El libro, símbolo del conocimiento y la información, está bajo asedio una vez más
Después de tantas
evidencias sobre los alcances de la guerra contra la información y el
acceso a la educación y la cultura, no sorprende que en Guatemala el
grupo empresarial organizado haya encontrado la manera de entorpecer una
de las actividades culturales más importantes, atacando a la Gremial de
Editores y pretendiendo apoderarse de los derechos legales que le
otorgan la propiedad de la Feria Internacional del Libro en Guatemala.
De este modo se unen al concierto orquestado por los poderes del Estado
contra todo cuanto represente un espacio de libertad cívica.
Quizá
los editores nunca previeron que su pertenencia a la Cámara de Industria
pusiera en peligro uno de sus eventos más emblemáticos. Sin embargo,
las acciones del sector empresarial aglutinado bajo la sombra del Cacif
ya podían anunciar hasta dónde este grupo de poder es capaz de llegar
para neutralizar toda acción tendente a fortalecer la educación y la
cultura. De este modo garantiza la continuidad de su enorme influencia
en decisiones de Estado y crea las condiciones ideales para someter a la
ciudadanía a un régimen de privaciones intelectuales y por tanto
analíticas, afín a sus intereses.
La Feria Internacional del
Libro en Guatemala, Filgua, ha representado durante 18 años un centro
único de difusión de la lectura en un país con bajos índices de
escolaridad y fuertes limitaciones para el desarrollo intelectual y
cultural de su población. En este escenario de encuentro entre lectores y
autores, entre editores y artistas, ha fluido un creciente interés del
público por establecer una conexión más íntima con los libros y lo que
estos le ofrecen. Por sus salones desfilan miles de niñas, niños y
jóvenes cuyo contacto previo con la literatura ha sido casi inexistente
debido a los pobres niveles del sistema educativo, encontrando en Filgua
un rico filón de entretenimiento y aprendizaje.
Las intenciones
de los empresarios interesados en quitar los derechos de la
organización de Filgua a los editores que la crearon no pueden ser más
transparentes: revertir la influencia del evento hasta anularlo del
todo. Esto, porque al sector empresarial organizado le inquieta y
estorba cualquier iniciativa educativa que escape de su control. Porque
una sociedad desinformada y muda es mucho mejor que una intelectualmente
activa y atenta al quehacer económico y político de su nación. Porque
ya llevan varios siglos de silenciarla no van a permitirle expresarse
libremente. Porque les asusta el libro, ese temible fantasma de papel.
Quienes hemos tenido algún nivel de participación en la Feria –como
expositores, presentadores de libros o simplemente como compradores-
comprendemos bien hasta qué punto la apertura del conocimiento a las
capas más jóvenes y menos privilegiadas de la población puede incidir en
una ciudadanía mucho más consciente de su papel. Esos salones cada vez
más llenos de visitantes reflejan un interés creciente por el acceso a
la lectura y un evidente rechazo a las limitaciones impuestas por un
sistema medieval y caduco de gobierno, cuyas prioridades se alejan cada
vez más de las del pueblo.
Las voces de protesta por esta
maniobra ilegítima de la Cámara de Industria de Guatemala deben ser
escuchadas y acompañadas por una defensa activa de este importante
evento cultural. Resulta casi risible que un sector históricamente
opuesto a la educación y el crecimiento cultural de su país pretenda
adueñarse de esta iniciativa justo cuando está alcanzando los mejores
indicadores de éxito, asistencia de público y venta de libros. Filgua es
patrimonio cultural y debe continuar siéndolo.
Blog de la autora: www.carolinavasquezaraya.com
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