Emir Sader
En
la campaña electoral de 2010, Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma
Rousseff llegaron a hablar acerca de la posibilidad de convocar a una
Asamblea Constituyente exclusiva para efectuar la reforma política del
país.
Ellos tenían conciencia de que un Parlamento electo con base en el
financiamiento privado no se daría un tiro en el pie, aboliendo ese
mecanismo, para alinearse en la promoción del financiamiento público.
Pasadas las elecciones confiaron en que conseguirían aprobarlo
mediante negociaciones con los partidos, pero se encontraron con la
resistencia del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB),
especialmente en el tema del financiamiento público de las campañas
electorales: lo máximo que aceptarían sería que el mismo se aplicara
para cargos ejecutivos, sin conceder en el lugar privilegiado donde
negocian, los parlamentos.
Frente al fracaso inminente de la intención de hacer la reforma
política y ante la situación de falta de representatividad partidaria
en las movilizaciones de las últimas dos semanas, Dilma dio un paso
audaz: proponer el plebiscito para una Constituyente con el exclusivo
cometido de introducir reformas políticas.
Las movilizaciones de las últimas semanas confirmaron en Dilma la necesidad de una renovación del sistema político.
Aquellos
que participaban en las mismas no se reconocen como miembros de ningún
partido político, ni siquiera del que tradicionalmente participó y
lideró las movilizaciones –el Partido de los Trabajadores (PT)–, que en
esta oportunidad fue hecho a un lado por falta de confianza.
El plebiscito permitirá una elección sui generis –por ser
una Asamblea Constituyente exclusiva– que podrá elegir una bancada
renovada de parlamentarios. Además, abrirá el camino para remover los
obstáculos puestos por una estructura partidaria que favorece el
intercambio de favores, mediante el
arrendamientode partidos, que abunda actualmente.
En el más importante de los temas se incursiona en la vía del
financiamiento público, impidiendo que el poder del dinero continúe
siendo el determinante en la composición de un Parlamento que termina
controlado por lobbies de intereses privados.
Dilma retoma la iniciativa política, atiende las demandas populares
y sienta las bases para una renovación del sistema político brasileño.
Traducción: Ruben Montedónico
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