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sábado, 20 de abril de 2013

Obama, Guantánamo y la persistente vergüenza nacional



The Guardian

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

El New York Times de esta mañana merece todo nuestro reconocimiento por publicar uno de los artículos de opinión más intensos que Vds. hayan leído nunca. Les insto a que lo lean entero: está escrito por Samir Naji al Hasan Moqbel, un yemení que lleva más de once años encarcelado en Guantánamo sin cargo alguno. Es uno de los detenidos que participan en la creciente huelga de hambre para protestar tanto por las horribles condiciones de vida como, sobre todo, por la suprema injusticia de estar encerrado en una jaula sin que se haya presentado prueba alguna de conducta delictiva ni haber tenido tampoco la posibilidad de impugnar las acusaciones formuladas. La huelga de hambre se intensificó el fin de semana cuando los guardias dispararon balas de goma contra algunos de los detenidos y les obligaron a recluirse en celdas individuales. Moqel “escribió” el artículo de opinión a través de un intérprete y de una conversación telefónica con sus abogados del grupo por los derechos humanos Repreive:

“Llevo en huelga de hambre desde el 10 de febrero y he perdido más de 13,5 kilos. No volveré a comer hasta que me devuelvan mi dignidad. 

Estoy detenido en Guantánamo desde hace once años y tres meses. Nunca se me ha acusado de delito alguno. Nunca se me ha sometido a juicio. 

Podía haber vuelto a casa hace años –nadie piensa seriamente que yo pueda representar una amenaza- pero aquí sigo. Hace mucho tiempo, el ejército dijo que yo era ‘guardaespaldas’ de Osama bin Ladin, pero eso es absurdo, algo que no tiene nada que ver con la realidad, como esas películas estadounidenses que solía ver antes. Ni ellos mismos se lo creen ya. Pero no parece importarles que yo siga aquí, de lo contrario… 

La única razón por la que estoy aún aquí es porque el Presidente Obama se niega a enviar a ningún detenido de vuelta al Yemen. Esto no tiene sentido. Soy un ser humano, no un pasaporte, y merezco ser tratado como tal. 

No quiero morir aquí, pero hasta que el Presidente Obama y el Presidente del Yemen decidan hacer algo, a eso es a lo que me arriesgo cada día. 

¿Dónde está mi gobierno? Respetaré cualquier ‘medida de seguridad’ que quieran imponerme con tal de volver a casa, aunque sean totalmente innecesarias. 

Estoy de acuerdo con cuanto me digan con tal de ser libre. Tengo ahora 35 años. Todo lo que quiero es ver a mi familia de nuevo y fundar mi propia familia. 

La situación es ya desesperada. Todos los detenidos están sufriendo atrozmente. Aquí hay al menos 40 personas en huelga de hambre. Cada día se desmayan de debilidad. He vomitado sangre.
Pero no vemos el final de nuestro encarcelamiento. Negarnos a nosotros mismos el alimento y arriesgarnos a morir cada día es la opción que hemos tomado. 

Confío en que con tanto dolor como estamos sufriendo, el mundo vuelva sus ojos de nuevo hacia Guantánamo antes de que sea demasiado tarde…” 

Por favor, lean entero el artículo, porque también detalla la brutalidad a la que es sometido cada día cuando los guardias del campo le fuerzan a tomar alimento.
Tan pronto como se menciona Guantánamo, la gente de la facción que se pasó años denunciándolo como el Gran Mal, se precipitan en cambio ahora a exonerar al Presidente Obama de cualquier responsabilidad o culpa. Insisten en que la culpa es del Congreso por impedir que Obama cumpla su promesa de cerrar el campo. 

