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El encuentro incluye charlas como 'contra el patriarcado, contra el fascismo', 'descolonizar el mundo', 'capitalismo, neoliberalismo y crisis de la democracia' |
En las grandes
ciudades hay tantos encuentros internacionales que sus habitantes
terminan por no darle importancia a ninguno. Este 30 de noviembre se
reúnen en Buenos Aires los presidentes del G20, pero en la lista de
prioridades de los porteños el encuentro está muy por detrás del partido
Boca-River del 24 de noviembre.
Por primera vez en la historia,
los legendarios rivales del fútbol argentino se juegan este sábado la
Copa Libertadores. Como dice con una sonrisa José Campos, fotógrafo y
encargado de un estanco en el barrio de San Telmo, "en Buenos Aires el
24 de noviembre se acaba el mundo, ¿a quién le importa el G20? Acá lo
que importa es la final de la Libertadores".
Campos no espera
grandes novedades del G20, pero el fútbol no es su único interés. Como
muchos argentinos con un historial de militancia en la izquierda,
también está pendiente de la "contracumbre" que comienza este lunes en
Buenos Aires. Con el título 'Primer Foro Mundial de Pensamiento
Crítico', la asamblea bianual del Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales (CLACSO) se ha convertido en una especie de cumbre alternativa
al G20 por el enfoque de los temas y por la participación de varios
expresidentes de la pasada ola progresista de la región.
Cristina
Fernández de Kirchner, de Argentina; Dilma Rousseff, de Brasil; José
Mujica, de Uruguay; y Ernesto Samper, de Colombia, están entre los
expresidentes de la contracumbre. No son los únicos políticos de perfil
alto: el actual vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, y el
candidato del Partido de los Trabajadores derrotado por Jair Bolsonaro en las presidenciales de Brasil, Fernando Haddad, también participarán en la asamblea.
Con títulos como 'contra el patriarcado, contra el fascismo',
'descolonizar el mundo', 'capitalismo, neoliberalismo y crisis de la
democracia', las charlas en el programa de CLACSO también remiten a esa
idea de 'contracumbre' que los organizadores se resisten a aceptar.
Tienen argumentos para rechazar el mote: la asamblea se organiza
periódicamente cada dos años con el doble objetivo de renovar las
autoridades de CLACSO y de difundir los temas que se están investigando
en las Ciencias Sociales latinoamericanas. Pero también es cierto que
algunos de los centros pertenecientes a CLACSO se han quejado de la
presencia de disertantes cuya invitación parecía demasiado "política".
La charla de Cristina Fernández de Kirchner, posible candidata en las
presidenciales argentinas del próximo año, es el ejemplo más claro.
Las que sí reivindican su posicionamiento político sin espacio para las
dudas son las economistas detrás del Foro Feminista Contra el G20. Su
programa de charlas y seminarios coincide con el G20 y aborda, desde una
perspectiva feminista, temas como el poder de las corporaciones, el
capitalismo financiero y los cambios iniciados en el mundo del trabajo
con la aparición de la mal llamada economía colaborativa. En octubre ya
organizaron una performance en las calles de Buenos Aires contra el
Women 20 (W20), un grupo del G20 que dice luchar por una mayor
"participación de la mujer".
Según Agustina Paz Frontera,
directora de la publicación Latfem.org y miembro del Foro Feminista
contra el G20 desde el colectivo "Ni Una Menos", el objetivo de la
performance fue "revertir la apropiación que el neoliberalismo hace de
conceptos feministas como el empoderamiento y la autonomía". "Los usan
para defender lo que ellos llaman el futuro del trabajo, un futuro no
sindicalizado ni reglamentado por el Estado que se propone desde
plataformas tipo Uber para trabajar en casa sin derechos laborales ni
regularidad y añadiéndose a las tareas de cuidado y domésticas que
sabemos que las mujeres tienen a cargo".
El presidente de
Argentina, Mauricio Macri, tiene mucho interés en que salga bien la
cumbre del G20. Viene de anotarse un tanto con la organización de la
Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en
diciembre de 2017, que transcurrió sin incidentes pese a coincidir con
las masivas manifestaciones en Buenos Aires contra la reforma del
sistema de pensiones.
Según el sociólogo Gabriel Puricelli, del
Laboratorio de Políticas Públicas, a Macri le sirve organizar estos
eventos internacionales para conseguir apoyos en otros países: " La ayuda que logró en el FMI
fue gracias a que logró convencer a los gobiernos con mayor poder de
voto en el FMI y el Banco Mundial de que había que apoyar a Argentina".
Lo que Macri no entendió tan bien, dice Puricelli, es que la ayuda de
los organismos multilaterales de crédito "es solo la mitad de la tarea".
"Una cumbre perfecta del G20 suma poco en un contexto en el que las
agencias de rating están bajando la nota de la deuda argentina. Con
excepciones como el yacimiento petrolero de Vaca Muerta y los de litio
en el noroeste, los inversores están hoy pasando de largo por Argentina.
Y el G20 no va a cambiar eso". Según Puricelli, la Casa Rosada pecó de
ingenuidad al asumir que tener "un gobierno de derechas alcanzaba para
que los inversores del mundo vinieran a salvar a Macri, un gravísimo
error de diagnóstico".
Una de las consecuencias de ese error fue
la fuga de capitales de abril (3.939 millones de dólares en un solo mes,
la mayor de los últimos 17 años) y la gigantesca devaluación del peso
argentino: un euro pasó de comprar 25 pesos en abril a 47 pesos a
mediados de septiembre. Aunque en los últimos meses se ha detenido el
desplome y ha comenzado a revertirse parcialmente, la inflación que
produjo la devaluación se ha comido una parte importante del salario de
los argentinos. Según las estimaciones del economista Ricardo Aronskind,
del Grupo Fénix de la UBA, la pérdida en el poder adquisitivo de los
asalariados para este año será del 15%.
Este panorama ha afectado
gravemente a muchas pequeñas y medianas empresas que están cerrando o
despidiendo a sus empleados en lo que parece una tormenta perfecta:
pierden demanda por la caída de los salarios y sufren el
estrangulamiento financiero de los tipos de interés de hasta el 70% que
el banco central impuso para frenar el derrumbe del peso.
Para
alejar el fantasma de los disturbios y saqueos de fin de año, un período
tradicionalmente convulso cuando hay crisis económica en Argentina, el
Gobierno aprobó un bonus de 5.000 pesos argentinos (unos 215 euros) que
los empleados públicos y una minoría del sector privado recibirán en
diciembre. Una decisión tan buena como la de adelantar una semana la
final de la Libertadores para que no coincidiera con el G20.
El problema es que si el Gobierno sigue permitiendo subidas en el precio de la luz y del gas, como pide el FMI,
y asfixiando financieramente a las pymes, como piden los capitales
especulativos, no habrá final de la Libertadores ni bonus capaz de
evitar que aflore el malestar. Como dice Aronskind, "si siguen
desmoronándose los ingresos del 70% de la población las protestas
podrían ocurrir en diciembre, en febrero, ahora, o en cualquier
momento".
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