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miércoles, 6 de julio de 2011

Antecedentes sangrientos en la represión siria



Robert Fisk
La historia cierra un círculo completo en Siria. En febrero de 1982, el presidente Hafez Assad irrumpió en las ciudades antiguas para poner fin a una insurrección islamita. Fueron asesinados al menos 10 mil (de hecho pudieron haber sido hasta 20 mil) hombres, mujeres y niños. Algunos de los hombres eran miembros de la organización armada Hermandad Musulmana.

Casi todos los muertos eran musulmanes sunitas; incluso miembros de alto rango del partido Baaz fueron ejecutados si en sus documentos de identidad aparecía la palabra Hamwi, es decir, originario de la ciudad de Hama. Muerte mil veces a los miembros de la Hermandad Musulmana que se aliaron a los enemigos de la patria, sentenció Assad después de la matanza.

Años después, el diplomático retirado holandés Nikolaos van Dam escribió un estudio detallado del partido Baaz y su liderazgo alawita titulado La lucha por el poder en Siria, en que parece presagiar la actual situación, a partir de la matanza de Hama, al afirmar que la represión masiva bien puede haber sembrado las semillas de una disputa y la futura venganza. Verdad más grande jamás ha sido dicha. Y si es correcta la cifra que dan activistas de que 250 mil estuvieron en las calles de Hama el pasado a fin de semana para exigir el fin del mandato de la familia Assad, entonces las semillas de la disputa, en efecto, fueron plantadas en el suelo de esta ciudad histórica hace 29 años.

Recuerdo la primera vez que fue sitiada la ciudad de Hama, cuando logré entrar a esa localidad vía la carretera internacional y me encontré en medio de tanques sirios que disparaban contra la más bella mezquita de Hama. Dos soldados nos pidieron aventón; querían que mi conductor los llevara cerca del río Orontes, donde sus unidades combatían a la Hermandad Musulmana. Los soldados nos ofrecieron té a mi chofer y a mí mientras atestiguábamos la horrible escena.

Los combates llevaban 16 días. Hubo jovencitas que actuaron como atacantes suicidas y mataron a muchos soldados al hacer estallar granadas que llevaban cuando eran detenidas. Las fuerzas defensoras de Rifaat Assad vestían unos deslavados uniformes y esperaban sentados sobre sus tanques. Algunos estaban mal heridos y llevaban los brazos vendados.

Una mujer desplazada con su hijo en brazos abordó mi automóvil. Cuando traté de darle comida al niño, su madre me la arrebató y no hizo caso de nada más. Estaba muerta de hambre. Ella es parte de esa generación de la que provienen los manifestantes del fin de semana. Quizá el niño hambriento estaba en las calles de Hama hace tres días.

La situación fue similar este martes, después de que 500 elementos militares irrumpieron en la ciudad y causaron 20 heridos tras disparar armas de fuego. Pero esta vez no se trata de un levantamiento islámico, los insurgentes de Hama estaban asesinando a las familias de miembros del partido Baaz en 1982, el nombre mismo de la ciudad suena como una campana de alerta en la historia del mandato de los Assad. En aquellos días, el gobernante permitía que la prensa reportara desde Damasco, que fue el motivo por el que fui a Aleppo y regresé vía Hama a la capital. Esta vez el régimen simplemente ha cerrado la frontera a casi todos los reporteros.

En 1982 no había YouTube, ni Twitter, ni teléfonos móviles. No se publicó una sola fotografía de un cadáver. Ahora, algunos de los tanques sirios parecen nuevos y recién importados de Rusia. El problema es que la tecnología que está al alcance del pueblo es nueva también.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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