La conferencia sobre Seguridad que se dio la semana pasada en Guatemala dejó un mal sabor de boca a los países de México y Centroamérica que participaron en ella. No se llegó a ningún consenso para el combate del narcotráfico ni se arrancó un compromiso serio a la nación más consumidora del planeta, Estados Unidos de América. Todo lo contrario, la potencia por no interesarle en lo más mínimo la vida y seguridad de sus vecinos sino la preservación de sus intereses entre los que figuran el control irrestricto del negocio más rentable de los últimos tiempos: la droga, se desempeñó con la mezquindad que le es característica, la misma que se ha ido acentuando conforme las posibilidades se le van acabando en este mundo que por sus ambiciones han ido agotando aceleradamente en cuyo seno, hasta de los aliados más ortodoxos, ha encontrado oposición. Antes hubiera bastado con chasquear los dedos.
Según avatares de esa conferencia, su principal objetivo era conseguir de los gobiernos del área el acuerdo de que nuestros pueblos siguieran pagando su falsa guerra contra el narcotráfico con muertos, impuestos y zozobra para concluir con el aval de entrada a nuestros países de sus tropas bajo la consigna de enfrentar a las bandas de traficantes cuando en realidad lo que pretenden es controlar en mejor forma los corredores de droga que van hacia su país, diezmando a sus competidores locales o regionales en ese oficio. En otras palabras, hacerse del control total del negocio, desde su producción, que la tienen asegurada en algunos países hasta su distribución por la cual pelean férreamente en México y ahora en Centroamérica.
Escenario más claro no puede haber, sin embargo, a pesar de ello, lo más delusorio y preocupante es que en el marco de esa conferencia, algunos candidatos a la presidencia de Guatemala, invitados a una presentación de sus planes de gobierno en una de las cadenas de noticias más claras en saber que trabaja para el Imperio como es la CNN, ante la tendenciosa pregunta de su célebre presentadora, Patricia Janiot, que esgrimió si estarían de acuerdo, de resultar electos, de que tropas norteamericanas vinieran a la región centroamericana para ayudar a sus respectivos gobiernos para combatir el flagelo del narcotráfico, todos ellos se apresuraron a afirmar que sí dando una muestra futura de su entreguismo y superficialidad con que tratan los temas candentes como el de la droga.
¿Qué espera pues a Centroamérica ante semejantes posturas? Probablemente la reconolonización de sus territorios que plagados de bases gringas sean utilizados como lanzaderas de invasiones a sus vecinos. Ejemplos de ese triste devenir hay varios. Guatemala, para hacer un parangón, durante el gobierno de Miguel Ydígoras Fuentes sirvió de base de operaciones para lanzar la invasión a Cuba pero felizmente derrotada en Bahía Cochinos para los gringos o Playa Girón, para los cubanos.Honduras que a través de la base de Soto Cano, más conocida como Palmerola, sirvió para que, desde allí, se planificara y operaran las acciones de la contrarrevolución contra el gobierno popular sandinista en Nicaragua, de cuya triste recordación el gobierno de Ronald Reagan fue el actor principal quien en vano trató de ocultar el negocio que a través de la droga financiaba las armas comparadas en Irán hacia la “contra” nicaragüense. Negocio sucio por el cual el militar norteamericano Oliver North jamás recibió sanción sino al contrario fue ubicado en otros puestos de mayor relevancia en operación conjunta con el terrorista Luis Posada Carriles, empleado preferido de la CIA para Latinoamérica y principal encauzado por la voladura de un vuelo de Cubana de Aviación en 1976 donde murieron 73 personas.
Desde principios del siglo pasado y el presente, las bases militares gringas no han servido más que para violar flagrantemente las soberanías de los países donde se imponen y asientan así como de sostenimiento armado y de inteligencia para sus oligarquías en contra de las cuales luchan sus respectivos pueblos en búsqueda de su emancipación y libertad. De ello han dado cuenta los miles de muertos y desaparecidos, no contando los torturados y exiliados, que esos pueblos han ofrendado para obtener la potestad de elegir su propio camino. Latinoamérica es fiel testigo de ello y las bases gringas como la mano larga de su gobierno han sido sus principales verdugos.
Así pues, como lo denuncié en su momento al analizar las muy disimuladas peroratas de altos funcionarios yanquis, recogidas en entregas mías del 12 de agosto y 9 de septiembre del año pasado[1], respectivamente, el plan está en marcha y la idea de instalación de bases yanquis en nuestros territorios centroamericanos es una posibilidad ahora cada vez más cercana. De los verdaderos patriotas de estos respectivos países, no de los que usurpan el término, sino de los que están dispuestos a defender a sus respectivas naciones de la invasión imperial en todos los frentes, depende que esto no sea una realidad, porque, como ya lo hice ver, si por estos candidatos de pacotilla fuera ya hubieran entregado el país a las bandas de narcotraficantes más poderosos representados por las bases norteamericanas.
Si con la embajada yanqui tenemos una injerencia descarada e insolente no digamos con bases militares de ese país en nuestros suelos. Si no se cree esto, habrá que preguntarles a miles de ciudadanos de otras regiones donde estás se han instalado y cuyos efectivos no han servido más que para preservar los intereses del Imperio e incrementar la criminalidad al aliarse con los facinerosos locales y desbocar la suya propia escudados en la impunidad que las leyes supranacionales les ofrecen al imponerlas el Imperio a los países donde estas apéndices del protectorado colonialista se asientan.
Prioricemos una ola de defensa a la soberanía en nuestros países y región donde intelectuales de izquierda y progresistas, trabajadores, campesinos y estudiantes digamos no a la intención de los vende patrias de alojar en nuestras naciones a las bases yanquis so pretexto del combate al narcotráfico. Esto no es más que una patraña del Imperio y sus lacayos locales para expandir su control en aras de una nueva colonización hacia el continente que pretenden ante la imposibilidad de obtener recursos naturales y energéticos en otras zonas del planeta donde su presencia se vuelve más caótica e insostenible.
Ese es el verdadero objetivo de situar a México y ahora a Centroamérica como su portaviones contra la zona que en estos momentos ha sido la que se ha desmarcado de sus designios como lo es Sudamérica. Si no porque se le quiere situar a Venezuela en la lista de países que colabora con el terrorismo.
Por algo será, ¿no cree?
Carlos Maldonado
Economista y Profesor en Historia por la Universidad de San Carlos de Guatemala
Colectivo “La Gotera”
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