He descrito ya antes en varias ocasiones por qué esta afirmación, aunque fundada en una parte de verdad, es sobremanera engañosa. No quiero repetir todo eso aquí; pueden hacer clic en los enlaces y leer la documentación que demuestra la verdad. En resumen, Obama no trataba de cerrar Guantánamo, simplemente intentaba reubicarlo en Illinois, preservando por tanto el sistema de detención indefinida, lo que convierte todo en una parodia de la justicia. Los detenidos no están protestando desesperados por su situación geográfica: no quieren estar en Illinois en vez de en la isla cubana. Están sacrificando su salud y sus vidas en respuesta a llevar más de una década encerrados en una jaula sin cargos: un sistema que Obama, con independencia de lo que hizo el Congreso, intentó preservar. El grupo de trabajo de Obama decretó a principios de 2010 que “se había decidido que 48 de los detenidos eran demasiado peligrosos para trasladarlos, pero que no había suficientes pruebas para procesarlos” y, por tanto, “seguirían detenidos”: i.e., encarcelados indefinidamente sin acusación alguna. Teniendo en cuenta esos hechos, uno no puede denunciar el sistema de detención indefinida de Guantánamo mientras pretende que Obama intentaba acabar con él, al menos no de forma honesta ni convincente. 

Pero la responsabilidad de Obama por la ignominia de Guantánamo se extiende más allá de que Moqbel, el autor de este artículo de opinión, sea yemení. Más de la mitad de los restantes 166 detenidos en el campo son yemeníes. Hace tiempo que el gobierno estadounidense autorizó la liberación de docenas de esos yemeníes (junto con docenas de otros detenidos), a partir de la base de que no hay pruebas para creer que supongan una amenaza para nadie. Se ha autorizado la liberación de hasta 87 de los restantes detenidos –más o menos la mitad-, de los cuales 58 son yemeníes. Ni siquiera el gobierno estadounidense afirma a estas alturas que sean culpables o supongan una amenaza para alguien. 

El gobierno yemení no sólo está dispuesto a acogerles, sino que está exigiendo ahora su liberación, utilizando un lenguaje especialmente duro para un régimen-títere de EEUU: 

“Incluso el Presidente del Yemen, Abed Rabbo Mansour Hadi, que disfruta por lo general de estrechas relaciones con EEUU, ha dirigido inusuales críticas a la administración Obama.
Creemos que mantener a alguien en prisión durante más de diez años sin el proceso debido es un caso claro de tiranía, dijo Hadi en una reciente entrevista transmitida por el canal en lengua árabe de Russia Today. ‘A EEUU le gusta mucho hablar de democracia y derechos humanos. Pero cuando estuvimos discutiendo la cuestión de los prisioneros con el fiscal general estadounidense, no tuvo nada que decir’.”
Un “caso claro de tiranía”, dice el Presidente del Yemen. Pero en enero de 2010, Obama –no el Congreso, sino Obama- anunció una moratoria en la liberación de los detenidos yemeníes, incluso de aquellos cuya liberación se había autorizado. Como Amnistía Internacional señaló a principios de este año:
“Pero el Presidente Obama adoptó el paradigma unilateral y fallido de la ‘guerra global’ de EEUU y aceptó las detenciones indefinidas en función de este marco.
Después, en 2010, su administración anunció que había decidido que cuatro docenas de los detenidos de Guantánamo no podían ser procesados ni liberados, sino que deberían permanecer en detención militar indefinida sin cargos ni juicio penal. La administración impuso también una moratoria sobre la repatriación de los detenidos yemeníes, y dijo que 30 de esos detenidos permanecerían en una detención ‘condicional’ que dependería de las ‘condiciones actuales de la seguridad en Yemen’. Esta moratoria sigue vigente.” 

A primeros de mes, cuando apareció la noticia de la huelga de hambre en el campo, la página editorial del Boston Globe explicaba precisamente cuál es la responsabilidad de Obama en cuanto está sucediendo y qué podría y debería hacer para ponerle fin: 

“El mismo Obama ha llevado a cabo traslados más difíciles. Tras un atentado terrorista, emitió una moratoria general sobre el envío de detenidos a Yemen, de donde son más de la mitad de los detenidos… 

Ese cambio radical en el lenguaje [sancionado por el Congreso al restringir la liberación de los detenidos] ha tenido un efecto espeluznante. Nadie puede garantizar absolutamente que los detenidos no vayan a volver a combatir, al igual que nadie puede asegurar que los delincuentes liberados de las prisiones estadounidenses no vayan a volver a delinquir. Como Charles Stimson, que dirigió los asuntos de los detenidos con George W. Bush, señala: ‘Tienes que tolerar algún tipo de riesgo’.
Es por esta razón por la que Obama tiene finalmente la culpa ante el fracaso en el intento de cerrar Guantánamo. No parece estar dispuesto a tolerar ningún riesgo en absoluto. Incluso Shaker Aamer, un residente británico cuya liberación se autorizó hace años, sigue en Guantánamo, a pesar de los repetidos requerimientos públicos del gobierno británico para que le envíen a casa. 

