Carlos Angulo-Rivas
Adital
A fin de contrarrestar las agresiones político-económicas de los países
industrializados, la unidad de América Latina y el Caribe se ha convertido en
una fuerza categórica y concluyente. Difícilmente Washington podrá gobernar
como antes una agenda propia en el continente, menos cuando a través del
inmenso poder de los medios de comunicación transnacionales, y de las presiones
diplomáticas, económicas, políticas y militares, la Casa Blanca trata de burlar
la ley internacional con el pretexto de la seguridad nacional. El escándalo
creado por las revelaciones del ex contratista de la Agencia de Seguridad
Nacional, Edward Snowden, ex miembro de la CIA, ha hecho perder los papeles a
la administración del presidente Barack Obama, y no sólo por los errores
cometidos o por incapacidad de conducción sino por no respetar los principios
básicos de la convivencia internacional entre las naciones.
Primero, porque los estadounidenses niegan el derecho a asilo político,
segundo porque amenazan abiertamente a los países soberanos que quieran
otorgarlo y tercero porque quiebran la inmunidad de la que gozan los
representantes diplomáticos y en el caso especial del presidente de Bolivia,
Evo Morales, la de los jefes de Estado.
Estados Unidos viene reaccionado en la esfera internacional de una
manera unilateral, compulsiva y dictatorial, es decir, al margen de la ley
cuando desde el punto de vista de sus gobernantes se percibe una amenaza a sus
intereses. Sin embargo, estos métodos de intimidaciones y advertencias que
funcionaban históricamente en el pasado, hoy resultan arcaicos y
contraproducentes, pues enfrentan a un mundo cada vez más independiente y
soberano. Los organismos internacionales, sobre todo en América Latina y el
Caribe, han marcado distancias con el tratamiento hegemónico de la
superpotencia y no por simple rebeldía sino por hacerse respetar como
repúblicas con dignidad y soberanía. La unánime condena al maltrato recibido
por Evo Morales al tratar de cruzar el espacio aéreo europeo, ha roto el
esquema norteamericano de avasallar al llamado "patio trasero.” El espionaje
mundial descubierto es ilegal, ya que no respeta las normas internacionales de
proteger el derecho a la intimidad en las comunicaciones ni los secretos de
estado de los países del mundo, convertidos en víctimas de un programa de
vigilancia extranjera que vulnerada la independencia y soberanía. Sin embargo,
Estados Unidos insiste en darse la razón enfrentando a la opinión pública
mundial.
Por ejemplo, los intentos de dividir la acción unitaria de condena a la
política de injerencia norteamericana han estado presentes en la reunión de
presidentes de UNASUR en la ciudad de Cochabamba, donde los presidentes de
Chile y Colombia trataron de rebajar el nivel de la convocatoria y el
presidente pro témpore de ese organismo, Ollanta Humala no asistió a pesar de
condenar el agravio sufrido por su colega boliviano. Obsérvese que estos tres
presidentes, pro norteamericanos, son precisamente los propulsores de la
Alianza del Pacífico, endeble organización de última hora con la que cuenta
Estados Unidos para tratar de quebrar la unidad lograda en Mercosur, Unasur,
Alba y CELAC. Similar situación se presentó en la reunión de representantes de
la OEA, Organización de Estados Americanos, donde luego ocho horas de debate,
este martes pasado, se aprobó la condena al atentado sufrido por el presidente
boliviano, Evo Morales, quien fuera detenido en su vuelo presidencial, de
regreso de Moscú, por la prohibición de los gobiernos de Italia, Portugal,
España y Francia.
En la resolución dada a conocer durante la sesión especial de la OEA, se
acordó condenar la intervención violatoria de las normas y principios básicos
de las leyes internacionales; y además, se convino en hacer un llamado a
Francia, Portugal, Italia y España para que brinden las explicaciones y
disculpas correspondientes.
La decisión tomada después de un intenso debate, cuyo único punto de
discusión fue el secuestro del avión del presidente de Bolivia, Evo Morales, en
los espacios aéreos de Francia, Portugal, Italia y España, el pasado 2 de
julio, fue oscurecida por los delegados de Estados Unidos y Canadá. Ambos
embajadores de adiestramiento colonialista se opusieron a la resolución de la
OEA por considerar que los aspectos del conflicto no estaban claros y que
Bolivia debía solucionar el impedimento de vuelo presidencial de forma
bilateral con los países involucrados. Maniobra endeble rechazada por cuanto el
problema suscitado no es de índole particular o exclusivo sino internacional,
multilateral, por cuanto se refiere al debido respeto entre las naciones para
logra una gobernabilidad mundial civilizada.
Ante la oposición de Estados Unidos y Canadá, el embajador boliviano
Diego Pari Rodríguez, reiteró que el "delito” de Evo Morales para hacerse
objeto de la agresión fue ser indígena y antiimperialista, y reiteró que su
país no aceptará ningún tipo de presiones. Asimismo, el representante de
Argentina, Martín Gómez Bustillo, expresó en nombre de su gobierno
congratulaciones por la aprobación de la resolución, asegurando que no se trata
de una resolución más, debido a que la OEA, no podía pasar por alto la afrenta
hacia la hermana república de Bolivia. "Es una afrenta a toda la nación. No
tenemos porque aceptar un maltrato de ninguno de los países que cuestionamos,
quienes deben pedir disculpas a Bolivia, a su presidente, su pueblo y a todos,
porque todos somos Bolivia” concluyó.
Lo ocurrido en la OEA demuestra una vez más la sobrante presencia de
Estados Unidos y Canadá en un organismo que debería velar por los intereses
regionales y no por los de las superpotencias económicas. La creación de CELAC
en reemplazo de la OEA se reafirma como una necesidad impostergable. El
despertar de nuestros pueblos dará cuenta de la OEA, organización conocida
internacionalmente como el "ministerio de las colonias” que, sin embargo, hoy
se ve atenazada por los gobiernos progresistas de la América Latina y el
Caribe. Para Estados Unidos y Canadá, los principios fundamentales de la
gobernabilidad mundial pasan a un segundo plano cuando se colocan por encima
los intereses económicos y políticos de gobernantes comprometidos con la
globalización neoliberal de la profunda crisis moral de la pobreza, el hambre y
la desocupación. El movimiento de la indignación en la opinión pública mundial
prevalece y la unidad de nuestros pueblos es la única garantía de defender los
derechos esenciales de la humanidad.
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