12 de junio de 2013, 12:29La
Habana, 12 jun (PL) En un cuartel de bomberos en Livermore, California,
Estados Unidos, funciona sin interrupción desde 1901 una bombilla
eléctrica fabricada en Shelby, Ohio, en 1895.
El inventor Adolphe Choillet creó un filamento para que la lámpara tuviera larga vida.
Un siglo después, en muchos países la duración media de un teléfono
móvil es solo un año, mientras un ordenador alcanza dos, y en cuanto a
las bombillas, cada año van a la basura siete mil millones en todo el
planeta.
En la actualidad, la mayoría de las empresas que
diseñan productos, como los electrodomésticos, lo hacen con el objetivo
de que sus artículos duren menos tiempo para aumentar sus ventas, es lo
que se conoce como obsolescencia programada, una práctica extendida en
todo tipo de industrias.
Así, mucha gente desconoce que cuando
va a comprar un aparato electrónico este tiene predeterminado su vida
útil de antemano. Un negocio redondo para las empresas y los bancos; no
para el medio ambiente, el consumidor y la sociedad.
Entre
quienes denuncian esta práctica de producción para la comercialización,
hay personas como Benito Muros, un empresario español que lidera el
denominado movimiento sin obsolescencia programada, quien señaló a la
prensa en La Habana que los artículos duran muy poco de forma
premeditada.
Muros ha ayudado a desarrollar bombillas que
pueden durar más de 100 mil horas de uso, las cuales reducen el consumo
en 92 por ciento respecto a las incandescentes y 68,4 respecto a las de
bajo consumo, con la consiguiente reducción en 70 por ciento de las
emisiones contaminantes de dióxido de carbono a la atmósfera.
La bombilla de Muros equivale a una de 60 vatios, pero solo consume 6,5 y puede durar 80 años.
Para este empresario, "si una lavadora podría durar 30 o 40 años, no
tienes que comprarla tres o cuatro veces durante toda tu vida".
El especialista llevó a la isla caribeña su idea de construir la
primera bombilla eléctrica reparable del mundo, que podría ser
fabricada en un futuro totalmente en Cuba.
Muros expresó a la
prensa nacional que escogió a la isla caribeña para esta experiencia
por el apego de los cubanos a la protección de las personas y el medio
ambiente.
"Para mi Cuba es un lugar estratégico, entrañable, es
como mi segundo país, con el cual comparto los términos de
sostenibilidad y medio ambiente (...) aquí se preocupan por las
personas, por hacer las cosas duraderas y de otra manera a cómo se
hacen en occidente", agregó.
El visitante dijo en conferencia
de prensa en La Habana que había acordado con el Ministerio cubano de
Industria un memorándum de entendimiento para iniciar conversaciones
con vistas a transferir esa tecnología, para el ensamblaje y posterior
fabricación de bombillas de 6,5 vatios y luminosidad comparable a
lámparas incandescentes de 100 watts.
Posiblemente, de acuerdo
con varios investigadores, la bombilla fue el primer producto que haya
sido víctima de la denominada obsolescencia programada, tras la reunión
de un grupo de magnates en Ginebra el día de navidad de 1924, quienes
crearon a Phoebus, el primer cartel para controlar la producción de
bombillas y repartirse el mercado mundial.
Querían intercambiar
patentes, controlar la producción y los consumidores, y que estos
compraran bombillas con regularidad, y si estas duraban mucho era una
desventaja económica.
Se conoce como obsolescencia programada o
planificada a la programación a propósito del fin de la vida útil de un
producto para que sea viejo o inservible después de un tiempo calculado
de antemano por el fabricante en la fase de diseño, como sucede con las
bombillas actuales.
Por medio de ese mecanismo, todos los
productos van a fallar en algún momento, lo cual obliga a los
consumidores a comprar otros para reemplazarlos y comenzar nuevamente
el ciclo de compraventa.
Este concepto tiene por objetivo el
lucro económico desmedido sin que tenga ningún valor el cuidado y el
respeto por el medio ambiente ni por el ser humano, pues cada producto
obsoleto supone una contaminación ambiental al deshacerse de él. |
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