña, ahí está Guatemala y si
tiene ganas de quemarlas vivas, también, ahí está Guatemala.
A la Guatemala de la post dictadura la convirtieron en un
estercolero, donde se inventan plazas fantasmas, donde cualquier
corrupto y asesino puede ser presidente, donde cualquier narcotraficante
y genocida puede dar órdenes.
Guatemala es ese paraíso de impunidad porque su sociedad de doble
moral, carece de dignidad y de amor propio. Donde cualquier alcalde,
mediocre, puede llamar a los exmilitares para crear un “sistema de
seguridad comunal” que realice de manera oficial la limpieza social, en
lugar de crear escuelas, parques recreacionales y fuentes de trabajo.
Es el país donde un presidente puede mandar a quemar vivas a más de
40 niñas y la sociedad ni se mosquee. Donde miles de niños son
explotados en el trabajo forzado. Donde pululan los bares y casas de
citas donde se violan a niños, niñas, adolescentes y mujeres, a un
costado de la moral y de la buena voluntad de una sociedad cachureca,
patriarcal y misógina.
Guatemala es una decadencia, una estructura que se desmorona sobre sí
misma, un anhelo en vías de extinción y desaparecerá, si la sociedad no
despierta y se dignifica, si la sociedad no es capaz de armarse de
arrestos y transformar el país, no con salidas de los sábados a
broncearse a las plazas. La transformación tiene que venir desde los
cimientos, ser una huracán, un mar despierto, una hoguera.
De lo contrario de nada sirve que ande tanto culeco autoproclamándose
rojo y revolucionario, o tanta descarada con aires de feminista. Aquí
se necesitan acciones no palabras.
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Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com
15 de junio de 2017, Estados Unidos.
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