Mario Roberto Morales (*)
Los Camisas Blancas y la desnacionalización de la economía y el Estado para que sus amos vivan del capital corporativo transnacional.
GUATEMALA-En su artículo “La derrota del fascismo” (El País 21-6-11), Mario Vargas Llosa afirma que “lo que iba a retornar al Perú con los votos de los peruanos si ganaba las elecciones la señora Keiko Fujimori (…) es el fascismo del siglo XXI. Éste ya no se encarna en svásticas, saludo imperial, paso de ganso y un caudillo histérico vomitando injurias racistas en lo alto de una tribuna. Sino, exactamente, en lo que representó en el Perú, de 1990 a 2000, el gobierno de Fujimori. Una pandilla de desalmados voraces que, aliados con empresarios sin moral, periodistas canallas, pistoleros y sicarios, y la ignorancia de amplios sectores de la sociedad, instala un régimen de intimidación, brutalidad, demagogia, soborno y corrupción, que, simulando garantizar la paz social, se eterniza en el poder”. Cualquier semejanza con los gobiernos de Arzú y Berger y sus brazos armados (el Estado Mayor Presidencial y luego Vielmann, Sperissen, Giammatei y amigos), es pura coherencia.
Sigue diciendo Vargas Llosa: “Un rasgo particularmente triste de esta campaña electoral ha sido la alineación con la opción de la dictadura del llamado sector A, es decir, la gente más próspera y mejor educada del Perú, la que pasó por los excelentes colegios donde se aprende el inglés, la que envía a sus hijos a estudiar a Estados Unidos, esa ‘elite’ convencida de que la cultura cabe en dos palabras: whisky y Miami”. Cualquier semejanza con la élite que financia al fascismo encarnado en los partidosPatriota, Líder, Unionista y otros, es pura coherencia.
Y sigue Vargas Llosa: “El sistema de libre empresa y de mercado vale más que ellos y por eso el nuevo gobierno debe mantenerlo y perfeccionarlo, abriéndolo a nuevos empresarios, que entiendan por fin y para siempre que la libertad económica no es separable de la libertad política y de lalibertad social, y que la igualdad de oportunidades es un principio irrenunciable en todo sistemagenuinamente democrático. Si el gobierno de Ollanta Humala lo entiende así y procede en consecuencia por fin tendremos, como en Chile, Uruguay y Brasil, una izquierda genuinamente democrática y liberal y el Perú no volverá a correr el riesgo que ha corrido en estos meses, de volver a empantanarse en el atraso y la barbarie de una dictadura”. Cualquier semejanza entre Ollanta y Sandra Torres sería fabulosa. Pero si Torres gana la elección y no se le planta a la oligarquía para modernizar el capitalismo, la historia no la absolverá.
¿Qué dice la Liga Pro-Patria y su fuerza de choque los Camisas Blancas ―ahora infiltrados en todos los partidos políticos a fin de llegar al Congreso y embutir Pro-Reforma como ley por encima de la voluntad popular― cuando uno les receta a Vargas Llosa, su gurú mediático, como argumento en contra de las prácticas monopólicas que impiden el desarrollo capitalista y que ellos defienden con métodos fascistas como el golpe de Estado, la limpieza social, las amenazas de muerte aperiodistas, la compra de políticos (como Montenegro, Caballeros y otros) y la manipulación mediática, todo esto financiado por sus amos oligarcas?
No dicen nada porque no son liberales sino neoliberales; es decir, miembros de una secta deservidores del totalitarismo empresarialista de ultraderecha que busca el dominio del capitalcorporativo transnacional para que sus amos se hagan socios minoritarios del mismo y desnacionalicen así la economía, la cultura, el Estado y la soberanía de nuestros países. Este es el fascismo del siglo XXI. El de los Camisas Blancas.
(*) Escritor guatemalteco y colaborador de ContraPunto
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