Cerca de 110 millones de jóvenes de entre 16 y 26 años viven en América Latina y el Caribe[i],
lo que significa la sexta parte de la población total de la región. Un
número significativo para la política, pues las y los nuevos votantes
representan un desafío para desentrañar el enigma de sus preferencias
electorales: ¿cuáles son las razones de esa juventud para elegir por
quién votar?. Las respuestas son diversas y muchas refieren a la
relación simbiótica de las generaciones jóvenes con las redes sociales o
con los análisis ‘culturalistas’ que les estereotipan como millenial o centennial,
marcas pensadas para la juventud de países desarrollados o integrantes
de grupos poblacionales de ingresos medios y altos, que no logran
describir a los grandes segmentos que viven de sus salarios: bajos,
precarizados y sin un proyecto educativo de contención y con perspectiva
de movilización social.
¿Cómo explicar la votación de jóvenes
brasileños por el ultraderechista Jair Bolsonaro o por Iván Duque en
Colombia? Según la consultora Ibope, el 28% de los jóvenes en esta
franja de edad se decidieron por Bolsonaro en Brasil[ii] y el 41% lo hicieron por Duque en Colombia[iii].
Una decisión que resulta paradójica pues la juventud del siglo XXI se
decide por políticos con ideas del siglo XIX. Un asunto difícil de
desentrañar. Las razones que se esgrimen para explicar este
comportamiento están centradas en los efectos de las campañas
electorales por redes sociales y el uso de la mensajería por Whatsapp
para inundar de falsas noticias que enlodan y demonizan al político
contrario.
En otro plano del análisis, menos
explorado, las respuestas a estas decisiones políticas de una porción de
la juventud -de sectores populares y trabajadores, en su mayoría- está
relacionada con el efecto dominante de una cultura de la incertidumbre,
por la que la destrucción del trabajo y la seguridad social convierten a
los jóvenes en presas fáciles de las campañas de marketing político,
que les ofrecen una salida, una certidumbre, incluso el odio como guía.
Ello puede indicar que el neoliberalismo reciclado que está en auge
-aunque no explique del todo las idas y vueltas en materia de elección
política- y ha marcado a las generaciones jóvenes del continente. No
sólo a los sectores de medios y altos, sino también –aunque de otras
maneras- a las juventudes trabajadoras y segregadas -también por género y
etnia- por los efectos de una configuración del trabajo precarizado,
individualizado y virtualizado que las lleva a una vida de
incertidumbre.
Esa construcción de la sociedad de la
incertidumbre o del riesgo –como la llamara Ulrich Beck- es contraria a
los imaginarios del siglo XX, identificados con el horizonte de la
seguridad social: el new deal estadounidense,[iv]
que se reforzó en esos años para impedir estallidos sociales en un
mundo polarizado entre capitalismo y socialismo. Una ola con mucho
impacto en el norte global en las recientes décadas, pero con
diferencias en los países del sur por las resistencias y alteraciones
logradas de forma heterogénea en buena parte del continente por los
progresismos y los gobiernos no neoliberales que pueden fechar su inicio
en 1998, con el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela.
Las y los jóvenes que cumplieron la
mayoría de edad desde los años 90, saben muy bien de qué se está
hablando. Salvo quienes heredan fortunas o capitales económicos y
simbólicos altos, o que vivieron bajo un Estado en el auge del
progresismo, se enfrentan como ‘orden social’ a la imposibilidad del
trabajo pleno y sin derechos universales que les den seguridad, pues
están hoy privatizados en buena parte de Latinoamérica. Ello genera una
huella cultural en la subjetividad de la juventud, pues les define una
relación lejana con el Estado y con la política, que no les dan
respuestas a sus expectativas para resolver las necesidades básicas y
aspiracionales de futuro: sólo les ofrecen el ’emprendedorismo’ como una
bondad del modelo que ha decretado el fin del trabajo asalariado y de
la dominación laboral.
‘Emprendedorismo’: ¿el fin del trabajo asalariado en América Latina?