Obama debería reunir el coraje político necesario para enfrentarse al Congreso en el tema de Guantánamo. Si su Secretario de Defensa es incapaz de certificar un traslado en condiciones difíciles, Obama conserva la capacidad para trasladar prisioneros con una ‘exención de seguridad nacional”, una potestad que nunca ha utilizado… 

Ya se ha autorizado la liberación de alrededor de la tercera parte de los 88 hombres que proceden de Yemen. Mantenerles en Guantánamo a causa de su nacionalidad va en contra de la justicia…
En cambio, Obama parece haber tirado la toalla sobre Guantánamo. En enero, cerró la oficina del enviado que estaba al frente de los esfuerzos para cerrar la instalación. Ahora, el ejército estadounidense está invirtiendo en un cable de fibra óptica hasta la base y planeando cuidados médicos especialidades para ‘detenidos de edad’. Eso sugiere que algunos van a seguir allí el resto de su vida natural.”
El último detenido en morir en el campo, Adnan Farhan Abdul Latif –quien presuntamente se suicidó en septiembre -, era un yemení al que nunca se había acusado de ningún delito y se había autorizado su liberación; pero cuando se hizo evidente que no iba a ir a parte alguna, hizo huelgas de hambre de forma regular y se le tenía sedado y vigilado para evitar el suicidio”. Por otra parte, el empeoramiento de las condiciones en el campo contra las que los detenidos están protestando es competencia exclusiva de Obama como Comandante-en-Jefe. 

La cuestión de la culpa y la responsabilidad es una cuestión abstracta de menor urgencia que se resolverá en el futuro. Lo que verdaderamente importa es quién tiene potestad para poner fin, o al menor mitigar, este escándalo nacional permanente. No hay duda de que el Congreso –ambos partidos- jugó un papel importante en la actual pantomima limitando las opciones de Obama y merece cargar con la mayor parte de la culpa. Pero, por las razones documentadas aquí, Obama se ha ganado su propia ración de culpa y es un asunto muy grave. Como señalaba el Boston Globe, podría adoptar varias medidas para acabar con esta injusticia pero se niega sencillamente a hacerlo. Hacer como hacen los devotos demócratas cada vez que se menciona Guantánamo: afirmar que todo es culpa del Congreso, no sólo es deshonesto sino algo mucho peor, porque están impidiendo que se pongan en marcha elementos de presión que podrían resultar eficaces y cierran las vías con mayores posibilidades de lograr alguna reforma positiva. 

Alabanza bipartidista 

Cuando Obama, a principios de 2010, emitió una Orden Ejecutiva para preservar el sistema de detenciones indefinida de Guantánamo, el representante republicano Peter King se prodigó en alabanzas a Obama: “Alabo a la Administración Obama por emitir esta Orden Ejecutiva, que ratifica la política de la Administración Bush de que nuestro gobierno tiene derecho a detener a terroristas peligrosos hasta el cese de hostilidades”. Peter King, considerado por muchos como un extremista de la seguridad nacional y un fanático antimusulmán, ha alabado continuamente, por lo general, las políticas de Obama en la “Guerra contra el Terror”. Puede que en algún momento merezca la pena reflexionar acerca de lo que tal convergencia nos está expresando. 

Glenn Greenwald es un ex abogado constitucionalista estadounidense, columnista, bloguero y escritor. Greenwald trabajó como abogado especializado en derechos civiles y constitucionales antes de convertirse en un colaborador de Salon.com , donde se centró en el análisis de temas políticos y jurídicos. Ha colaborado también con otros periódicos y revistas de información política como The New York Times, Los Angeles Times, The American Conservative, The National Interest, In These Times. En agosto de 2012, dejó Salon.com para colaborar con The Guardian

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