Entre el 26 y 29 de
octubre reciente, cerca de 500 investigadores, académicos e
intelectuales, provenientes de diferentes países, se congregaron en
Puebla, México, convocados por cerca de una veintena de universidades y
centros de investigación para compartir conocimientos sobre “Luchas y
estrategias comunitarias: horizontes más allá del capital”, como bien
resumía el lema del evento.
Dicho evento internacional sobre
comunalidad (por su novedad en el debate de la academia latinoamericana)
despertó bastante expectativa en la audiencia que conoció la
convocatoria. Aunque desde el primer simposio inaugural, el descontrol
emocional de la principal organizadora del Congreso, Raquel Gutiérrez
(ante el cuestionamiento de John Holloway por las ausencias/ausentes en
el programa oficial), evidenció la camisa de fuerza del cónclave
académico.
Para “inquietar” el espíritu de las y los presentes en
el evento, la investigadora boliviana, Silvia Rivera, una de las
principales oradoras, fue contunden en anunciar su hallazgo científico
al auditorio en pleno: “El hecho que hayan fracasado varios proyectos
que tenían rostro indio como el boliviano, no nos exime de lo que está
detrás. Estamos enfrentando una sistemática destrucción de lo común,
(...). Una expropiación brutal de la voluntad colectiva por parte del
Estado (refiriéndose al gobierno actual de Bolivia)” [1].
Así,
intelectuales y académicos emprendieron a centrar sus hallazgos en
“horizontes y resistencias comunitarias más allá de los gobiernos
progresistas”. Incluso una de las mesas llevaba este título, donde el
investigador boliviano Huáscar Salazar, junto a otros, reiteró sobre la
actual “dictadura” estatal neocolonial de fachada progresista en
Bolivia. Incluso “presentaron” algún libro sobre la actual dictadura en
Bolivia. [2]
Sarela Paz, investigadora “independiente”, ex pareja
de Álvaro García, actual Vicepresidente del Estado Plurinacional de
Bolivia, concluyó su intervención sobre ecología política denunciando la
hipocresía socioambiental del actual gobierno boliviano que “coopta
comunidades indígenas” y “promueve la destrucción de La Amazonía para la
producción agroindustrial”. [3] Cuestionó, en ausencia, la “honestidad”
del pensamiento de D. Harvey sobre la financiarización de la economía
mundial y el capitalismo por desposesión.
Raquel Gutiérrez, quien
a inicios del siglo pasó por Bolivia para “investigar” los entramados
comunitarios de las luchas campesinas, en su exposición durante el I
Congreso Internacional los Pueblos Indígenas de América Latina, siglos
XIX-XXI, avances, perspectivas y retos, en Oaxaca, México, en octubre,
2013, intentó también instalar en el imaginario de su auditorio otra
verdad científica: “Evo Morales está imponiendo la carretera por el
TIPNIS para producir y transporta coca”. [4] Al igual que Sarela, u
otros, ésta tampoco tenía argumentos racionales sobre “su verdad
científica” más que su “posición académica” como expositora.
¿Qué
buscan o qué agendas ejecutan estos y otros académicos aparentemente
progresistas o ecoindigenistas? ¿Por qué hablan tan mal de los
denominados gobiernos progresistas y callan sobre los violentos
gobiernos neoliberales en curso? ¿Por qué organizan o utilizan “espacios
internacionales” fuera de Bolivia o Ecuador o Venezuela para
“desprestigiar” a estos pueblos y sus gobernantes? ¿Por qué atacan en
nombre de la “comunalidad” a los pocos gobiernos que se atrevieron a
poner en común (recuperar) los bienes naturales privatizado y callan
sobre los violentos despojos territoriales emprendidos por gobiernos y
corporaciones neoliberales?
Estos u otros investigadores que
edulcoran sus narrativas con “novedades semánticas” como decolonialidad,
interculturalidad, equidad de género, etc., con sus actos y
conclusiones investigativas resultan produciendo y reproduciendo el
racismo, machismo y colonialismo en las ciencias sociales. Y,
asumiéndonos como idiotas a la audiencia.
Hablan de nosotros
indígenas como si fuésemos rostros, apariencias. Mas nunca como sujetos
que somos. Por eso dicen: “proyecto con rostro indio”. El núcleo central
del proceso boliviano no es el hermano Evo Morales. Somos los pueblos
indígenas y campesino nucleados alrededor de sueños compartidos y
afirmados por nuestros logros indiscutibles en el camino.
Sus
“léxicos científicos” les traicionan y evidencian su racismo colonial
cuando se refieren a nosotros con su semántica caritativa de: “nuestros
pueblos indígenas”. Hablan como escribanos criollos republicanos que
son. Nosotros (pueblos) no somos de nadie, ni nadie es de nosotros.
Hablan
de la comunalidad como propuesta hermenéutica o como “estilo de vida”
cuando en los hechos están atrapados en el brutal individualismo
metodológico que los lleva a sospechar de sus colegas y trepar cuesta
arriba tras sus ideales papirocráticos. Casi ninguno de ellos/as convive
en comunidad. Mucho menos en comunidades indígenas que discursivamente
idealizan.
Por momentos aparecen como anticapitalistas. Por
momentos, como ambientalistas o indigenistas. Dependiendo de la moda
bibliográfica o circunstancias financieras. Pero, lo seguro es que no
son ambientalistas para resistirse a los viajes internacionales, ni a
sus estilos de vida urbana (nada amigable con nuestra Madre Tierra).
Todos/as dependen del dinero.
Cuando presencio o veo “estrados”
académicos con estos matices, casi siempre recuerdo lo leído sobre los
nefastos episodios mediáticos que precedieron a los derrocamientos de
los procesos revolucionarios de Guatemala (1954), Chile (1973) o Libia
(2011). Derrotas ejecutadas desde adentro, utilizando la pluma y el
exacerbado acervo de “cientistas sociales” progresistas o
revolucionarios. Pero, lo más doloroso es el dolor que soportan estos y
otros pueblos, incluso muchas décadas después de los sueños truncados,
como es el caso de Guatemala.
Notas
[1] Véase, https://www.youtube.com/watch?v=HPZkfN1KZ6w
[3] Véase, https://www.youtube.com/watch?v=7NEcwtJ-UFI
[4] Véase en el programa, el simposio 138. http://www.red-redial.net/doc_adj/5682-programa-extenso.pdf
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