El bloqueo por Francia, Italia, España y Portugal de su espacio aéreo al avión del presidente Evo Morales
desnudó su escandalosa subordinación colonial a Estados Unidos. Es
obvio que después de autorizar el sobrevuelo y escala vino una orden
perentoria de Washington prohibiéndolos, aplicada con tal genuflexión
por esos gobiernos que no les importó violar groseramente el derecho
internacional ni poner en grave peligro la vida del mandatario
boliviano.
En contraste, los países de América Latina y el Caribe están dando
una magistral lección de soberanía, dignidad y alta diplomacia a las
antiguas metrópolis, hoy devenidas haciendas bananeras a las órdenes de
Berlín y, por supuesto, de Washington.
El 2 de julio en horas de la noche, en cuanto supo que el avión de
Evo había sido bloqueado el vicepresidente del Estado Plurinacional de
Bolivia Álvaro García Linera acompañado de su gabinete denunció: El
presidente de los bolivianos… ha sido secuestrado por el imperialismo
en Europa… Esa acción ha sido instruida por Estados Unidos que le tiene
miedo a un campesino, a un indígena, a un hombre honesto… las medidas
represivas también “apelan al terror, al miedo, de su propia población”.
La rápida y enérgica actuación de García Linera fue decisiva en el
desmantelamiento de la conjura pues además de alertar sobre la gravedad
de los hechos, sirvió para desencadenar una fuerte ola de solidaridad
que sigue creciendo a más de dos semanas de la agresión contra el
querido líder latinoamericano.
Horas después la Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América
(Alba) y todos sus gobiernos miembros se pronunciaban en términos muy
duros contra el acto delictivo. Esta grave situación, promovida por el
imperialismo norteamericano y sus aliados europeos puso en peligro la
vida del hermano Presidente Morales, afirmaba la declaración de la
Alba.
La misma noche de los hechos Rafael Correa, Cristina Fernández y Nicolás Maduro
censuraban acremente en tuiter la actitud de los gobiernos europeos,
proclamaban su solidaridad con Evo y los dos primeros acordaban pedir
con urgencia una cumbre de Unasur. Como respuesta, el 4 de julio se
conocía la Declaración de Cochabamba firmada en la ciudad boliviana por
Cristina, Correa, Maduro, Mujica, Evo y el mandatario surinamés Desi
Buterse. Aunque brillaran por su ausencia los tres miembros
suramericanos de la Alianza del Pacífico la declaración fue fundamental
para continuar movilizando la solidaridad con Evo y su contundente
denuncia influyó en la recia condena acordada en la OEA el 9 de
julio(véase mi nota anterior, La Jornada, 11/7). La presidenta
de Brasil Dilma Roussef se excusó de acudir a Cochabamba por la
situación en su país, pero su postura frente a la agresión europea a
Evo ha sido de las más fuertes desde el primer instante.
En las primeras horas del 3 de julio la cancillería cubana
declaraba: ….varios gobiernos europeos han denegado o retirado, con
pretextos técnicos, permisos de sobrevuelo o aterrizaje al avión del
Presidente…. Evo Morales Ayma… un acto inadmisible, infundado y
arbitrario que ofende a toda América Latina y el Caribe. Y añadía en
obvia referencia a la actitud estadunidense ante el eventual asilo en
Ecuador de Edward Snowden: Estados Unidos amenazó con medidas
económicas coercitivas a Ecuador… lo que no se puede tolerar por ningún
motivo, lesiona a toda Nuestra América y merece repudio internacional.
Cuatro días más tarde el presidente Raúl Castro apoyaba el derecho de
Venezuela y de “todos los países de la región a conceder asilo a los
perseguidos por su ideales o luchas por los derechos democráticos”
También condenaron categóricamente el atropello la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños y el Movimiento de Países no
Alineados.
Un altivo Mercosur, con la asistencia a la Cumbre de Montevideo de
los presidentes y presidentas de Argentina, Brasil, Uruguay, Venezuela
y Bolivia acordó “el firme repudio a las acciones de los gobiernos de
Francia, Portugal, España e Italia al no permitir el sobrevuelo ni
aterrizaje de la aeronave(de Evo)”, igualmente llamar a consultas a los
embajadores de sus integrantes en Francia, España, Italia y Portugal,
convocar a sus cancillerías a los representantes de esos países para
pedirles explicaciones y rechazar “el espionaje de Estados Unidos
sobre los países de la región”. Los gobiernos europeos han tardado dos
semanas en pedir disculpas a Bolivia, que aún no se da por satisfecha.
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