La palabra inglesa entrepreneurship traducida
como ’emprendedorismo’, describe la prédica de deslaborización
capitalista en su etapa actual, que traslada el problema social de la
creación de empleo al individuo, que fortalece el principio competitivo y
desigual de lo neoliberal. Tener trabajo depende de la iniciativa
individual para ‘crear’ su propia empresa, como si el trabajo -asunto
tan central en la economía- se resolviera con el solo ejercicio de la
voluntad de las personas. Es el discurso funcional de las derechas
contra los programas de bienestar social, según el cual el problema de
la pobreza radica en que los pobres quieren seguir siendo pobres, son
perezosos y se acostumbraron a vivir de los subsidios, obviando que las
empresas en América Latina son las entidades que reciben mayores
subsidios estatales y quienes más exenciones impositivas tienen.
En las tramas discursivas que venden el
’emprendedorismo’ como “la actividad de las personas que miran hacia el
futuro”, se suelen utilizar argumentos que dejan entrever en el fin del
trabajo asalariado una supuesta superación del capitalismo explotador
del trabajo. Emprender no es sólo para ricos o universitarios, dice el
exministro de Modernización de Mauricio Macri, Andy Freire: “se necesita
coraje y convicción de lo que uno quiere emprender” como tesis central
de su libro de autoayuda “Emprender es Pasión”. Un sofisma que sólo
puede ser admitido como un acto de fe, pues un escrutinio mediado por la
razón y los hechos lo tira al suelo con facilidad. Los emprendimientos
de los que hablan los neoliberales resultan un concepto con endebles
bases argumentativas y está muy lejano a la realidad. Los intersticios
de la política capitalista de dicha doctrina están sustentados en la
explotación de otras personas (o en la autoexplotación) en condiciones
de precarización laboral, requieren de capital para poder ser efectivas y
tienen pocas posibilidades de éxito con mercados desregulados y con una
voraz competencia global.
Tal idea de ’emprender’ es, entonces,
una versión de la competencia capitalista que se basa en la desigualdad,
que se muestra como pluriclasista (pues, en teoría, sólo se
requiere voluntad) pero realmente tiene como origen la idea de no
generación de trabajos plenos, formales, con garantías. “El
neoliberalismo, efectivamente, nos obliga a ser ’emprendedores’ ya que
hay una baja disposición a crear trabajos, porque los contratos a largo
plazo disminuyen las ganancias”, dice la psicóloga británica Valerie
Walkerdine[v].
Una situación agravada para la población joven sin formación en la
educación superior y también para las mujeres (el 78.1% de las mujeres
de la región que están ocupadas lo hacen en sectores definidos por la
CEPAL como de baja productividad, lo que implica peores remuneraciones,
menor contacto con las tecnologías y la innovación y, en muchos casos,
empleos de baja calidad).
Una manera eficaz para destruir el
trabajo pleno y, con ello, desestructurar la conciencia laboral es que
las y los jóvenes tienen muy pocas oportunidades para afiliarse a un
sindicato o crear una forma de disputa por sus derechos, los cuales les
han dicho que son cosa del pasado. De siete países consultados, la tasa
de sindicalización más alta es en Argentina con el 37%, seguida de
Uruguay, con el 34%, Brasil 17%, Chile con el 14,2% México 13,2%,
Colombia 9,2% y Perú con el 5,2%[vi].
Todo ello indica con claridad las
consecuencias y la ‘eficacia’ del modelo, que puede ser esclarecedor de
las bajas relaciones de los jóvenes precarizados con la política, con
las demandas de derechos y con discursos de políticos que les reafirman
el ‘futuro emprendedor’ como el mecanismo para ser el empresario de sí
mismo. Aunque es sólo una fantasía si se observan las dinámicas del
trabajo informal: “En América Latina y el Caribe hay, al menos, 130
millones de personas trabajando en condiciones de informalidad, lo que
representa al 47,7% de los trabajadores”[vii].
Tal situación significa que el fin del trabajo asalariado es sólo una
mutación hacia un trabajo precarizado sin salarios fijos y sin
condiciones plenas de empleo.
