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lunes, 1 de abril de 2013

ALEPH; El otro viacrucis


En este país la población se ganó ya todas las indulgencias al haber recorrido, de ida y vuelta, las Estaciones de la Cruz que pide el Viacrucis. Y no me refiero específicamente a la práctica del Viernes Santo, sino a la de recorrer la ruta de la Justicia. Allí tenemos, en una misma semana, un juicio por genocidio que enfrentan José Efraín Ríos Montt y José Mauricio Rodríguez Sánchez, y un juicio por obstrucción de justicia en un caso de femicidio, que enfrenta la exmagistrada supuestamente implicada, Beatriz Ofelia de León.


El primero llegó a su sexto día, con los abogados de los militares inculpados pidiendo inhibir a la valiente jueza Iris Jassmín Barrios Aguilar del Tribunal, de seguir conociendo el proceso, e interponiendo contra ella dos recusaciones con el fin de suspender el juicio. Por suerte, el Tribunal resolvió estas acciones Sin Lugar y sigue adelante, con lo cual el 1 de abril continuará el debate oral y público.
En el segundo caso, la jueza Carol Patricia Flores determinó que el delito por el cual De León enfrenta a la justicia “no amerita una medida de prisión preventiva”, y ordenó, en consecuencia, su inmediata libertad. Eso quiere decir que habrá que recorrer el camino del viacrucis por las mismas estaciones de nuevo, antes de proseguir con las que faltan para capturar a Roberto Barreda, hijo de De León, principal sospechoso en el caso Siekavizza.
Dice la iglesia Católica que recorrer de corazón, con devoción y desde una sincera intención de conversión las Estaciones de la Cruz, no solo ayuda a recordar el sufrimiento de quien muriera crucificado, sino a conseguir el perdón. ¿No estará, entonces, la sociedad guatemalteca más que perdonada, cuando ha recorrido (y sigue recorriendo) ese camino una y otra vez, recordando el sufrimiento de tantos muertos, crucificados, torturados, desaparecidos, asesinados, sin que la justicia llegue?
Esa cultura de muerte, tan vigente en nuestras procesiones, en nuestras marchas fúnebres, en nuestras relaciones sociales y en nuestras propias vidas, se expresa en las lágrimas de las mujeres y hombres que han recordado y testificado en el caso por genocidio contra Ríos Montt, así como en la expresión corporal de derrota total de la madre de Cristina Siekavizza, al momento de oír el fallo que favorece y libera a Beatriz Ofelia de León. (Prensa Libre, portada, 26/03/2013)
El arte de la crucifixión, heredada de los persas a Alejandro Magno y sus generales, luego a los cartagineses y finalmente a romanos, nos llega a la Guatemala del siglo XXI de la mano de una justicia incumplida, ineficiente y dolosa. Y no termina de entenderse bien cómo es que tanta gente acompaña procesiones, llora y se golpea el pecho por lo que pasó hace tantos siglos, pero no quiere ni enterarse ni pasar por la conciencia el viacrucis cotidiano que enfrentan cientos de familias que buscan justicia en este país. Tan cerca un viacrucis que ya no queremos, tan lejos la mirada de justicia. Pero Guatemala se escribe cada día y muchos sabemos que la palabra apropiada para empezar la primera página de nuestro próximo capítulo es “Justicia”, y queremos escribirla.



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