De Honduras a México pasando por Chile
El presidente hondureño
Hernández que modificó a Constitución para reelegirse parece que se
quedó con las ganas. En efecto, ante la protesta popular masiva que
ignoró los toques de queda y ocupa las calles y ante la insubordinación
de la policía que se niega a reprimir y fraterniza con los
manifestantes, acaba de declarar que está dispuesto a revisar todas las
urnas de todas las casillas.
El gobierno no pudo hacer intervenir al
ejército para detener a los policías rebeldes e intentar acabar con las
enormes manifestaciones porque teme que no le responda. Ante eso,
Francia planteó la necesidad de revisar la elección, el Departamento de
Estado expresó su “preocupación” (léase dio marcha atrás en su respaldo
al golpismo ante el peligro de una revolución) y un sector de la
burguesía rechaza la peligrosa represión porque sabe que Manuel
Zelaya-Nasrulla son moderados y conciliadores y podrían frenar una
protesta popular que corre el riesgo de escapárseles de las manos.
Es probable, por lo tanto, que la movilización resulte exitosa lo que
sentaría un precedente internacional y tendría gran influencia en
México, donde la candidatura de López Obrador encabeza las encuestas,
incluso en el caso de una coalición PAN-PRD etc.
Los planes que
encaran en México la repetición de los fraudes de 1988 y 2006, ante la
posibilidad de un levantamiento popular en México, podrían incluir un
plan B junto con la represión militar inicial. Porque México con sus 110
millones de habitantes es un problema interno de Estados Unidos, a
diferencia de Honduras, que tiene sólo nueve millones de personas, casi
la mitad niños, y tiene importancia estratégica sólo en su región.
Dicho plan consistiría en reconocer un eventual triunfo de López
Obrador si no hubiese otra opción para frenar y contener un estallido
social, así como la dictadura militar argentina que había derribado a
Perón en 1955 en Argentina lo llamó de vuelta en 1974 para reprimir a
los trabajadores peronistas y tratar de acabar con las huelgas y las
ocupaciones de fábricas.
Simultáneamente con las luchas en
Honduras, el gobierno venezolano derrotó a los golpistas y los obligó a
reconocerlo de hecho participando en las elecciones de gobernadores y en
las municipales, dividiendo así a la oposición entre legalistas y
golpistas, y obligó a la MUD a sentarse en una mesa de negociaciones en
la República Dominicana, dándole así un duro golpe a la feroz campaña de
prensa que lo calificaba de dictador. Al mismo tempo encarceló a
figuras económicas importantes de la burguesía estatal corrupta, ganando
algo de popularidad lo cual le permitiría obtener su reelección.
Mientras tanto en Chile el FA deja a sus votantes escoger entre dar su
apoyo al socialdemócrata Alejandro Guillier (una versión desdibujada de
Michelle Bachelet) o abstenerse, como se abstuvo en la primera vuelta de
la elección presidencial el 54 por ciento de los electores. Ese apoyo
de un sector radical y juvenil posiblemente le permitirá a Guillier
vencer a la alianza pinochetista encabezada por Sebastián Piñera, el
hombre más rico de Chile.
¿Se esboza así un giro hacia la
izquierda después del derrumbe inglorioso de los gobiernos
“progresistas”? ¿Logra resultados la intervención popular, como en
Honduras, o la resistencia electoral de sectores más radicales que los
dirigentes del centroizquierda, como Maduro o Guillier?
A mi
juicio, aún hay que ver qué pasa en Honduras y cuál es el resultado
inmediato de una eventual presidencia de la Alianza de la oposición. Hay
que ver igualmente si la gran mayoría de los votos del FA van a
Guillier o si muchos se abstienen y su Guillier-FA atraen parte de
quienes se abstuvieron porque consideran inútil votar o porque no
estaban de acuerdo con ningún candidato pero ahora temen el triunfo del
pinochetismo. Maduro, además, no ha abierto el paso a la participación
popular ni ha resuelto la crisis económica que ha reducido brutalmente
los ingresos de los trabajadores y los más pobres y prácticamente
anulado la moneda. La leve mejoría en el nivel de precios del petróleo y
el pago de la deuda externa en petróleo o en la nueva moneda virtual le
darán al presidente más estabilidad, pero está lejos de tener la
popularidad de Chávez y, como éste mismo, de haber construido poder
popular.
Pienso, por lo tanto, que las masas están dando
algunos pasos adelante en su contraofensiva y que su resistencia ha
elevado el nivel de conciencia y de independencia de algunos sectores
radicales, pero que todavía persiste la relación de fuerzas desfavorable
y faltan direcciones revolucionarias y socialistas preparadas y
organizadas. Como dicen los franceses, “quien viva, verá”.
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