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jueves, 31 de enero de 2013

La Celac y las luchas contra el neoliberalismo



Ángel Guerra Cabrera/I
Los países de América Latina y el Caribe hicieron historia al acordar en la Riviera Maya, México (2010), la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Significaba que los 33 estados de la región se reunieran por primera vez en una organización sin Estados Unidos ni Canadá y que en su gran diversidad hablaran a una sola y soberana voz en el concierto mundial de naciones. Su trayectoria hasta hoy, los pronunciamientos de su primera cumbre en Santiago de Chile (28/1) y la elección unánime de Cuba para encabezarla hasta la segunda cumbre de La Habana (2014), así lo demuestran. Esta decisión, indicando a Washington el apoyo latinocaribeño a Cuba y los clamorosos reclamos que debió escuchar Obama sobre la argentinidad de las Malvinas y contra el bloqueo y la ausencia de la isla en la llamada Cumbre de las Américas de Cartagena (2012) señalan el crucial giro político de América Latina y el Caribe.

La Celac es el proyecto de unión política, económica, cultural y social más importante de nuestra historia contemporánea señaló en memorable carta a la reunión de Santiago el presidente Hugo Chávez. Nadie más indicado para hacer esta valoración que quien ha entregado todo su talento y dotes de líder para conseguirlo. En la Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo, Brasil (2008), con la capacidad de convocatoria del presidente Lula da Silva se dio el primer paso, dijo entonces su homólogo Raúl Castro, y la reunión constitutiva, preparada exquisitamente por la diplomacia chavista, se realizó en la capital venezolana (2011). Allí se adoptaron la Declaración y el Plan de Acción de Caracas, así como otros documentos previamente sometidos al consenso de todos los gobiernos participantes. En ellos, como en los adoptados en Santiago esta semana se advierte una manera de pensar y un lenguaje propio humanistas y solidarios, alejados del cosmopolitismo y la tecnocracia neoliberales.

Y es que la Celac no es fruto de una decisión burocrática o cupular. Sólo fue posible como resultado de un nuevo y superior capítulo de la lucha de emancipación de los pueblos de América Latina. Cuando se anunciaba el fin de la historia y las políticas neoliberales parecían eternas, nuestros pueblos cambiaron la geografía política y el sentido común que parecía prevalecer entonces en la región. Lo hicieron a partir del estremecedor caracazo (1989) y la rebelión cívico-militar encabezado por Chávez (1992), pasando por el levantamiento indio de Chiapas (1994) y otros potentes combates populares que condujeron al advenimiento de gobiernos defensores del interés nacional y popular en Venezuela, Brasil, Argentina Bolivia, Uruguay, Ecuador y Nicaragua. La Celac es resultado de la aparición de estos gobiernos, de la rebelión antineoliberal que los entronizó y de un acumulado cultural a favor de la unidad como única vía de independencia. Alargando la perspectiva histórica, es también consecuencia de cinco siglos de luchas populares y se asienta en la solidez de las dos grandes civilizaciones de los pueblos originarios de América Latina y el Caribe y en el fecundo mestizaje indo-latino-africano. Encarna el postergado e indispensable objetivo unitario de Bolívar, de Martí y de muchos de nuestros próceres.

La cumbre de Santiago muestra una Celac en trance de consolidarse que inspira justificado optimismo aunque sería ingenuo suponer que estará exenta de escollos. Los sectores burgueses más entreguistas en cada país harán todo lo posible por poner palos en la rueda. Estados Unidos intentará aprovechar las evidentes diferencias de criterio en su interior para dividirla. En la organización están los países de la Alba así como Argentina, Brasil Y Uruguay –que se oponen al libre comercio– y están México, Colombia, Perú y Chile, agrupados en la Alianza Pacífico, que persisten por ahora en esa fórmula fracasada y socialmente ruinosa. Sin embargo, ambos grupos están demostrando la capacidad de trabajar juntos enfatizando en lo que los une y no en lo que los separa.

Raúl lo definió así en Santiago: Entre nosotros hay pensamientos distintos e, incluso, diferencias, pero la Celac ha surgido sobre el acervo de 200 años de lucha por la independencia y se basa en una profunda comunidad de objetivos. No es la Celac, por tanto, una sucesión de meras reuniones ni coincidencias pragmáticas, sino una visión común de la patria grande latinoamericana y caribeña que sólo se debe a sus pueblos.

Twitter: aguerraguerra

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