Esto no quiere decir que la iniciativa
empresarial no sea posible. La crítica a la prédica del
’emprendedorismo’ está dada por las falacias sobre las cuales está
construida y por los efectos que produce en las condiciones laborales,
especialmente de las y los jóvenes a quienes se les indica que la moda
es tener un emprendimiento. Sin embargo no informan que las variables
‘exitosas’ de esos emprendimientos se relacionan con la tercerización
laboral, es decir, la creación de pequeñas empresas cuyos trabajadores
precarizados hacen el trabajo de las grandes empresas que no quieren
contratar personal directamente, con el objetivo de reducir los costos
de producción y evadir la relación laboral directa. Así, las grandes
empresas magnifican su ganancia. Por ello la mayoría de los países
latinoamericanos tienen profundizada la lógica del emprendimiento, que
se expresa en la informalidad laboral, el trabajo ambulante/callejero y a
través de las ‘nuevas formas de trabajo’ que generan autoexplotación y
autoalienación (que serán analizadas en el siguiente apartado).
Esa conducta del orden capitalista
llamada ’emprendedorismo’, que rompe las mediaciones grupales de las
luchas por los derechos, que reafirma en la subjetividad la
competitividad y la desigualdad como formas de lograr las aspiraciones
individuales, resulta un arma electoral efectiva, como lo expresa Jorge
Alemán: “El neoliberalismo, en su intento de lograr una nueva forma de
vivir, transforma a los trabajadores en emprendedores de sí mismos y, al
mismo tiempo, es una fábrica de deudores… una razón para que los
votantes pueden llegar a sufragar en contra de sus propios intereses
materiales”[viii].
Homework y autoexplotación
Las transformaciones en el mundo del
trabajo’ tienen, en esta etapa del capitalismo, una capacidad de
transferencia inédita. Ahora bien, esas formas en cómo se replican
visiones del trabajo de una latitud a otra, y la velocidad en que lo
hacen -como puede ser la incorporación de tecnologías- depende de las
estructuras socioeconómicas sobre las que se asientan. Por ejemplo, los
servicios de ‘trabajo a través de las Apps’, que en su casi absoluta
mayoría operan con jóvenes, pero que hasta hace unos años tenían una
presencia no significativa en América Latina (en términos absolutos, a
excepción en Colombia, México y algunas ciudades de Brasil) ha tenido un
desarrollo fuertísimo en los dos últimos años, especialmente en Buenos
Aires (Argentina).
A este fenómeno, para el caso, hay que
entenderlo en el marco de otros fenómenos, como la descaracterización de
la estructura normativa laboral del país. Argentina siempre fue,
comparativamente con otros países de América Latina (salvo Uruguay en
determinadas épocas), el país con mayor proporción de mercado laboral
formalizado y con una fuerte presencia del sindicalismo en la disputa
por las posiciones de los derechos de los trabajadores.
En los años de gobierno de Mauricio
Macri, además del recorte y los despidos de los funcionarios públicos
del inicio de su mandato (diciembre del 2015), la creación de empleo
privado ha sido muy escasa, al compás de una marcha macroeconómica de
visibles deterioros sociales. Cada vez menos empleo estable y de mediano
plazo: hoy en día hay un 40% de los argentinos que trabajan que son
monotributistas, una situación curiosa para el país. Si a esta
circunstancia general se le suma, para el caso de la ciudad de Buenos
Aires, la migración (temporaria o estacional, eso se verá con el tiempo)
de diversos orígenes, incluso desde otros países de América Latina, las
condiciones de ‘disponibilidad laboral’ encuentran singularidades que
explican la proliferación de las Apps de mensajería como Rappi, Glovo,
Pedido Ya, Treggo, IFood, entre otras; en menos de un año, el paisaje
socio-laboral de la capital argentina se ha transformado de manera
significativa.
