Hace más de cinco meses los estudiantes chilenos comenzaron las protestas contra el sistema educativo, calificado de elitista; sin embargo, el centro del reclamo se ha concentrado en Camila Vallejo, una estudiante cuya belleza y liderazgo hace temblar al presidente chileno, Sebastián Piñera.
Los estudiantes quieren una educación pública, gratuita y de calidad. Chile es uno de los países donde la educación superior pública es cara, un sistema heredado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). De las universidades privadas, solo en Estados Unidos cuestan más. Estudiar en un establecimiento educativo superior chileno vale por encima de los US$6 mil al año, en un país donde el sueldo mínimo es de US$380 al mes.
Tener un hijo estudiante universitario en Chile supone gastar el 40 por ciento del ingreso familiar. Solo una de cada cinco familias puede hacerse cargo de los pagos sin pedir préstamos.
Este valladar para la mayoría de los chilenos inspira a los líderes estudiantiles, entre ellas Camila Vallejo Dowling, a quien las cámaras de televisión la siguen por todas partes, su teléfono celular no deja de sonar, se acumulan las solicitudes de entrevista, los transeúntes la saludan y no son pocos quienes quieren abrazarla.
A los 23 años, esta estudiante de Geografía, militante del Partido Comunista, se ha convertido en la figura más carismática de la revuelta estudiantil que agita a Chile desde hace más de cinco meses, con su desafío al derechista Piñera. Las manifestaciones de miles de estudiantes han sido las más importantes desde el fin de la dictadura militar de Pinochet.
Bonita, de grandes ojos verdes y con cierto parecido a la actriz Catherine Zeta-Jones, Camila Vallejo convocó en pocas horas, vía Twitter y Facebook, una decena de movilizaciones masivas, pero también ocupaciones de escuelas y conciertos de cacerolas en todo Chile.
Debido a que Piñera rechazó las propuestas de los estudiantes, el diálogo se rompió y Vallejo prometió que habrá más manifestaciones, que tienen el apoyo de profesores y sindicatos.
“Nuestras demandas son un poco ideológicas, pero no son ni idealistas ni utópicas”, asegura. “Nosotros exigimos que la educación sea un derecho y una inversión social”, explica Vallejo. De pantalones vaqueros, una bufanda siempre al cuello y un piercing característico en la nariz, su hermoso rostro se ha vuelto familiar gracias a sus frecuentes apariciones en la televisión.
“Mi generación, a diferencia de la de mis padres, no tiene miedo al espectro de Pinochet”, afirma Vallejo. La antropóloga chilena Angélica Wilson comenta que “Camila incita a los chilenos a reaccionar, y a no estar sometidos”.
Hace historia
Lectora de Mijaíl Alexándrovich Bakunin y fan de The Doors, portavoz de la Confederación Nacional de Estudiantes de Chile, que agrupa a todas las federaciones universitarias, ella es la segunda mujer en la historia elegida para la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH).
Escandalizada por las grandes desigualdades sociales que caracterizan a su país —“60 por ciento de los chilenos viven como en Angola y 20 por ciento como en Dinamarca”—, ella se indigna también por “la falta de participación de los ciudadanos en las tomas de decisión”.
Acusada de estar manipulada por el Partido Comunista, Vallejo responde que “el movimiento estudiantil no rechaza la política porque la educación es un tema político”.
Ella critica con la misma intransigencia al gobierno actual y a los cuatro precedentes, que se han sucedido en el poder desde el regreso de la democracia. “Ellos garantizaron la transición democrática, pero no tuvieron el valor de tomar las riendas y de modificar a profundidad el sistema educativo, privatizado por Pinochet”, acusa Vallejo.
Esta joven se siente cerca de los estudiantes que manifestaron en el Mayo de 1968 y del movimiento de los indignados europeos. Cita a Evo Morales, el presidente boliviano, como “modelo”.
La combatividad de Vallejo ha seducido más allá de las fronteras de su país, porque fue invitada a una marcha en Brasil y acaba de retornar de una gira por Europa. “¡Todos estamos enamorados de ella!”, exclamó el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera.
La lideresa vive en La Florida, barrio tradicional de la clase media, al pie de la cordillera de Los Andes. Sus padres, viejos militantes del Partido Comunista, prefirieron la clandestinidad al exilio durante los años negros.
Su compromiso le ha valido amenazas de muerte. Su popularidad irrita a la derecha radical. Juan Pablo Camiruaga, vicepresidente del partido de derecha Renovación Nacional, en el poder, la llamó“cabrona de m...”. Claro, después tuvo que disculparse.
Ella condena con vehemencia la represión policial y denuncia la infiltración de provocadores en las marchas. Las manifestaciones han dejado un adolescente muerto por una bala disparada por un policía, decenas de heridos y cientos de arrestos.
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