Las 2 Orillas
Adital
Sobre las torturas y la política general de desaparecer
guerrilleros, los indicios no se limitan a ‘si no aparece la manga que no
aparezca el chaleco’
Por Juan Manuel López*
La prensa que siempre busca ‘crear noticias’ que
atraigan a la opinión pública ha revivido el tema del Palacio de Justicia
enfocándolo como temas no resueltos. Vale la pena poner las cosas en su sitio.
La posible relación de Pablo Escobar con la toma del
M-19.
Lo más relevante es que nada quita ni pone la eventual
financiación parcial de la operación por parte de "el patrón”. No la hace ni
más ni menos grave, y solo sirve para poner titulares que llamen la atención,
porque nuestro país ha vivido de vender la figura de ese capo de la mafia en
telenovelas, estadísticas, películas y noticias extravagantes.
Pero aparte de eso y para llegar a la realidad, el
hecho es que no existe ni siquiera un indicio creíble que algo parecido haya
sucedido: las amenazas por parte de los extraditables a los magistrados mal
pueden convertirse en causa directa de la fecha y la forma en que se tomó el
M-19 el Palacio, cuando su pretensión era juzgar al presidente, con una
acusación concreta de traición al proceso de paz, la cual para la insurgencia
era evidente que tenía fundamento, al punto que —sin meterlos en la complicidad
de la acción—, había sido estudiada por connotados juristas.
Los expedientes de extradición tienen copia en el
Ministerio de Relaciones Exteriores y por supuesto en el país demandante, luego
su quema no implicaría nada diferente de un retraso y un agravante para tales
procesos.
Pero además debe seguirse el principio universal según
el cual quien hace una afirmación debe probarla; y lo paradójico es que la
única afirmación en ese sentido es la de Popeye quien alguna vez mencionó que
había oído que a través de una amistad entre alguno de los extraditables —no
Pablo Escobar— y el guerrillero Iván Marino Ospina se habrían entregado dos
millones de dólares para ese propósito. Lo antagónico de la relación entre
estos dos grupos por el secuestro de Blanca Nievas Ochoa y el movimiento de
Muerte a Secuestradores hace esto altamente improbable; pero sobre todo el que
Iván Marino Ospina había muerto seis meses antes de la toma. El testimonio de
oídas siempre merece poca credibilidad, más en el caso de Popeye cuya mitomanía
es paralela a la salida de los libros que pública (ahora sale su libro
Sobreviviendo a Pablo Escobar Gaviria y en reciente entrevista ‘revela’ que él
personalmente entregó en el aeropuerto de México a Gabriel García Márquez una
carta que enviaba su patrón a los hermanos Fidel y Raúl Castro porque el nobel
era el enlace entre ellos).
Sobre si la toma del M-19 estaba anunciada y si fue una
‘ratonera’ aplica el también principio legal que un indicio no es plena prueba
pero un conjunto de ellos sí la remplazan. La información sobre el propósito de
hacer la toma la habían descubierto y publicado los órganos de inteligencia del
Estado; incluso el ministro de Defensa reconoció y divulgó esta situación. Los
12 tanques pasaron por la calle 26 a los 45 minutos de los primeros disparos, o
sea cuando aún no se conocía el tamaño de la operación, mucho menos lo que
irían a enfrentar: no es verosímil que los comandantes y operadores de todos y
cada uno de los tanques tuvieran esa capacidad de reacción y organización a
menos que estuvieran prevenidos y entrenados para ese golpe exactamente; tanto
el retiro de la protección como la explicación falsa —según la cual habría sido
orden del presidente de la Corte—, por exclusión solo son comprensibles bajo
esa explicación, puesto que nunca se ha dado versión diferente al respecto.
Sobre las torturas y la política general de desaparecer
guerrilleros, los indicios no se limitan a ‘si no aparece la manga que no
aparezca el chaleco’; están las pruebas y los fallos, en el caso de Irma Franco
tanto internamente como a nivel internacional. El caso de los estudiantes
Matson y Santodomingo ni siquiera está cuestionado que los separaron, los
violentaron para establecer si eran guerrilleros —¿golpes a los testículos u
otra forma de agresión sexual no es tortura? — y los devolvieron porque había
el registro de que se los habían llevado aparte.
Que otros casos padecieron similar proceso pero sin
salir vivos o que murieron por tiros de gracia está confirmado: sucedió con el
magistrado auxiliar Horacio Urán; sucedió con Almarales; todo indica que
sucedió con los tres cuerpos encontrados recientemente; y ya se había repetido
con Carlos Rodríguez y Ana Rosa Castilblanco. Siempre sería la misma
explicación: sí salieron; estaban en una lista de sospechosos (el cuento de los
1500 pollos); y aparecieron mezclados con los otros cuerpos que habían sido
lavados y organizados por quienes manipularon el escenario de la tragedia; la
identificación correcta no fue posible porque por orden de la Justicia Penal
Militar fueron retirados de Medicina Legal y enterrados colectivamente en las
fosas comunes.
Como los once de la cafetería no pudieron haber salido
solos —la teoría de la autodesaparición— ni existe versión alguna de que las
autoridades los hayan sacado colectivamente, las pruebas fílmicas de que
salieron individualmente reforzarían esa hipótesis. Pero la prueba mayor sería
el discurso del ministro Vega Uribe ante el Senado donde daba cuenta que los
muertos del Palacio eran 117 (información que tuvo que ser suministrada por sus
subalternos) cuando aparecieron identificados —y supuestamente en el lugar de
los hechos— solo 98.
*Es
analista político-económico, estudió Economía Política en la Universidad de
Sydney en Australia. Ha sido columnista para Kien y Ke, Dinero.com y El
Heraldo.
Fuente: Las 2 orillas
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