Ana María Aragonés
El 4 de diciembre de 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas, proclamó el 18 de diciembre el Día Internacional del Migrante debido al número cada vez mayor de emigrantes en el mundo, situación que obligaba a buscarefectiva y plenamente proteger los derechos humanos de todos los migrantes y sus libertades fundamentales. Pasaron los años y el deseo de Naciones Unidas seguía sin cumplirse por lo que se realizaron nuevas reuniones, entre las que se destaca la Declaración de Nueva York del 19 de septiembre de 2016. Se adoptaron una serie de compromisos paramejorar la protección de los refugiados y migrantes y establecer el compromiso de los Estados Miembros para fortalecer y mejorar los mecanismos de protección de las personas que se desplazan. Se comprometieron a trabajar en la adopción de un Pacto Mundial sobre refugiados en 2018 y en un proceso de negociación de un Pacto Mundial para una migración segura, ordenada y regular que busca establecer una serie de principios, compromisos y entendimientos sobre la migración internacional.
Las intenciones y preocupaciones de la Organización de las Naciones Unidas son realmente plausibles, pero parecen seguir dando vueltas y proponiendo nuevos pactos y foros ante compromisos que siguen sin cumplirse y me temo que así seguirán. ¿Por qué?
En primer lugar me parece un error que el Pacto Mundial para la Migración segura, ordenada y regular se plantee comoun proceso separado, distinto e independiente del Pacto Mundial sobre Refugiadosa pesar de que ambos se ejecutarán al mismo tiempo. Creo que las diferencias que se señalan en el derecho internacional entremigrantes forzadosymigrantes económicos, debe superarse pues, puede que la raíz sea diferente pero el resultado es el mismo, es decir, una enorme vulnerabilidad. Todas estos migrantes son personas cuya única forma de realizarse como seres humanos es mediante el trabajo, justamente lo que en gran medida se les niega, sean refugiados o migrantes económicos. Da lo mismo que se produzcan por guerras, dictaduras, hambre, dificultades económicas, etcétera hay una nueva realidad que requiere darle nuevo contenido a los conceptos.
Por otro lado, tampoco se aborda el fenómeno como producto de una historia de expoliación y explotación no resuelta. Plantear compromisos y supuestas negociaciones sin poner sobre la mesa que esos países a los que la mayoría de los migrantes se dirigen y a los que quieren acceder son en gran parte los mismos que ejercieron una historia de violación de sus derechos humanos y de sus libertades fundamentales, de injerencias militares, etcétera y pretender que, sin mediar ni el más mínimo reconocimiento de esa historia, y por lo tanto de su posible superación, sea por generosidad, magnanimidad o de solidaridad que estén dispuestos a abrir sus fronteras, parece una misión imposible.
Lamentablemente no hay que irnos muy atrás, la historia de horror continúa en estos momentos. Por ejemplo en Libia, donde se está produciendo la tortura y abuso de miles de refugiados y migrantes detenidos por las autoridades migratorias, con la complicidad de los gobiernos europeos. El informeOscura red de connivencia en Libiaorganización con sede en Londres detalla cómo los gobiernos europeos apoyan activamente un sistema complejo de abuso y explotación de refugiados a cargo de la Guardia Costera libia, para evitar que la gente cruce el Mediterráneo (Baher Kamal).
Y como colofón habría que añadir por supuesto la retirada del impresentable Donald Trump del Pacto Mundial de la ONU.
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