Derecha y empresarios, en defensa del statu quo:
Claudia Samayoa
Claudia Samayoa
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Sábado 20 de abril de 2013, p. 25
Sábado 20 de abril de 2013, p. 25
El
juicio histórico contra el ex dictador Efraín Ríos Montt y el genocidio
que se cometió durante los 17 meses de su mandato en los años 80 no
tiene que ver sólo con enjuiciar
a un par de militares viejitos, sino con la posibilidad de que exista un fallo judicial que determine que “aquí hubo genocidio y hay un poder –el mismo de hoy es el de entonces– que es racista en su naturaleza”.
se estructura a partir del racismo que se manifestó en su forma más violenta durante el conflicto armado, pero que sigue vigente.
Y es por eso, añade en entrevista telefónica,
hay toda esta resistencia para impedir llegar al fondo de nuestra historia.
Claudia Samayoa, una más de los al menos 2000 defensores de los derechos humanos que han sufrido amenazas y agresiones por trabajar en las plataformas de denuncia en su país, estuvo, con muchos de sus colegas, en la desconcertante sesión del juicio a Ríos Montt del jueves, la vigésima sesión, donde todo lo actuado en el proceso fue declarado nulo. Y estuvo también en la sesión de ayer viernes, aparentemente la última de esta etapa histórica, en la que otra jueza, Yasmín Barrios, anuló la anterior anulación.
Esta es su explicación de lo que parece ser el prólogo de una gran batalla entre jueces, fiscales y ministerios públicos; un bando que sigue reproduciendo el patrón de un sistema judicial corrupto, sujeto a presiones y sometido al poder militar, y otro, de nueva generación, que intenta depurarse.
Desde el inicio del juicio contra Ríos Montt la defensa presentó más de 100 amparos en distintas instancias con el único fin de entorpecer el proceso. El problema es que la Corte de Constitucionalidad no ha dado una respuesta clara para despejar el camino. Y a partir de ahora sí lo tiene que hacer, o, caso contrario, asumir el escarnio público por haber sido garante de la impunidad.
Por lo pronto, el juicio queda en suspenso hasta dentro de 10 días.
Samayoa intenta ver más allá de la pesimista visión del momento:
Hay una lección. En la sala de vistas de la Corte, ayer, los asistentes indígenas no lloraban. Llorábamos nosotros, los no indígenas. Luego nos explicaron que para ellos esta anulación, aún ilícita, es apenas un tropiezo. Nos decían: hemos sobrevivido peores, nosotros finalmente pudimos hablar y podremos superar este tropiezo. Si no, ¿cómo explicar que la sesión de hoy se convirtiera la vista en una fiesta? Porque hay la convicción de que, pese a todo, este es un paso enorme hacia un cambio aún impensable en la Guatemala actual.
El jueves, víspera de la sesión en que los equipos jurídicos de la
defensa y los querellantes tenían que presentar sus conclusiones y en
el momento en el que el tribunal debía dictar su sentencia, todos los
peritajes, todas las declaraciones y testimoniales sobre los actos de
genocidio cometidos en el área ixil hace 30 años quedaron sin efecto.
Sobre ello escribe hoy en El periódico el analista Gustavo
Berganza: “En estos días la preocupación en el patio castrense es que
una eventual condena a Ríos extienda la persecución judicial a todos
los que tuvieron puestos de mando durante la guerra… Estamos casi como
en 1980: con la derecha urbana, ladina y pudiente del lado del ejército
y minimizando o negando los efectos de 33 años de guerra. La diferencia
es que en estos días las víctimas se atrevieron a hablar y están siendo
escuchadas”.
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