
11 min. lectura
[i] https://www.rcnradio.com/judicial/con-tutela-buscan-revivir-mocion-de-censura-contra-ministro-carrasquilla
[ii] https://www.semana.com/nacion/articulo/francisco-santos-embajador-en-eeuu-habla-de-glifosato-jep-y-venezuela/582596
[iii] https://www.colectivodeabogados.org/Impacto-de-las-fumigaciones-aereas
[iv] https://www.dane.gov.co/files/images/foros/foro-de-entrega-de-resultados-y-cierre-3-censo-nacional-agropecuario/CNATomo2-Resultados.pdf
[v] https://uniandes.edu.co/es/noticias/desarrollo-regional/avances-y-retos-de-la-implementacion-de-la-reforma-rural-integral
[vi] https://www.vanguardia.com/colombia/448493-duque-afirmo-que-no-aspira-a-reeleccion-ni-a-extension-de-periodos
Los
cien primeros días del mandato del presidente Iván Duque han sido
bastante movidos y no han escapado a los debates. Con más continuidades
del mandato santista que las previstas y fuertes intentos de llevar al
Estado y a la opinión pública a sostener posiciones más conservadoras
con medidas de corte punitivo,
el liderazgo de quien fuera el heredero el de Álvaro Uribe se muestra
enclenque y cuestionado hasta por sus propios copartidarios.
En la intensa campaña que precedió su
elección se evidenciaban algunas tendencias con las que el Centro
Democrático pretendía gobernar: buscando reformar la Justicia, reducir
impuestos a los capitales concentrados y supeditar las grandes
decisiones al verticalismo del senador y expresidente Uribe. La
inexperiencia de Duque y las ansias de poder de su mentor indicaban que
el nuevo presidente no tendría mucho margen para gobernar con criterio
propio, en un contexto político de amplio descontento social expresado
en la votación por el progresismo, y con una derecha desalineada de un
sólo liderazgo, a diferencia del mandato uribista en la primera década
del siglo.
De allí la importancia de conocer cuáles
son las características de un Gobierno uribista sin mayorías
calificadas en el Parlamento, con una significativa oposición y con un
liderazgo bicéfalo. Se pueden ya mostrar algunos ejes y prioridades del
Gobierno y las las líneas de cambio o de continuidad en relación con
varios aspectos de la política del periodo dirigido por Juan Manuel
Santos.
El gabinete
La selección del equipo ministerial fue
el primer mensaje del recién electo presidente: un gabinete paritario y
tecnocrático fue el relato que buscó instalar en la opinión pública. Sin
embargo, la selección de los funcionarios no fue del todo apolítica,
como se quiso presentar. Contrario a ello, estuvo muy vinculada a las
huestes del uribismo y del conservadurismo. Además, fue una oportunidad
para resarcir al sector del empresariado que lo apoyó
en bloque durante la campaña electoral. En definitiva, los ministerios
de primer nivel pasaron a estar ocupados por veteranos uribistas,
algunos muy bien relacionados con el conservadurismo.
De este primer anillo destaca el
ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, hoy en el ojo del huracán,
después de que se debatiera en la Cámara de Representantes su moción de
censura, por estar señalado de enriquecerse y empobrecer a 117
municipios mediante una operación financiera conocida como los ‘bonos de
agua’, cuando era ministro de Hacienda en el Gobierno de Álvaro Uribe
(2003–2007). Si bien el debate en la Cámara fue favorable al actual
ministro, las acciones de la oposición para poder avanzar por la vía de
la moción siguen su curso[i].
En segundo lugar, estarían los perfiles
tecnócratas que, aunque reflejan un alto nivel profesional y experticia
(en buena parte de los casos) son, en su mayoría, una apuesta favorecedora del sector privado (empresariado y universidades) y de los organismos no gubernamentales.
La relación de Duque con el Centro Democrático
Las primeras alarmas en el Centro
Democrático se encendieron con la selección del gabinete de ministros,
en la que algunos representantes del uribismo no se sintieron
identificados. Criticaron del equipo ministerial su desideologización,
es decir, la escasa presencia de cuadros uribistas. A pesar de que buena
parte de las carteras más importantes fueron repartidas entre políticos
del Centro Democrático, para la interna la repartición de cargos
resultó insuficiente. Las críticas de la interna partidaria también
provienen del principal mentor del presidente, Álvaro Uribe, quien
manifestó con vehemencia su oposición a la consulta anticorrupción que
el presidente Duque suscribió. Del mismo modo hizo público el rechazo a
la reforma tributaria que impulsa el Gobierno, entre cuyas implicaciones
destaca la aplicación del IVA a la canasta familiar, una reforma contra
la que también se han unido diversos actores políticos, entre los que
se encuentran Germán Vargas Lleras y Gustavo Petro.
