Julia Evelyn Martínez (*)
SAN SALVADOR
- En mi lejana adolescencia leí un carta de Ernesto Guevara a su
madre, que me dejó una impresión tan fuerte, como la que en mi niñez
me dejó la lectura de algunos pasajes del evangelio de Jesús de
Nazaret. La he releído recientemente en ocasión del elogio a la
moderación política que se ha puesto de moda entre políticos/a e
intelectuales de la autodenominada “izquierda moderna” salvadoreña.
La
carta en mención fue escrita en el año 1956 mientras el Che guardaba
prisión en México junto a Fidel Castro. En ella responde a los reclamos
de su madre sobre sus posturas radicales y extremistas que le estaban
dificultando las gestiones en favor de su liberación y que le hacían
temer a Doña Celia, que su hijo, terminaría siendo martirizado como un
nuevo Cristo. Frente a la solicitud de su madre de tener un poco de
“moderado egoísmo”, la respuesta del Che fue la siguiente: “No
sólo no soy moderado sino que trataré de no serlo nunca, y cuando
reconozca en mí que la llama sagrada ha dejado lugar a una tímida
lucecita votiva, lo menos que pudiera hacer es ponerme a vomitar sobre
mi propia mierda”. ¿Extremista, no? A lo mejor tan extremista, como la
respuesta que dio Jesús de Nazaret al joven rico que le pregunta qué
debía hacer para seguir sus enseñanzas: ¿Quieres seguirme? “Anda, vende
todo lo que tienes, entrégaselas a los pobres y entonces, sígueme”.
Cuando
se piensa en la vida, el sufrimiento y la muerte violenta de estos y
otros personajes comprometidos hasta las últimas consecuencias con
la causa de la justicia y la liberación de los pueblos, es imposible
imaginárseles optando por la moderación política en momentos cruciales
de su lucha contra la injusticia y la opresión. ¿Podemos imaginar a
Monseñor Romero aconsejándole a la población no salir a las calles para
protestar para no provocar la ira de los poderosos? ¿A Jesús de Nazaret
negociando con el Sanedrín un acuerdo político para moderar el tono
de sus denuncias y de sus enseñanzas? ¿Olympia de Gougas disculpándose
con Robespierre y aceptando que las mujeres no tenían derechos de
ciudadanía? ¿Salvador Allende moderando su discurso contra las
transnacionales y el imperialismo norteamericano ante la Asamblea
General de la ONU y ofreciéndoles en cambio mejores condiciones para
sus inversiones?.
En
estos tiempos del neoliberalismo, el discurso hegemónico del capital
está teniendo éxito en imponer un discurso político pro- sistema,
identificado como de “izquierda moderna”. En este discurso, los
dirigentes e intelectuales orgánicos que se auto- adscriben a esta
izquierda moderna, invocan una supuesta necesidad de adoptar posturas
moderadas frente al capitalismo y al imperialismo como requisito para
poder hacer aquellos cambios que mejoren aunque sea mínimamente las
condiciones de vida de la gente más pobre (zapatos, uniformes y leche
gratuitos para escolares, paquetes agrícolas gratuitos para
agricultores/as, medicinas más baratas, empleos en condiciones de
flexibilidad laboral, etc.). Exhortan estas moderadas personas a que
ya es tiempo de dejarse de extremismos y radicalismos “pasados de
moda”, y de aprender a convivir en armonía con el capital nacional y
transnacional y con los viejos y los nuevos imperialismos.
Personalidades
de la política salvadoreña que se declaran admiradores y/o seguidores
del Che Guevara, aconsejan a las organizaciones y movimientos sociales
cosas tales como: “Tengamos paciencia con Estados Unidos, ya sabemos
que es un gobierno imperialista que mantiene un cruel bloqueo económico
contra Cuba y que no tiene amigos sino intereses, pero, ¿no queremos
perder los fondos del FOMILENIO, verdad?” o bien: “Comprendemos que la
ley de los Asocio Público Privados y el Acuerdo de Asociación con la
Unión Europea profundizarán el neoliberalismo en el país, pero, ¿qué
le vamos a hacer?, son tiempos difíciles y necesitamos de la
cooperación y de las inversiones de esos países, tengamos comprensión y
apoyemos estas leyes”.
Tengo
casi la certeza que el Che vomitaría tan solo de imaginar que los
moderados personajes que expresan tales consejos tienen aún su
retrato colgado en sus oficinas o llevan su imagen impresa en las
camisetas que lucen los fines de semana.
(*) Columnista de ContraPunto
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