La ilusión del escudo antimisiles 3/3
La debacle del láser táctico de alta energía
por Nicolas Ténèze
Después del fracaso de sus misiles antimisiles, Estados Unidos e Israel se embarcan en la aventura del láser de alta energía. A falta de lograr detener los misiles balísticos rusos, esta milagrosa defensa debía protegerlos de los rudimentarios cohetes de la resistencia en el Medio Oriente. En definitiva, la «Cúpula de acero» que supuestamente debía proteger a Israel del pueblo al que expulsó de sus tierras no se concretará nunca. Lo que no pasó de ser eslogan publicitario de vendedores de armas y promesa de los politiqueros no dio más resultado que un equipamiento inadecuado, ya relegado al almacén de trastos.
Este artículo es la continuación de:
1. «El escudo de la invencibilidad»
2. «Del combate contra el “Imperio del Mal” a la lucha contra el “Eje del Mal”».
- Tactical High Energy Laser (THEL).
El principio del láser contra los cohetes
Surgido en los años 1960, el programa Nautilus es el predecesor del programa del láser espacial [1] de la IDS. Durante los años 1980, la Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA) colabora con la Directed Energy Office con vistas a concretar el programa TRIAD, un láser capaz de destruir misiles en tierra así como durante la fase de ascenso o a la mitad de la trayectoria prevista.
En febrero de 1983 el Estado Mayor interarmas logra convencer al presidente Reagan de que el láser permitirá llenar un vacío hasta que la balística estadounidense logre superar la de los soviéticos. Los opositores, encabezados por Edward Kennedy, se burlan de esa tecnología comparándola a la de trilogía hollywodense La Guerra de las Galaxias, expresión que acabará reemplazando la denominación IDS en el lenguaje popular.
Hoy en día, la apelación genérica Nautilus sirve para designar el nuevo antimisil THEL, que comienza en 1995, cuando el Hezbollah lanza sus primeros cohetes desde el Líbano. Siria e Irán proporcionan cohetes a la «Resistencia», manteniéndose así al margen del enfrentamiento directo.
La firma estadounidense TWR comienza los primeros trabajos. Empresas israelíes, como Elbit, Electro-Optics Industries, IAI, MBT Systems & Space Technology, Tadiran y Raphael se unen a ellos. Posteriormente Northrop Grumman Space Technology compra TWR [2]. Se concibe un THEL versión ABL (Air Borne Laser) que se fabrica con el objetivo de destruir los Scud durante la fase de lanzamiento. Rockwell y Boeing lo desarrollan, prometiendo su entrada en servicio para el año 2006.
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Film publicitario de la propaganda militar alabando las capacidades del Tactical High Energy Laser (THEL).
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Desde el principio se trata de encontrar una alternativa que permita llenar las lagunas que representan los fallos de los Pac y los Arrow. Mientras que estos últimos tienen como misión la destrucción de los misiles de teatro, el THEL se dedica exclusivamente a las Katiuska, los Qassam e incluso a los obuses de mortero, contra los que no existía hasta entonces ningún tipo de defensa. La media de vuelo de los Qassam es muy corta.
El antimisil destinado a neutralizarlo tiene por lo tanto que actuar muy rápidamente. El THEL esta concebido para actuar 15 segundos antes del impacto. 15 segundos es el tiempo que el proceso israelí de alerta da a los civiles para meterse en los refugios ya que el sistema de «alerta roja» (Tzeva Adom) se activa en ese momento. El láser [3] ofrece la ventaja de actuar más rápidamente (a la velocidad de la luz) y sin agregar más fragmentos a los del misil destruido.
Resultaría tedioso describir científicamente aquí las complejidades de esa arma, pero se puede precisar que se trata de un láser de fluorido de deuterio que transita a través de 44 cámaras de combustión en las que se hacen reaccionar trifluorido, nitrógeno y etileno y que desintegra el objetivo mediante el fuerte calor que produce [4]. El láser proviene de una bombilla que dispara fotones a presión hacia 9 discos de cristal de neodimio. Para reforzar el poder destructivo del haz durante varias decenas de microsegundos como mínimo, las energías que se emiten representan sólo cerca de una décima parte de lo que ese mismo cristal es capaz de producir al funcionar normalmente.
El problema reside en que la potencia debe alcanzar los 100 kilowatts. La manipulación del THEL depende de un comandante y un artillero, que no tienen teóricamente otra función que la de verificar el funcionamiento de la computadora. Según el equipo del doctor Josef Shwartz, responsable de los primeros estudios: «Aquí estamos hablando de intercepción a la velocidad de la luz. Eso exige un C3I (orden, control, comunicación e inteligencia), lo cual deja sólo muy poco tiempo para las decisiones humanas en cada etapa.»
El láser no puede recargarse rápidamente en caso de error de tiro o ante una lluvia de cohetes, aunque puede enfrentar los disparos en forma de racimo haciendo entre 20 y 60 disparos antes de la recarga. La autonomía depende de la cantidad de disparos y de la duración de cada haz. Pero esos datos son de carácter teórico y los diferentes informes difieren en cuanto a las posibilidades del arma.
El THEL tiene que mantener determinada temperatura para que no se estropee la totalidad del sistema. Pero el fluorido evita tener que recurrir a un voluminoso sistema de enfriamiento. La otra ventaja del láser, en comparación con el vehículo “asesino” [de los misiles antimisiles], es su invulnerabilidad ante las condiciones meteorológicas, que no tienen prácticamente ninguna incidencia en la trayectoria y la potencia del haz.
En abril de 1996, Bill Clinton y William Perry autorizan el ensayo de un prototipo. Israel promete salir del sur del Líbano, después de la controvertida operación «Uvas de la ira», si los escudos permiten prescindir de su ocupación. Así que es mucho lo que está en juego. Estados Unidos e Israel firman un protocolo el 18 de julio.
Se prevén 21 meses para la construcción del sistema y entre 12 y 18 meses para los ensayos, organizados en la High Energy Laser Systems Test Facility, en White Sand (Nuevo México). Nuevamente, Estados Unidos invierte masivamente en ese proyecto, cuyo principal beneficiario será en primer lugar Israel, por ser el más amenazado por los proyectiles de corto alcance.
Se estima que las investigaciones costarán 250 millones de dólares hasta el año 2002. Incluyendo el ABL ([láser] instalado en la nariz de 7 aviones Boeing 747, puesto a prueba en 2009) y la posibilidad de un sistema instalado a bordo de un satélite (que no tiene carácter prioritario), [5] el total del estimado se elevaría, en materia de investigación-desarrollo y fabricación, a 6 100 millones de dólares. En agosto de 1996, se ensaya con éxito el principio del ABL. También se entrega una primera asignación de 100 millones de dólares en 1997: Estados Unidos pone un 70% mientras que Israel asume el 30% [6].
En mayo de 1999, la GAO [General Accounting Office, institución estadounidense vinculada al Congreso y que funge como contraloría. NdT.] ya señala los problemas de fugas de fluidos químicos, la poca potencia del láser y su incapacidad para la destrucción de grandes cohetes de largo alcance (Zelzal). Se rediseña entonces el programa, lo cual representa un costo suplementario de 30 a 50 millones de dólares. La GAO revisa la factura de la nueva versión [fijándola] en 106,8 millones de dólares para Estados Unidos y 24,7 millones para Israel [7].
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