Diplomacia en franco retroceso
Las relaciones exteriores, con Carlos
Holmes Trujillo a la cabeza, se han desarrollado con una agenda incómoda
para el Gobierno, pues buena parte del andamiaje internacional creado
por Santos para respaldar el acuerdo de paz se ha mostrado activo para
defender lo que queda del pacto e impedir que dichos esfuerzos terminen
en una nueva y caótica guerra. La ONU y algunos países europeos han
marcado con fuerza ese límite; en esa vía, Duque se ha refugiado bajo
las alas de los Estados Unidos con el riesgo de ser arrastrado en las
excéntricas decisiones del Gobierno de Donald Trump. Las intensas
visitas antes de su posesión y las recientes visitas del Secretario de Defensa y jefe del Pentágono James Mattis, así lo confirman.
Plegarse a la agenda republicana de los
EE. UU. ha significado un giro en algunos asuntos. El más claro consiste
en volver a implementar la política punitiva en la lucha contra los
cultivadores de hoja de coca, con la persecución judicial y la
fumigación con glifosato, acabando con los intentos del anterior
Gobierno para aceptar un plan integral de sustitución concertada, con
beneficios para el campesinado. En estos pocos meses, se negó tal
oportunidad al país y estamos de regreso en la vieja y desgastada
política represiva, que no significó ni la reducción de las hectáreas de
hoja de coca cultivadas, ni la resolución del problema de la economía
transnacional del narcotráfico. Se trata de una política que significa
combustible para el conflicto armado interno.
El otro asunto, utilizado como
herramienta de búsqueda del apoyo interno y relacionada con la política
exterior de EE. UU., es el papel de la Cancillería colombiana en las
relaciones con el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, por
medio de la promoción de un ambiente de intervención y de aumento de
sanciones económicas en contra del país bolivariano. Así lo puso de
manifiesto nuevo embajador de Colombia en Washington, Francisco Santos,
quien en su primera entrevista como embajador se mostró favorable a la
presión internacional al país vecino[ii].
La agenda de paz (o de guerra) del Gobierno
El Centro Democrático, el partido al que
pertenece el presidente, siempre estuvo en contra del acuerdo de paz
entre el Estado y las FARC. Un planteamiento que, durante la campaña,
Duque tuvo que matizar por el amplio respaldo ciudadano al acuerdo,
diciendo que él sí estaba de acuerdo con la paz, pero que en su mandato
modificaría lo que “se había hecho mal” en las negociaciones de La
Habana. El Gobierno junto a los partidos que lo apoyan en el Congreso,
aliados con Cambio Radical y una parte del Partido Liberal, están
abocados a cambiar la Justicia Especial para la Paz, que es el centro del acuerdo en materia de garantías jurídicas, de verdad y de justicia.
Además, a dos años de pactado el
acuerdo, los avances en la reforma rural integral son escasos. Ello
quiere decir que el grave problema de conflictos en la ruralidad, la
pobreza y la tendencia de concentración de tierras y capitales en el
campo se mantendrán. Esas medidas, de concretarse, dejarán abiertas las
posibilidades para que se multiplique la violencia, quizás con nuevos
actores que, de forma caótica, desafiarán estas situaciones (tal y como
ya viene ocurriendo en varias partes del país), alentando un escenario
anárquico y de guerra que sólo conviene a los intereses de sectores que
se benefician con ella.
Agenda antiderechos
Duque está imponiendo una agenda
antiderechos como parte de una estrategia de derechización de la
sociedad y de afianzamiento de su electorado ultraconservador, exaltando
los sentidos comunes en contra del consumo de sustancias psicoactivas,
en contra de los feminismos, de las diversidades sexuales y volviendo a
incluir en las escuelas la mano de las iglesias (de los políticos
católicos y neopentecostales que hacen parte del Gobierno). En ese
camino se posiciona con un discurso populista punitivo, que consiste en
promover medidas inocuas orientadas a la punición, frente a la
generación de respuestas amplias a problemas que son estructurales, como
es, por ejemplo, el tratamiento del consumo de sustancias psicoactivas,
que requiere –más allá de confiscar la dosis mínima– un tratamiento
integral que comprenda el consumo de droga como un problema de salud
pública.
Esa agenda punitiva de Duque es mucho
más que una desesperada carrera para impedir el descenso de su imagen en
las encuestas o para satisfacer a un sector de su Gobierno. Escenifica
el inicio de un periodo que pretende mellar las bases ciudadanas, libres
de clientelismo, con las cuales se enfrentó en las pasadas elecciones
en una contienda inusual que tuvo como protagonista un discurso
progresista. Las claves para impedir un triunfo de las fuerzas
progresistas en las elecciones municipales en el 2019 parecen estar
cimentadas en el autoritarismo del ‘Estado de opinión’ y del populismo
punitivo. Sin embargo, el aliento de la movilización social se está
sintiendo con fuerza de la mano del estudiantado que puede impedir el
rumbo autoritario hacia el pasado.
