«Revolución de los tulipanes»: segunda fase
Kirguistán y la batalla por Asia Central
por Rick Rozoff
Las recientes revueltas populares en Kirguistán han derrocado al presidente Bakiyev, permitiendo a las fuerzas de la oposición de tomar el poder. Sin embargo, estos cambios políticos violentos son el resultado en gran parte de las presiones, influencias y otras acciones secretas orquestadas por los EEUU en la región, cuya finalidad es conservar su base militar en Kirguistán -como base de retaguardia-, que tanto necesita para sus operaciones militares en Afganistán y una manera de ejercer un control sobre China y Rusia.
El Presidente kirguiz Kurmanbek Bakiyev fue depuesto cinco años después y de la misma manera en la que llegó al poder: mediante un levantamiento sangriento.
Elegido presidente dos meses después de la denominada Revolución de los Tulipanes de 2005, que ayudó a fraguar, fue desde entonces el jefe de estado de la principal nación de tránsito en la guerra de EEUU y la OTAN en Afganistán.
El Pentágono aseguró la Base Aérea de Manas (conocida a partir del año pasado como el Centro de Tránsito de Manas) en Kirguizistán poco después de haber invadido Afganistán en octubre de 2001, y en todo ese período, según una publicación de las fuerzas armadas estadounidenses del pasado junio: “Más de 170.000 integrantes de la coalición han pasado por la base en su camino de ida o vuelta de Afganistán; Manas era también el punto de tránsito para 5.000 toneladas de carga, incluidas piezas de repuesto y equipamiento, uniformes y diversos artículos destinados a apoyar al personal y las necesidades de la misión.
“En la actualidad, alrededor de mil soldados estadounidenses, junto con algunos cientos de España y Francia, están asignados en la base”. [1]
El Representante Especial de la Casa Blanca para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, visitó Kirguistán en febrero en su primer viaje en el puesto –y también las otras tres ex repúblicas soviéticas de Asia Central que la bordean: Kazajstán, Tayikistán y Uzbekistán- y declaró que: “35.000 soldados pasaban en tránsito por allí cada mes en su camino de ida y vuelta a/de Afganistán” [2]. Al ritmo que mencionó, unos 420.000 soldados al año.
EEUU y la OTAN establecieron también bases militares en Tayikistán y Uzbekistán para la guerra en el Sur de Asia, pero a menor escala. (A las fuerzas del ejército estadounidense se les ordenó salir del segundo país cuando el gobierno uzbeco afirmó que se había producido un levantamiento armado, tipo Revolución de los Tulipanes, en su provincia de Anidjan, menos de dos meses después del precedente kirguiz.
Alemania mantiene una base cerca de la ciudad uzbeca de Termez utilizada para tránsito de tropas y equipamiento militar hacia la provincia afgana de Kunduz, donde se concentra el grueso de sus 4.300 soldados).
En febrero de 2009, el gobierno kirguiz anunció que iba a desalojar también de su país a las fuerzas de EEUU y de la OTAN, pero acabó cediendo en junio cuando Washington ofreció 60 millones de dólares para que revocara su decisión.
Kirguistán es fronteriza con China
No sólo bordea China, Kazajstán, Tayikistán y Uzbekistán, sino que está separada de Rusia por una única nación, Kazajstán. Para poder valorar las preocupaciones rusas y chinas por los cientos de miles de soldados estadounidenses y de la OTAN pasando a través de Kirguizistán, imaginen que una cantidad parecida de soldados chinos y rusos pasaran regularmente a través de Méjico y Guatemala, respectivamente. Durante casi nueve años y a un ritmo acelerado.
El papel que para Occidente juega Kirguizistán supone para Rusia y China no sólo un “poder militar duro” sino también una amenaza de “poder suave”.
La nación forma parte de la post-soviética Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO, por sus siglas en inglés) junto con Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Tayikistán y Uzbekistán –visto por muchos como la único homóloga de la OTAN en el antiguo espacio soviético- y de la Organización para la Cooperación de Shanghai (SCO, por sus siglas en inglés) junto a China, Rusia y las tres naciones centro-asiáticas anteriormente mencionadas.
Según oficiales estadounidenses, durante y después de la Revolución de los Tulipanes de 2005, no se canceló, ni siquiera se retrasó, un solo vuelo de EEUU o de la OTAN. Pero sí se cancelaron unos ejercicios de las seis naciones de la CSTO que iban a tener lugar unos días después.
El levantamiento y el derrocamiento del presidente Askar Akayev en marzo de 2005, fue la tercera autodenominada “revolución de color” en la antigua Unión Soviética en dieciséis meses, tras la Revolución de las Rosas en Georgia, a finales de 2003, y la Revolución Naranja en Ucrania, a finales de 2004 y principios de 2005.
Cuando la versión kirguiz estaba en marcha, los medios de comunicación occidentales se estaban haciendo ya la pregunta, “¿Quién es el siguiente?”. Entre los candidatos figuraban otros estados ex soviéticos como Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Kazajstán, Moldavia y Uzbekistán. Y Rusia. Junto con Georgia, Ucrania y Kirguizistán, esas naciones suponían diez de los doce miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CIS, por sus siglas en inglés) ex soviéticos.
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