CELAG
Los
medios, la política tradicional, todos, están asombrados con los
resultados electorales en EEUU. Las encuestas fallaron sobre la
intención de la ciudadanía, tanto como la ciudadanía acertó en desafiar
la voluntad del estatus quo. A la luz de las encuestas, el
resultado de la elección estadounidense es sorprendente, pero nada es
más comprensible que el resultado desde el punto de vista de los
ciudadanos.
Muchas explicaciones compiten por analizar los resultados que muchos han calificado como decepcionantes para el establishment global.
Así parecía reflejarlo durante las primeras horas en las que comenzaba a
vislumbrarse el triunfo de Trump. Caía el precio del petróleo, el dólar
se devaluaba, las bolsas asiáticas y europeas se desplomaban… parecía
que Wall Street seguiría ese curso tras abrir sus puertas, sin embargo,
Wall Street se mostró confiado con el nuevo Presidente. La Bolsa
estadounidense subió, y a ésta la siguieron con confianza las europeas.
El precio del petróleo recuperó sus valores y el dólar se fortalecía de
manera notable. El candidato que no era del establishment, contentaba a los aparatos del establishment. ¿Hasta qué punto Donald Trump es por tanto un verdadero outsiders?
En el discurso mantenido para ganar las elecciones lo era, sin duda.
Pero tenemos nuestras dudas ahora que ya se ha convertido en Presidente
electo de los Estados Unidos.
Volviendo a las causas de la
victoria de Trump, una explicación predomina si observamos las
elecciones estadounidenses bajo una óptica global: los resultados
electorales en EEUU y los de otras geografías muestran un voto bien
definido contra la actual globalización.
En España el descontento
con la globalización se plasmó en el discurso en defensa del Estado de
Bienestar amenazado por la globalización y la integración neoliberal
europea, esto propició el nacimiento y el auge de Podemos, así como la
fractura del PSOE, uno de los dos representantes del establishment
en España (junto al PP). En el Reino Unido, esto se plasmó con el
Brexit y el ascenso discurso antieuropeo. En Grecia fue con el ascenso
de Tsipras, que logró gracias a un discurso soberanista, es decir,
antiglobalización (que al final no cumplió) ganar dos elecciones
consecutivas. El apoyo popular que recibió Sanders en las primarias de
EEUU, si bien no alcanzó a triunfar sobre el aparato partidario manejado
por Clinton, fue el primer reflejo del voto anti globalización que
sobrevendría. El triunfo de Trump es otro hito en esta sucesión de
eventos. Todos estos resultados tienen un factor común: el descontento
con la globalización.
Trump ganó aun a pesar de lo que dice y hace.
Los
votantes aumentan su preferencia por las ofertas electorales que
muestran un discurso más desafiante con la globalización en cualquiera
de sus manifestaciones. El avance en el este y centro de Europa y en
Francia de partidos xenófobos, como el Frente Nacional, también ponen de
manifiesto el actual descontento con la globalización neoliberal. Sin
embargo, y muy en contra del discurso que quieren imponer los medios
hegemónicos, las causas del auge de partidos como Syriza en Grecia o
Podemos en España pueden ser las mismas que las del auge de partidos
como el Frente Nacional francés, el UKIP en Gran Bretaña o figuras como
la de Trump, sin embargo, las soluciones frente a la actual crisis de
modelo son radicalmente diferentes. No es momento de hacer demagogia y
poner en el mismo saco a unos y otros con la única finalidad de salvar
el modelo en crisis. Esto puede tener terribles consecuencias que ya
padeció Europa en particular y todo el mundo en general en la década de
los ´30.
En Trump encontramos simultáneamente el discurso
xenófobo junto al discurso soberanista, el muro con México y el lema de
campaña “Make America Great Again” que en campaña Trump vinculó a la
falta de proteccionismo, la destrucción de 60.000 empresas industriales
que cerraron y millones de empleos industriales perdidos. Trump ha
ganado esta elección con un discurso antiglobalización, eligiendo
quirúrgicamente a sus enemigos, los inmigrantes que le quitan puestos de
trabajo a los norteamericanos, el liberalismo comercial que desplaza
puestos de trabajo al resto del mundo y al gran ganador de la
globalización, Wall Street y los medios de comunicación que lo
acompañan.