La ruralidad: una contrarreforma anticipada
Como ya se indicaba, la política
antidrogas del Gobierno de Duque se basa en la vieja doctrina de atacar
el eslabón más débil de la economía transnacional del narcotráfico: los
cultivadores. Sin tener en cuenta los graves daños ambientales, se están
impulsando: 1) la fumigación con glifosato, que no sólo envenena las
plantaciones de hoja de coca, sino los acuíferos, afecta la fauna y las
condiciones de salud de las comunidades[iii]
y 2) la persecución a las familias que subsisten –sin otra alternativa–
por el cultivo de hoja de coca. Esto impacta en el aumento del valor de
las drogas en las calles de EE. UU. y la Unión Europea, los principales
consumidores del mundo y dónde se quedan las mayores ganancias de la
cadena de valor de ese comercio.
Esta práctica mantendrá a la ruralidad
en las históricas condiciones de miseria y la brecha campo-ciudad en
derechos como la educación, la salud, la movilidad, entre otras tantas,
como lo indica el Censo Nacional Agropecuario realizado en el 2015, que
era la base técnica para iniciar la implementación del acuerdo de
reforma rural integral[iv].
Dicha reforma preveía la formalización de tres millones de hectáreas de
tierras y la restitución de siete millones de hectáreas (en manos de
empresarios[v])
a las familias que fueron desplazadas forzadamente por el
paramilitarismo. También fomentaba la creación de escuelas, créditos
blandos y asistencia técnica, todo un entramado de acciones públicas que
no se pusieron en marcha durante el santismo y que con dificultad serán
tratadas por el Gobierno de Duque. Ello podría derivar en
movilizaciones, protestas y –como se ha dicho anteriormente– el reflote
de conflictos violentos en las regiones, donde a diario están asesinando
a líderes sociales prosustitución de cultivos de uso ilícito,
defensores del medio ambiente y de agrupaciones que apoyan la reforma
rural integral.
Luchas por el liderazgo de la derecha
Duque se ha mostrado débil ante su
partido, con salidas en falso en varios asuntos de política exterior, en
materia económica y con un liderazgo que parece no ser satisfacer las
expectativas de los sectores de poder, incluso en su partido. Se ha
iniciado una temprana e inusual carrera de liderazgos, en la que el
exvicepresidente Germán Vargas Lleras toma cada vez más preponderancia:
se apoya en el poder territorial que ostenta con siete gobernaciones,
una bancada numerosa en el Congreso y en la Fiscalía General de la
Nación, a su favor gracias a su socio político, el fiscal general Néstor
Humberto Martínez.
Duque, conocedor de esa temprana disputa, ha declarado que no aspira a un nuevo periodo como presidente[vi]
y está tratando de encontrar estabilidad para gobernar en estos cuatro
años que se avecinan. Para cumplir este objetivo, impulsa una agenda
conservadora en lo político y neoliberal en lo económico, con
propuestas como eliminar los impuestos a las grandes empresas y ampliar
la base tributaria para que paguen más los trabajadores con el IVA a la
canasta familiar. Una línea de política que ya ha encontrado
resistencias en la ciudadanía movilizada, que se adscribe a la agenda
del progresismo y que se erige como principal amenaza contra los
partidos y élites tradicionales que no resignan su pretensión de
continuar gobernando en los departamentos, los municipios y continuar en
el 2022 sin ningún sobresalto.
[i] https://www.rcnradio.com/judicial/con-tutela-buscan-revivir-mocion-de-censura-contra-ministro-carrasquilla
[ii] https://www.semana.com/nacion/articulo/francisco-santos-embajador-en-eeuu-habla-de-glifosato-jep-y-venezuela/582596
[iii] https://www.colectivodeabogados.org/Impacto-de-las-fumigaciones-aereas
[iv] https://www.dane.gov.co/files/images/foros/foro-de-entrega-de-resultados-y-cierre-3-censo-nacional-agropecuario/CNATomo2-Resultados.pdf
[v] https://uniandes.edu.co/es/noticias/desarrollo-regional/avances-y-retos-de-la-implementacion-de-la-reforma-rural-integral
[vi] https://www.vanguardia.com/colombia/448493-duque-afirmo-que-no-aspira-a-reeleccion-ni-a-extension-de-periodos
No hay comentarios:
Publicar un comentario