Immanuel Wallerstein
En este momento el
mundo entero ya sabe que en uno de los estados más conservadores de
Estados Unidos, un demócrata, Doug Jones, derrotó al juez Roy Moore, el
candidato republicano, en una elección especial por el escaño vacante.
En el análisis que casi todo mundo hace del resultado de la elección se la califica de
asombrosa,
una sorpresa, se dice,
un milagro, como parte de la larga lista de juicios sumarios semejantes.
En casi todos estos análisis se afirma que el gran perdedor es Donald
Trump. El único disenso de estas opiniones viene de unos cuantos
ultra-leales al presidente, pero sus palabras son consideradas, por lo
general, como esfuerzos no muy convincentes por limitar los daños.
Por supuesto que toda la gente en Estados Unidos y en el resto del
mundo quiere saber qué cambia, en la perspectiva de las elecciones
venideras de 2018 y 2020 en Estados Unidos, la muy inesperada victoria
demócrata; qué cambia en la fortaleza geopolítica de Estados Unidos. En
resumen, qué tan importante fue esta así llamada asombrosa sorpresa.
Revisemos qué favorecieron los principales actores estadunidenses
antes de la elección de Alabama y cuáles habían anticipado que serían
las consecuencias si Roy Moore era electo o si no lo elegían. No es
ningún secreto que el líder del establishment republicano,
encarnado en Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el
senado estadunidense, intentó de todas formas derrotar a Moore en las
primarias y, una vez que Moore ganó las primarias, distanció al Partido
Republicano de su asociación con la campaña de Moore.
Las motivaciones de McConnell eran claras. Por una parte, la campaña
de Moore intentaba ser un empujón importante encaminado a derrocar a
McConnell como líder de la mayoría. La esperanza de los simpatizantes de
Moore era empujar al Partido Republicano lo más a la derecha posible y
eliminar del poder político a cualquier republicano al que se
considerara moderado.
En esta elección de Alabama, el propio presidente Donald Trump se
entrometió dos veces. Primero, en la elección primaria respaldó (aunque
fuera débilmente) a Luther Strange contra Roy Moore. La segunda vez,
cuando Moore ganó la primaria, llamó a los votantes (y esto con fuerza) a
votar por él en contra del demócrata. Se entrometió dos veces y en cada
una de estas ocasiones su candidato perdió –lo que no es exactamente un
logro brillante.
Desde el punto de vista de McConnell y sus aliados, el resultado fue
el peor posible que hubieran imaginado. Los republicanos son ahora los
desvalidos en las elecciones de congreso en 2018 y hay muchas
posibilidades de que pierdan el control de ambas cámaras del congreso.
Peor aun, la brecha partidista en Estados Unidos se ha profundizado y
es poco probable que los republicanos retomen su fuerza en las zonas
suburbanas con las que antes contaban para ganar las elecciones.
Esto parece explicarse con la reacción de las mujeres ilustradas ante
la identificación del Partido Republicano con su viraje a la derecha y
ante los tuis de retórica misógina de Donald Trump. No es sólo Alabama.
Esto lleva ya algún tiempo. En los últimos años, los republicanos han
perdido votos en las zonas suburbanas en cada elección que haya ocurrido
a lo ancho del país.
Así, mientras el Partido Republicano tendrá que seguir
luchando a la defensiva contra este vaivén demócrata, los demócratas
seguirán luchando por mantener la unidad, entre sus líderes,
tradicionalmente centristas, y la base que puja agresivamente hacia la
izquierda, con poder renovado.
Lo que hizo la diferencia en Alabama fue que los demócratas
obtuvieron el voto –de los afroestadunidenses, de la gente joven, de
latinas y latinos, de votantes mujeres independientes, cuando muchos de
los que normalmente son votantes republicanos se quedaron en casa– a
causa de Moore y a causa de Trump. Este es un escenario que los
demócratas necesitan repetir en todas las elecciones venideras. El
consenso general es que pueden hacer eso, pero existe una duda
importante. ¿Pueden hacerlo con un margen lo suficientemente amplio como
para remontar la falsificación de los votos que se amontona contra
ellos?
Bien podría ser que lo que decidiera las siguientes elecciones
estadunidenses fuera la postura geopolítica de Estados Unidos
–primordialmente en el nordeste de Asia y en el sudeste asiático, en
gran medida islámico. Aquí Donald Trump es el actor clave. Él se imagina
lo suficientemente poderoso como para alterar la situación alardeando
con retórica militar y amenazas deliberadas. Esto es una total ilusión,
pero no frenará a Trump de actuar de modos muy peligrosos. Trump espanta
a casi todos los actores en ambas arenas porque temen, correctamente,
que Trump se rehúse a reconocer la decadencia del poderío geopolítico
estadunidense y su propio poder derivado.
En la medida en que la arrogante y errónea lectura de Trump de la
correlación de fuerzas real espante a la suficiente gente en Estados
Unidos, es más probable que afecte las elecciones internas en Estados
Unidos.
La actual posición estadunidense en los asuntos del mundo no se
originó con Trump. Es la continuación de políticas duraderas de Estados
Unidos, de Nixon a Bush y a Obama. Sin embargo, hay una diferencia
crucial. Trump está seguro de su poder ilusorio. Por lo menos sus
predecesores se preocupaban de contar de hecho con todo el poder que
quisieran. Esto es lo que los condujo a hacer un trato con Irán. Esto
los condujo a reanudar las relaciones con Cuba. Esto es lo que los
condujo a refrenarse de reconocer públicamente a Jerusalén como capital
de Israel. Trump intenta deshacer todas estas decisiones. Es totalmente
incierto que alguien en alguna parte lo refrene a él.
Pregunté qué tan importante es la elección de Alabama. En el corto
plazo, pienso que es muy importante. En un plazo más largo, sin embargo,
es meramente un bache en términos de la capacidad que tenga el mundo
para sobrevivir en medio de la decadencia estructural del sistema-mundo
moderno.
Traducción: Ramón Vera-Herrera
© Immanuel Wallerstein
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