Esta forma de empleo es propia de
ciudades grandes, no sólo porque allí hay una concentración de segmentos
de este tipo de ‘disponibilidad laboral’ –según otras descripciones, en
otras ciudades, como Bogotá, San Pablo o Santiago de Chile, hay
situaciones parecidas- sino porque, además, allí hay una estructura de
desarrollo para consumos variados, segmentados, posibles de ser
transferidos por estas vías. Esta ‘uberización’ del trabajo, donde la
conexión se establece mediante una plataforma que se administra desde el
celular, con pagos por trabajo realizado, en su mayoría en depósitos de
cuenta bancaria con posterioridad a la certificación de la entrega
(incluso el pago puede darse por completo una vez cumplido el mes) viene
impulsado, al mismo tiempo, por toda una ideología empresarial que
destaca la supuesta libertad horaria para el empleado y la correlación
de que sus montos dependen de la ‘capacidad de disponibilidad’ para con
ofrecerse como trabajador.
Sin entrar en interpretaciones genéricas
-aunque ya comienza a haber un acervo de estudios sobre los impactos
subjetivos de esta forma de trabajo- lo que sí debe ser destacado es el
siguiente detalle: todas las circunstancias asociadas a la explotación
del trabajador (sea por plusvalía absoluta o relativa, en las fórmulas
clásicas de análisis) ahora se colocan indisociablemente bajo un nuevo
paradigma de ‘autoexplotación’ y ‘autoalienación’, cuestión que trae
otras consecuencias e impactos en lo que respecta a la construcción de
las formas de la ciudadanía y la internalización del mundo social, sobre
todo para los segmentos juveniles.
A los cambios propios de desagregación
de las formas tradicionales de vida colectiva, las heterogeneidades
sociales y la presencia (y abuso) de las tecnologías como vehículos de
socialización, debe sumarse ahora la introducción del celular como
intermediario de la propia ‘reproducción social de la existencia’, bajo
la forma de un empleador abstracto y sin tiempos de descanso, ni
cobertura social, ni sindicalización, ni margen de negociación colectiva
de ningún tipo. El efecto más corrosivo de esta modalidad de trabajo
para los jóvenes latinoamericanos es respecto de qué es lo que ellos y
ellas terminan construyendo como idea de sociedad como conectividad más
general. Estas formas refuerzan una percepción juvenil: la
‘fetichización del instante’, en la que se pierde el vínculo entre los
diversos momentos de la vida social -histórica y presente-, económica y
política.
La ampliación de los ‘trabajos a través
de las Apps’, y sus potencialidades de expansión, más allá de los
juicios valorativos que se podrían hacer sobre el asunto, debe ser
comprendida en el marco de la consolidación de otros dos fenómenos no
siempre vinculados, pero que contribuyen al fenómeno: los ‘freelancer’ y
el ‘trabajo desde la casa’, éste último que amplía la brecha de género,
ya que para las mujeres trabajar desde casa tiende a reforzar la
reproducción del trabajo femenino no remunerado[ix].
Si bien es cierto que el ‘trabajo desde la casa’ engloba varios tipos
de trabajo, éste es indicativo para comprender las tendencias en curso
en los países latinoamericanos, en relación con la cuestión de
enraizamiento de las formas tecnológicas en la empleabilidad, y en el
consumo. Así, por ejemplo, lo que usualmente no se pondera debidamente
(puesto que la mayoría de las veces los datos para América Latina sobre
empleo suelen utilizar las aproximaciones de modalidades pretéritas de
trabajo) es que en los países latinoamericanos hay un desarrollo bien
extendido del fenómeno de la interconexión de las actividades[x].
- Brasil y Argentina son los países que están a la vanguardia en el teletrabajo en la región. En 2015 los expertos revelaron que, tras 12 años de gestión en pro de esta modalidad laboral, Argentina ha visto resultados importantes, llegando a más de un millón de personas que tienen alguna forma de oficina en hogares.
- Perú, por su parte, tiene una relativamente reciente legislación sobre el teletrabajo, y hay varios tipos de incentivos y estrategias para que los empleados puedan trabajar desde sus casas.
- Chile cuenta con una legislación pionera en la región: el Código de Trabajo fue modificado en el año 2001 y ya regula legalmente el teletrabajo.
- En julio de 2008 acontecieron casi simultáneamente dos hechos importantes al respecto: uno de ellos fue la sanción de la Ley de Promoción del Teletrabajo en Colombia, que reglamenta la cuestión tanto para los trabajos en relación de dependencia como para los independientes; el segundo fue el Decreto del Ejecutivo de Costa Rica, que propicia el teletrabajo para las instituciones públicas.
