Rubén Aguilar Valenzuela (*)
MEXICO - Las declaraciones de distintos funcionarios del área de seguridad del gobierno del presidente Obama, en particular en sus intervenciones de rutina ante el Congreso, apuntan a querer influir para que el próximo presidente de México continúe la “guerra” iniciada por el presidente Felipe Calderón contra el narcotráfico.
Los funcionarios del Ejecutivo suelen exagerar la dimensión de los problemas en sus intervenciones ante los congresistas.
De la visión que tengan estos últimos dependen en buena medida su disposición a votar más o menos presupuesto para las agencias de seguridad. La lógica es que mientras más grave se vea el problema habrá mayores recursos.
La entrevista que dio el general en retiro Barry McCaffrey -ex zar antidrogas- antes de su intervención del 14 de octubre en el Senado es un buen ejemplo de la línea de argumentación que se quiere hacer valer en el Congreso y en la opinión pública estadounidense en vísperas del proceso electoral mexicano.
En esa ocasión en ningún momento habló de la necesidad de reducir la violencia en el país, ese es el real problema, sino sólo acompañar la “guerra” emprendida por el gobierno en contra de los narcotraficantes. Guerra que ellos, por muy buenas razones, no están dispuestos a dar en su territorio.
Su visión es que “esta guerra no es sobre drogas, es una guerra sobre gobernar, ¿y quién gobernará a México: un sistema político democrático electo o estas terribles, crueles organizaciones de narcotraficantes?”. Esta afirmación debe sonar terrible a senadores que no tienen idea de lo que pasa en México y tampoco en otras regiones del mundo.
La única opción que tienen las autoridades mexicanas, así piensa McCaffrey, es seguir la “guerra” a la que Estados Unidos está obligado a dar más apoyo, para que el próximo presidente mexicano no vaya a decir “renuncio (a la guerra), es un problema de los gringos, vamos a hacer un trato con los cárteles del narcotráfico. Si lo hace será un desastre para México, en mi opinión, y un desastre para los Estados Unidos también”.
El ex zar de las drogas falla en su análisis y en su propuesta. El punto de la discusión no es acabar con el narcotráfico, cosa que nunca va a suceder, sino reducir al máximo e incluso eliminar la violencia. El debate tiene que centrarse en cómo salir de ésta. Esa debe ser la preocupación del próximo presidente de México.
(*) Columnista de ContraPunto
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