El
decálogo de objetivos de cara a las conversaciones con los
estadounidense es bien preciso; plausible la apuesta por el diálogo
antes que la confrontación con los interlocutores. Si como reza el
dicho, "en una discusión, el más inteligente es el que cede", en esta
ocasión le tocará a Enrique Peña Nieto mostrarse "poco
inteligente" —nada difícil para él según su "performance" presidencial—,
mostrarse enérgico, si sus escuchas prefieren atrincherarse en el
cumplimiento de las promesas de campaña de Donald Trump antes que
rendirle culto a la razón. De sobra es conocido uno de los principios de
negocios del empresario devenido en presidente, el cual no deja
resquicio a las dudas: "si mi adversario es débil, lo aplasto, y si es
fuerte, negocio".
¿Diálogo o monólogo de dos?
Se
ve difícil que las pláticas arriben a buen puerto, que complazcan a
ambos dialogantes. Los diez objetivos que busca la representación
mexicana en la negociación con Estados Unidos parten de contar con la
buena voluntad de un vecino que hasta ahora ha evidenciado —de palabra y
con hechos— todo lo contrario; de insistir cada interesado en sus
posturas anticipadas —por el pragmatismo empresarial de quien se siente
vulnerado en lo económico, de una parte; por la dignidad patria que no
está sujeta a negociaciones, de la otra— no se tardará en llegar a un
punto muerto.
Aventuro entonces —en un ejercicio digno de
Nostradamus matizado por Descartes—, los encuentros y desencuentros que
tendrán lugar en la negociación de México con Estados Unidos a partir de
los diez objetivos dados a conocer hace unos días por el presidente
mexicano Enrique Peña Nieto. Ojalá me equivoque y fructifique el
diálogo, que éste no se convierta en un "monólogo de dos".
1.
Que exista un compromiso del gobierno de Estados Unidos de garantizar
el trato humano y de respetar los derechos de los migrantes mexicanos.
Habrá acuerdo.
A pesar de su "incorrección política", de su incontinencia verbal, a
Donald Trump no le cuesta nada mostrarse respetuoso con los "derechos"
de todos esos "humanos" a los que prometió deportar.
2. Que cualquier proceso de repatriación sea de manera coordinada y ordenada.
Habrá acuerdo.
Por la misma razón anterior. "Coordinada" y "ordenada" son meros
adjetivos del sustantivo que más le interesa a Donald Trump:
"deportación".
Lea más: "Trump declaró la guerra a los migrantes de México y Latinoamérica"
3.
El desarrollo del hemisferio debe de ser una responsabilidad
compartida, trabajar de manera conjunta para promover juntos a los
países de Mesoamérica.
Punto de conflicto.
Ya Trump ha dado suficientes señales de su política de "America first".
No creo que su visión incluya la lógica de que las personas no
migrarían si tienen razones para permanecer en su país de origen —Costa
Rica es un buen ejemplo con una tasa de emigración de solo el 2.70% de
su población residiendo en el extranjero, la más baja de Centroamérica—;
por demás, tampoco veo a Donald Trump reeditando un "Plan Marshall" o
una "Alianza para el Progreso" con los países del istmo centroamericano
como objetivo.
4. Asegurar el libre flujo de las remesas.
Punto de conflicto.
El control de las remesas es una de las vías de Donald Trump para
hacerse pagar el muro de sus desvelos. Para México éstas representan el
2.3 % de su Producto Interno Bruto (PIB) y constituyen la tercera fuente
de divisas del país. Por su parte, el canciller mexicano Luis Videgaray
ya adelantó que de ser necesario se procedería por vía legal para
garantizar este objetivo.
Canciller mexicano: Pagar un muro es "inaceptable" y arancel de 20% se revertirá a EEUU
5. El gobierno de Estados Unidos debe asumir el compromiso de trabajar con México para evitar el libre tráfico de armas.
Habrá acuerdo.
Quedará por ver su efectividad y hasta qué punto compromete la
soberanía de México. Vale recordar que entre 2009 y 2010, con la
operación "Rápido y Furioso", la "Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas" de
Estados Unidos (ATF, por su sigla en inglés) ingresó armamento en
territorio azteca con el fin de rastrearlas e identificar a quienes
proveían ilegalmente de armas a los narcotraficantes mexicanos. El plan
fue un fracaso pues se perdió el rastro. Además, "detalle menor", no
tuvieron la gentileza de informar a las autoridades mexicanas de la
introducción de armas en su territorio.
6. Preservar el libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.
Punto de conflicto.
"America first", nuevamente. El Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN) se renegocia a gusto de Estados Unidos o lo abandonan.
Por su parte, el presidente de Canadá, Justin Trudeau, ya anunció que
velará por los intereses de su país antes que hacer mancuerna con
México. No debe olvidarse que fueron ellos quienes iniciaron el TLCAN en
1998, al que luego se incorporaría el vecino mestizo y pobre del sur
que no habla inglés y profesa el catolicismo.
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7. Negociar o incluir aspectos de negociación de nuevos sectores; telecomunicaciones.
Acuerdo o conflicto: ello dependerá de lo que se logre en la renegociación del TLCAN… si no se cancela antes.
8. Mejores salarios para los trabajadores de México.
Punto de conflicto.
"Eso es asunto de las autoridades mexicanas", dirán los negociadores de
Estados Unidos. Además, los bajos salarios que se pagan en México
resultan, lamentablemente, uno de los incentivos que ofrece el país al
inversionista extranjero.
9. Proteger el flujo de inversiones en México, ofreciendo las condiciones para la llegada de capital.
Punto de conflicto. "Eso es asunto de México", reiterarán. Y "America first" tuiteará Trump por enésima vez.
10. Trabajaremos por una frontera que nos una, no que nos divida.
Punto de conflicto. "El
muro
va, ¿no no les ha quedado claro?", dirán perplejos. Tendrán que ser muy
elocuentes los representantes mexicanos para hacerle ver a Trump y a
sus representantes que la "frontera inteligente" de George Bush no
contuvo la migración ilegal ni el tráfico de drogas, por lo que su
publicitado muro tampoco las contendrá.
"La
suerte está echada" para México. El Rubicón que se ha cruzado no es
sólo el del mañana económico del país, también el de la dignidad como
Nación. El 31 de agosto de 2016, Donald Trump pudo comportarse en México
como un auténtico presidente cuando apenas si era el candidato
republicano a las elecciones de su país; a Enrique Peña Nieto se le
presenta ahora la última oportunidad de legitimar su imagen como
dignatario y preservar el honor patrio de todos los mexicanos, quienes
han enfatizado las coincidencias por sobre las diferencias con el
gobierno ante los exabruptos de Trump. Quién sabe si ello le sirva,
incluso, para redefinir las posibilidades del Partido Revolucionario
Institucional —que lo aupó a la presidencia hace poco más de cuatro
años— de cara a las elecciones del 2018.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK