Las tecnologías de la información y el conocimiento han cambiado al mundo y lo seguirán haciendo a paso acelerado. Si no que lo diga Julian Assange y sus Wikileaks; pero más cerca aún, que lo diga Edward Snowden, el informático que trabajara para la Agencia Nacional de Seguridad de EE. UU. y a sus treinta años destapara ante el mundo la red de espionaje masivo que —comandada por el Gobierno de EE. UU., en complicidad con algunas gigantes de la tecnología— se cuela en la vida de millones de ciudadanos y ciudadanas de todo el planeta.
Carolina Escobar Sarti.
Me llama la atención la juventud de Snowden y me gustaría preguntarle las motivaciones profundas de esta decisión. Me sabe a una nueva ética, aunque EE. UU. haya comenzado a buscarle ya en cada esquina de su vida privada por dónde salta un escándalo sexual o familiar, de esos que tanto les gustan a los políticos para maquillar sus miedos y condenar a quienes consideran sus enemigos. ¿Qué nos quiere decir Snowden acerca de este tipo de espionaje “globalizado” en un mundo que no está oficialmente en guerra? ¿Se desnudarán simples acciones preventivas de cara al espectro del terrorismo o una estrategia para el control de los territorios?
La paradoja es que un gobierno que entra hasta a los dormitorios de la ciudadanía mundial le diga a este joven, que por cierto dejó una comodísima vida al tomar la decisión de denunciar esta red mundial de espionaje, que es un traidor, un hacker o que atentó contra la democracia. Siendo así, deberíamos pedir al grande del norte un resarcimiento masivo por el costo de las terapias y medicamentos contra la esquizofrenia que deberemos asumir millones de hombres y mujeres a lo largo y ancho del planeta, porque no terminamos de entender cómo se practican la Inteligentzia y la Realpolitik desde el discurso de la libertad y la legalidad, para luego condenar a un joven que defiende el derecho a la privacidad de la ciudadanía mundial.
Entiendo que los mecanismos de la democracia de EE. UU. funcionan internamente mejor que los nuestros, por ejemplo. Pero la política exterior de Estados Unidos se ha venido ejerciendo durante el último siglo al mejor estilo de la Realpolitik. Sin embargo, a pesar de las presiones del presidente de EE. UU. para que le dieran a Snowden, el de Rusia decidió no entregarlo, y permitió que siguiera instalado en el aeropuerto de Moscú. Adujo que no cuentan con un pacto bilateral entre ambos países para llevar a cabo acciones de este tipo.
Por su parte, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, comienza ya a sentir las presiones de EE. UU. porque Snowden ha pedido asilo político en ese país. Le están contando las costillas, le acusan de tener servicios de espionaje, y amenazaron con bloquear la renovación del acceso libre de aranceles de Ecuador, así como también la Ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de la Droga (ATPDEA). El secretario de Comunicación ecuatoriano, Fernando Alvarado, no solo anunció hace dos días que su país renuncia unilateralmente a las preferencias arancelarias, sino que ofrecen dar ese dinero para capacitar a organismos estadounidenses en materia de Derechos Humanos. Mientras, Correa dijo que analizará“muy responsablemente el caso Snowden y tomaremos con absoluta soberanía la decisión que creamos más adecuada”.
Ante las amenazas del secretario de Estado de EE. UU., John Kerry, hacia China y Rusia por su implicación y actitud en el caso, cabe preguntarse cómo se conciben la traición, la amistad, la política y la guerra en los nuevos contextos informatizados. Y todo por la decisión valiente de un joven que no es ni héroe ni traidor, sino a lo mejor es solo un desencantado e indignado más que, como tantos, amaneció un día y quiso apostarle más lealtad a la ética humana que a la doble moral política.
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