No es el triunfo de la antipolitica. Por el contrario,
lo que llevó a un magnate de derecha al poder fue precisamente la
incapacidad del sistema político norteamericano para presentar las
alternativas correctas. Fue la falta de política de los partidos que
proscribieron la mejor opción, junto al interés político de los
ciudadanos los que encumbraron a Trump. Sobre esto, hay que entender que
la disputa electoral en los EEUU no se fraguó en el turnismo entre
Demócratas y Republicanos, sino que se desarrolló en el enfrentamiento
entre el mantenimiento del status quo del sistema, y la ruptura
del mismo mediante un discurso que si era abiertamente contrario al
sistema político estadounidense. En este sentido, queda de manifiesto
que el mejor candidato para disputar la presidencia a Trump no era
Hillary Clinton, sino que era Bernie Sanders. Pero éste, evidentemente,
si que no contaba con la bendición de los grupos de poder
estadounidenses.
Trump le ganó al establishment político,
al Partido Demócrata, le ganó al propio Partido Republicano (recordemos
que muchos líderes del partido, como los Bush, afirmaron que iban a
votar a Clinton), al partido mediático, ganó contra la voluntad de las
cancillerías extranjeras (la canciller argentina, Susana Malcorra
haciendo gala de un timing político sin parangón, manifestó el
mismo día de la elección su preferencia por el triunfo de Clinton) y
aparentemente también había ganado a Wall Street. El triunfo de Trump es
impresionante y muestra una rebelión contra el estatus quo que sostiene este sistema de globalización que contribuye a la incertidumbre y la infelicidad mundial.
La
globalización neoliberal está enferma. No sirve a los intereses de la
humanidad. Los ciudadanos del mundo la perciben ampliamente como un
problema. Los acuerdos internacionales son negociados en secreto, a
espaldas de los ciudadanos para que los trabajadores no sepan de qué se
trata. En ningún acuerdo comercial internacional los trabajadores de los
países involucrados han estado involucrados en las negociaciones.
Ninguno de los acuerdos comerciales logrados en el planeta involucra
cláusulas serias vinculadas a la defensa del trabajo, de los
trabajadores y su nivel de vida. Solo se incorporan unas cuantas
cláusulas que remiten a las modestas directrices de la Organización
Internacional del Trabajo que solo sirven para darle legitimidad a estos
tratados que empeoran la vida de todos los ciudadanos del globo[1].
Las negociaciones de tratados comerciales internacionales han reservado
un solo lugar a la participación de los trabajadores, la calle, y a
veces ni tan siquiera eso. Pero el descontento está montándose en las
urnas. Parece ser que a pesar de lo débiles que son nuestras democracias
para representar los intereses de las mayorías, la rebelión popular
contra la globalización está materializándose en votos. Una de las
principales víctimas que esta rebelión de votantes está mostrando son
los grandes medios de comunicación. Sin dudarlo, los medios están
permeados por los intereses de las grandes finanzas y las
transnacionales que contribuyen a financiarlos, por lo que “todos” son
extremadamente conservadores en lo económico. Los medios son el
principal pilar que sostiene el modelo actual de globalización.
Permeados por los intereses de las grandes corporaciones y las finanzas,
han logrado con mucho éxito, anular la democracia como instrumento de
representación de las mayorías. El modelo actual de globalización
agoniza, pero no está enterrado aún gracias a la capacidad de los medios
de comunicación para cumplir este papel nefasto.
Latinoamérica
debe evaluar los riesgos y aprovechar las oportunidades. Si Trump
procura un cambio de estilo en la política exterior estadounidense, los
resultados para Latinoamérica en términos geopolíticos podrían ser
positivos. La competencia global dejaría de ser la excusa favorita para
aplicar paquetazos, ajustes, privatizaciones etc. que tanto afectan al
desarrollo de nuestros países. La xenofobia de Trump también servirá
para desacreditar a nuestras élites más americanófilas y posiblemente
brinde una ventana de oportunidad para poner en valor propuestas más
soberanistas y emancipadoras tan relegadas en algunos países de la
región. Lamentablemente, y a pesar del discurso pre-electoral de Trump,
es difícil que la política exterior de EEUU hacia la América Latina
cambie significativamente, ya que es, y seguirá siendo, conducida por
los intereses de sus corporaciones.
Tenemos algunas pocas
certidumbres tras estas elecciones. Una es que estamos en presencia de
una profunda crisis del modelo de globalización impulsado por el
neoliberalismo, que no cuenta para nada con el beneplácito de las
grandes mayorías. Una segunda certidumbre es que frente al desencanto
que genera esta globalización, la salida puede asumir cualquier color,
el rojo de Sanders, Podemos y Syriza, o el color de la extrema-derecha
de Trump, May o Le Pen. La tercera es que, con Trump en la presidencia
de EEUU, quien realmente domina el mundo en estos días es la
incertidumbre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario