Me motivó en esta oportunidad a reflexionar sobre el curso y destino de la ola de cambios que desde hace años tiene lugar en nuestra América.
La denominación (“Los Partidos y una Nueva Sociedad”) de este formidable seminario auspiciado por el Partido del Trabajo-PT de México me motivó en esta oportunidad a reflexionar sobre el curso y destino de la ola de cambios que desde hace años tiene lugar en nuestra América, a consecuencia de la creciente determinación de los pueblos por cambiar la dominación existente para no seguir viviendo como hasta ahora; determinación acompañada de las más diversas formas de impugnación de estas democracias latino-caribeñas secuestradas por las elites sociales, las partidocracias corrompidas y el poder imperial, de la dramática exclusión política y social que sufren nuestros pueblos y del neoliberalismo como modalidad endurecida y cruel del capitalismo de finales del siglo XX y principio del siglo XXI.
La resistencia social contra el empobrecimiento pasó a ser ofensiva, hasta colocarse los pueblos de la región a la vanguardia de la lucha contra los efectos de la globalización neoliberal y de los gobiernos que le han servido de instrumentos.
Esa ofensiva a su vez comenzó a generar crisis de gobernabilidad y desplazamientos de una parte de los gobiernos comprometidos con la derecha social y con los halcones de Washington. El anhelo y el protagonismo de los pueblos desató energías capaces de deponer presidentes fuera de elecciones, así como de imponer nuevos gobernantes por la vía electoral.
Irregularidades, limitaciones y desniveles en la oleada de cambios
La oleada ciertamente ha sido fuerte pero a la vez irregular, con desniveles más o menos pronunciados, con variada intensidad y profundidad por países, con avances sostenidos y frustraciones de diferentes magnitudes.
El viraje relativo hacia la izquierda a escala continental ha sido notable, aunque con actores políticos muy disímiles y diversos alcances en cada proceso nacional.
Los pueblos en lucha -especialmente cuando se ha tratado de competencias electorales- han favorecido a las fuerzas establecidas con formato progresista y/o de izquierda o han contribuido a crear nuevos movimientos políticos-sociales alternativos, al compás del auge de las luchas extrainstitucionales. Además de los canales representados por partidos y frentes políticos de larga tradición de izquierda o centro izquierda con fuerte implantación en las últimas décadas (PT de Brasil, Frente Amplio de Uruguay, FMLN de El Salvador, FSLN de Nicaragua, PRD y aliados de México…), en otros casos los cambios de gobierno han exigido y exigen de nuevas formaciones político-sociales. Así aconteció en Venezuela, Bolivia y Ecuador y tiende a ser similar en Perú
Las primeras opciones son herencia de lo acumulado en el siglo XX, diferenciadas de una buena parte de la izquierda histórica, sensiblemente fragmentada, dogmatizada, empequeñecida y dispersa.
Una herencia relativamente positiva, dado que la depresión política acaecida con posterioridad al derrumbe del “socialismo real” y la consiguiente crisis teórico-política, melló sensiblemente el filo revolucionario de una buena parte de sus componentes y disgregó y disminuyó a otros, determinando una situación bastante original en la que la necesidad del cambio y las oleadas populares se han desarrollado en muchos casos sin la existencia de nuevas vanguardias sintonizadas debidamente con los cambios acaecidos en las sociedades del capitalismo neoliberal y en la era de la globalización y financierización del capital.
Esto obligó a los pueblos a respaldar lo relativamente alternativo o a construir al vapornuevas opciones, lo que trae como consecuencia que la canalización de su voluntad transformadora no siempre ha encontrado los instrumentos políticos más consecuentes. Y así las cosas en no pocos casos los sentimientos, aspiraciones y propósitos de los pueblos han estado por encima de quienes le ha servido de canal para derrotar el “status quo” político; sin que por demás existan fuerzas revolucionarias con la suficiente potencia para forzar o presionar hacia la superación de la frustración o hacia la profundización de las atenuadas reformas.
La polarización de esas fuerzas progresistas con la derecha tradicional o con la derecha extrema, nutre incluso las opciones inconsecuentes, sensiblemente mejores que sus contrincantes oligárquicos.
Diferencias significativas y déficits fundamentales
El arco iris de los gobiernos resultantes del desgaste y de la derrota de la derecha tradicional (responsable de la neo-liberalización empobrecedora y des-nacionalizadora, y de la corrupción reinante), si bien en su totalidad ha sido calificados y propagandizados como de izquierda, en verdadno todos sus componentes responden a esa cualidad e incluso una parte de ellos realmente está esta lejos de serlo.
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