Por: Hugo Ríus
Trabajan más de doce horas y ganan mucho menos que los demás. Son explotados en fábricas que producen ropa para reconocidas marcas como Mango, Zara, Marks and Spencer y Asas. Es la dura realidad de decenas de sirios que abandonaron su país huyendo de la guerra y residen en Turquía en condiciones precarias. (Fuente: Panorama. BBC)
Guillermo Tell
De manera que si un día usted disfruta llevando un atuendo con
tales etiquetas, piense por algún momento a partir de que
desmesurada plusvalía se puso el artículo en el mercado. Aunque por
supuesto, todas las marcas involucradas negaron responsabilidad y
señalaron que monitorean cuidadosamente sus cadenas de producción y
proveedores.
En cambio la fuente periodística investigadora citada, que
recurrió hasta cámaras ocultas, conversó con decenas de trabajadores
sirios que son empleados ilegalmente en fábricas textiles, incluidos
menores a los que se pagan alrededor de un dólar la hora a través de
un intermediario en la calle, clandestinamente. Uno de ellos al
relatar los maltratos expresó que “si algo le pasa a un sirio, se
deshacen de él como un pedazo de tela”.
Organizaciones que se acreditan defensoras de derechos humanos
afirman que semejante explotación laboral va en aumento después de la
llegada de casi tres millones de refugiados sirios, en una suerte de
atroz plusvalía oportunista, detrás de famosas marcas.
Sin embargo acallan el origen de esta tragedia. A saber, la
guerra alentada por potencias occidentales de grupos extremistas
para derrocar al legítimo gobierno de Siria, destruyendo el país, con
tal de cambiar la correlación de fuerzas en la región a favor de
espurios intereses. Por lo visto se trata de una narrativa incompleta.
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