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miércoles, 12 de junio de 2013

La tregua de las maras

Rubén Aguilar Valenzuela (*)
TEGUCIGALPA - Un sector de la sociedad hondureña ve con esperanza y otro, con recelo la tregua que han ofrecido las dos más importantes pandillas que operan en el país, La Mara Salvatrucha y Barrio 18, que son responsables de tres de cada 10 homicidios dolosos que ocurren en Honduras. Los otros siete son cometidos por las bandas del crimen organizado dedicadas al narcotráfico, según el gobierno.
Honduras, con 8 millones de habitantes, es el país más violento del mundo, según la ONU, con una tasa de 90 homicidios dolosos por 100,000 habitantes.
Sólo para tener un referente, la de Colombia es de 40; la de Brasil, de 27, y la de México, de 24 homicidios dolosos por 100,000 habitantes.
El 28 de mayo pasado, las pandillas hondureñas, siguiendo el ejemplo de las salvadoreñas, pidieron perdón y ofrecieron al gobierno y a la sociedad terminar con el reclutamiento y poner fin a sus actividades delictivas, que comprenden el robo, la extorsión y el homicidio. Su compromiso es “cero crímenes y cero violencia en las calles”.
Marco, a nombre de La Mara Salvatrucha, también conocida como M13, en el anuncio de su decisión, desde el Centro Penal de San Pedro Sula, expresó que querían: “(Enseñar a la) sociedad que no somos monstruos, y lo vamos a demostrar con hechos. Pero queremos que nos apoyen para trabajar, para que podamos mantener a nuestros hijos. No más violencia, queremos un cambio”.
El obispo auxiliar de la diócesis de San Pedro Sula, Rómulo Emiliani, que tiene más de 10 años trabajando en las cárceles hondureñas, ha sido un factor determinante para que ocurra la tregua. Los integrantes de las bandas reconocen que “sin el padre Emiliani no hubiera sido posible”. Él piensa que el camino no será fácil y que “la paz vendrá lentamente. Se necesitan dos generaciones para erradicar la violencia en Honduras, pero éste es un buen paso”.
La OEA ha jugado también un papel importante en este proceso y su subsecretario de Seguridad Multinacional, Adam Blackwell, plantea que “no hay una receta mágica, pero la estrategia de mano dura no ha funcionado y aunque éste es un proceso frágil, hemos demostrado en el Salvador que es posible”. En el caso de Honduras, a diferencia de El Salvador, el cese de la violencia no surge de un acuerdo entre las pandillas rivales, sino que se propone como un diálogo de éstas, cada una por su cuenta, con el gobierno del presidente Porfirio Lobo, que termina su mandato en enero del 2014. Las pandillas acordaron respetar sus territorios mientras dure el proceso. El presidente Lobo reac­cionó a la tregua agradeciendo la mediación del obispo Emiliani y asumiendo el compromiso de su gobierno en apoyar “en lo que sea necesario”. Los líderes de las pandillas plantean: “Lo que queremos es trabajar”. El reto para el gobierno es encontrar alternativas laborales para ellos.
La tregua de las pandillas y la decisión del gobierno de dialogar con éstas pueden convertirse en un paso importante para reducir los niveles de violencia en Honduras. La supervisión del diálogo está a cargo, por acuerdo de las partes, del obispo Emiliani y de Blackwell, subsecretario de Seguridad Multinacional de la OEA.
(*) Columnista de ContraPunto

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