Rubén Aguilar Valenzuela (*)
TEGUCIGALPA
- Un sector de la sociedad hondureña ve con esperanza y otro, con
recelo la tregua que han ofrecido las dos más importantes pandillas que
operan en el país, La Mara Salvatrucha y Barrio 18, que son
responsables de tres de cada 10 homicidios dolosos que ocurren en
Honduras. Los otros siete son cometidos por las bandas del crimen
organizado dedicadas al narcotráfico, según el gobierno.
Honduras,
con 8 millones de habitantes, es el país más violento del mundo, según
la ONU, con una tasa de 90 homicidios dolosos por 100,000 habitantes.
Sólo
para tener un referente, la de Colombia es de 40; la de Brasil, de 27,
y la de México, de 24 homicidios dolosos por 100,000 habitantes.
El
28 de mayo pasado, las pandillas hondureñas, siguiendo el ejemplo de
las salvadoreñas, pidieron perdón y ofrecieron al gobierno y a la
sociedad terminar con el reclutamiento y poner fin a sus actividades
delictivas, que comprenden el robo, la extorsión y el homicidio. Su
compromiso es “cero crímenes y cero violencia en las calles”.
Marco,
a nombre de La Mara Salvatrucha, también conocida como M13, en el
anuncio de su decisión, desde el Centro Penal de San Pedro Sula,
expresó que querían: “(Enseñar a la) sociedad que no somos monstruos, y
lo vamos a demostrar con hechos. Pero queremos que nos apoyen para
trabajar, para que podamos mantener a nuestros hijos. No más violencia,
queremos un cambio”.
El
obispo auxiliar de la diócesis de San Pedro Sula, Rómulo Emiliani, que
tiene más de 10 años trabajando en las cárceles hondureñas, ha sido un
factor determinante para que ocurra la tregua. Los integrantes de las
bandas reconocen que “sin el padre Emiliani no hubiera sido posible”.
Él piensa que el camino no será fácil y que “la paz vendrá lentamente.
Se necesitan dos generaciones para erradicar la violencia en Honduras,
pero éste es un buen paso”.
La
OEA ha jugado también un papel importante en este proceso y su
subsecretario de Seguridad Multinacional, Adam Blackwell, plantea que
“no hay una receta mágica, pero la estrategia de mano dura no ha
funcionado y aunque éste es un proceso frágil, hemos demostrado en el
Salvador que es posible”. En el caso de Honduras, a diferencia de El
Salvador, el cese de la violencia no surge de un acuerdo entre las
pandillas rivales, sino que se propone como un diálogo de éstas, cada
una por su cuenta, con el gobierno del presidente Porfirio Lobo, que
termina su mandato en enero del 2014. Las pandillas acordaron respetar
sus territorios mientras dure el proceso. El presidente Lobo reaccionó
a la tregua agradeciendo la mediación del obispo Emiliani y asumiendo
el compromiso de su gobierno en apoyar “en lo que sea necesario”. Los
líderes de las pandillas plantean: “Lo que queremos es trabajar”. El
reto para el gobierno es encontrar alternativas laborales para ellos.
La
tregua de las pandillas y la decisión del gobierno de dialogar con
éstas pueden convertirse en un paso importante para reducir los niveles
de violencia en Honduras. La supervisión del diálogo está a cargo, por
acuerdo de las partes, del obispo Emiliani y de Blackwell,
subsecretario de Seguridad Multinacional de la OEA.
(*) Columnista de ContraPunto
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