- Uruguay ha tenido un avance notable en esta materia. No es casualidad: países pequeños con una alta emigración y una gran experiencia en el mercado de software, encuentran en esta modalidad un mundo de oportunidades que empiezan a aprovechar para el teletrabajo con productos o con servicios.
Esta interconectividad en expansión
también ha aumentado el tipo de modalidad de ‘freelancer’, forma de
contratación flexible que debe ser entendida como un antecedente del
‘trabajo a través de las Apps’. Hoy en día, el panorama laboral es de un
progresivo aumento de los ‘freelancer’, con la distorsión que esto
genera, incluso respecto de los entrecruzamientos de los mercados
laborales de cada país
- Argentina es el país donde se pagan los ingresos por hora más altos, sobre todo en el área de diseño, en la que la diferencia es muy notable.
- México es el segundo país en nivel de ingresos, en el que destaca el mercado del marketing.
- Brasil tiene valores hora más bajos, comparados con Argentina y México, pero tiene la mayor dispersión de datos con más ‘freelancers’ con ingresos en todos los rangos.
La dirección de estas ‘metamorfosis en
el mundo del trabajo’ en nuestro continente indican que la
autoexplotación parece ser una trayectoria que tiene todos los elementos
dispuestos para extenderse como tendencia. Si bien todavía hay algunos
aspectos propios de la “sociedad del rendimiento” –según la categoría
del pensador Byung-Chul Han– que no se manifiestan como tales en
nuestros países, la subjetividad de las y los jóvenes en los nuevos
mercados de trabajo latinoamericanos ya parecieran perfilarse según un
atributo de los tiempos: una autodisciplina laboral superpuesta con un
desvanecimiento de la consciencia de la necesidad de reglas para el
mundo del trabajo[xi].
A modo de cierre
El panorama para la juventud
latinoamericana es poco auspicioso, por lo que compone como
subjetividad. Algo que siempre ha estado presente en las sociedades
perifericas en formas a veces más directas del carácter corrosivo del
capitalismo. Esta nueva subjetividad es materia para las campañas de las
derechas, que alientan la precariedad laboral mientras prometen ascenso
social como un ejercicio de voluntarismo.
En Latinoamérica uno de cada cinco
jóvenes menores de 24 años se encuentra desocupado -el 19,5%-. Esta tasa
de desocupación representa el triple de la existente en los mayores de
25 años. Y en la tasa de ocupación destacan la informalidad, la
precarización y tercerización derivadas de la lógica del emprendedorismo
y las nuevas formas del trabajo. Un asunto a resaltar, pues las
mediaciones de orden organizacional derivadas del trabajo se han
desvanecido o están por encontrarse.
Cómo deciden los jóvenes su voto y cómo
se relacionan con la política, son cuestiones aun no resueltas debido a
la heterogeneidad de las subjetividades juveniles y las formas de
resolución de sus intereses y necesidades en un escenario de
incertidumbre en el que donde la desigualdad, la autoexplotación y la
autoalienación definen la utopía de segmentos de la población pobre y
desempleada, que siguen buscando una opción sobre la tierra.
[ii] https://www.clarin.com/mundo/votantes-jair-bolsonaro-brasil-jovenes-educados-mayores-salarios_0_rkgQnl7um.html
[iii] https://www.msn.com/es-co/noticias/nacional/los-candidatos-colombianos-cortejan-el-voto-joven-a-tres-d%C3%ADas-de-las-elecciones-presidenciales/ar-AAyFseV
[iv]https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/10/quic3a9n-paga-el-e2809cbienestare2809d-en-el-estado-de-bienestar.pdf
[v] http://www.theclinic.cl/2017/08/07/psicologa-inglesa-experta-trabajo-neoliberalismo-nos-obliga-emprendedores/
[viii] https://www.tiempoar.com.ar/nota/jorge-aleman-el-neoliberalismo-transforma-a-los-trabajadores-en-emprendedores-de-si-mismos-y-es-una-fabrica-de-deudores
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