ILEANA ALAMILLA
En un país, cuyo nombre es Faguas, una presidenta rompe esquemas, establece nuevos paradigmas, inventa nuevas formas de relacionarse entre iguales, instaura el Día de la Igualdad entre las efemérides patrias; en fin, llevó a cabo una serie de verdaderas reformas democráticas que dejaron a su pueblo deslumbrado, aunque como siempre, algunos estaban opuestos al cambio. Gobierna con los atributos femeninos, que antes eran despreciados, tales como la ternura, la subjetividad a flor de piel…
Este gobierno está integrado sólo por mujeres, los hombres tendrían ahora la inigualable oportunidad de descansar, por un tiempo, en sus casas. Se dedicarían a su hogar, a estar con sus hijos; eso sí, a cada uno se les daría un justo reconocimiento por los servicios prestados a la nación: seis meses de salario. El intento de los cabos y sargentos de alzarse en armas fue sofocado por las generalas, que rápidamente controlaron el desorden.
La Policía se integró con mujeres entrenadas en karate y armadas con aparatos que electrizaban, aerosoles, gases inmovilizadores y dardos tranquilizantes.
Cuando esta presidenta asumió el poder, la nación estaba como un barco a la deriva, había sido víctima de gobiernos corruptos e ineptos, donde la realidad constantemente desafiaba la imaginación. La nota roja era el plato principal de las noticias, historias de maras, narcos, asesinatos, femicidios, violencia doméstica, abusos de menores, niñas madres, violaciones, corrupción y tráfico de influencias era lo cotidiano.
Cada gobierno era igual al anterior, los mismos discursos, las mismas mentiras, siempre echándole la culpa a las administraciones anteriores. Muchos funcionarios se enriquecían con fondos del Estado a través de “negocios”, otros de robos descarados y unos más de comisiones. Pero lo peor era que se enriquecían y disfrutaban a costa de la miseria de la gente.
El cambio asustó a los hombres. No se explicaban cómo las mujeres podían atender tanta cosa al mismo tiempo. Ellos se sentían incapaces de hacer tanto, de atender a los niños, arreglar la casa, hacer compras, cocinar, lavar ropa, regar el jardín… Hasta los misóginos machistas, como algunos que incluso escriben en nuestros periódicos, se sorprendieron de la capacidad de las mujeres para enfrentar la vida. Y eso sin estar comiendo dulces para mantenerse calladitas y evitar que ellos, borrachos, llegaran a golpearlas.
Ninguna institución se escapaba del desastre, pero la decisión colectiva femenina empezó a cambiar la situación. En el caso de la justicia también se optó por sentar precedentes y poner castigos ejemplares a los delincuentes, para que todos pudieran verlos con su rótulo en la frente con el delito cometido: Juan Pérez, violador; víctima, niña de 5 años.
La presidenta y sus principales asesoras impulsaron medidas radicales que finalmente le costaron hasta un atentado, cuyo autor, como siempre, fue uno de los principales responsables de la corrupción y la descomposición.
Estamos en este artículo parafraseando algunos de los seductores pasajes de El País de las Mujeres, Premio Hispanoamericano de Novela, de la laureada poeta y escritora nicaragüense Gioconda Belli. ¡No se la pierdan!
Pero no se confundan, su contenido no es propaganda subliminal. Ser mujer no significa automáticamente ser feminista. Hay algunas tan autoritarias como los más machistas.
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