Carolina Escobar Sarti
A Gandhi le bastó un poco de sal para cambiar la historia de su país y modificar la configuración política e ideológica del mundo en el siglo pasado. En el aniversario de la masacre de Amritsar, en India, Mahatma (Gran Alma, según Rabindranath Tagore) se dirigió al mar, se paró a su orilla, tomó un puñado de sal y puso la independencia de su país en marcha. Un hombre austero y sencillo puso a temblar al imperio británico, cuando propició por la vía de la no violencia, la desobediencia civil contra el monopolio de la sal que ostentaban los ingleses.
A partir de entonces, nada fue igual. Muchos funcionarios renunciaron a sus puestos, el Ejército no atacó a los manifestantes, las mujeres pasaron a formar parte del movimiento del líder indio, y sus seguidores invadieron pacíficamente las fábricas de sal. El efecto Gandhi se concretó en un acuerdo entre India e Inglaterra, por medio del cual el virrey inglés se comprometió a legalizar la producción de sal y a liberar a cerca de cien mil presos detenidos durante las movilizaciones. Gandhi fue capaz de introducir la ética en un país donde decir política era sinónimo de nombrar la corrupción, y no se fue en ello ni una gota de sangre.
¿Podremos hacer lo mismo con el monopolio petrolero o minero que ostentan las transnacionales en nuestro país? Con el problema del petróleo, vuelvo una vez más al caso de la Laguna del Tigre, ahora en el ojo del huracán. En un comunicado enviado por las organizaciones sociales, líderes y lideresas comunitarias de Petén al Presidente de la República y a la opinión pública, hay varios puntos importantes que comentar. El primero es que, luego de la aprobación de la prórroga del Contrato de Explotación Petrolera en el Área Protegida del Parque Nacional Laguna del Tigre, se ha dado una “sistemática desinformación y manipulación a la población en general para el logro de dicho propósito a favor de la empresa transnacional Perenco”. Esto no es nada nuevo, si vemos lo que sucede, por ejemplo, con los anuncios radiales de la compañía minera, que dicen apoyar el desarrollo de las mujeres guatemaltecas solo porque una ya sabe manejar tractor. Un hecho valioso, sin duda, pero insignificante si lo comparamos con el “contradesarrollo” que significa dejar a cientos de mujeres y sus familias sin agua potable en el presente y el futuro.
Volviendo al comunicado, se dice que esta desinformación se ha “canalizado a través de alcaldes municipales, partidos políticos, quienes están presionando para firmar en apoyo a la prórroga del contrato petrolero, indicándoles que no serán beneficiados con proyectos sociales de oponerse a la misma”. Y que “además se ha utilizado el espacio del Consejo de Departamental de Desarrollo (Codede) para condicionar la toma de decisiones a favor de propuestas políticas, entre ellas la aprobación de la prórroga”. ¿Qué diría Gandhi de esto?
Por supuesto, a lo anterior hay que sumar el descrédito y las amenazas que han recibido personas y organizaciones que se oponen a la renovación del contrato petrolero, ya que esta explotación se pretende realizar en un área protegida, considerada el humedal de agua dulce de mayor importancia y protección en la región centroamericana, lo cual afectaría “los ecosistemas y su biodiversidad por los impactos negativos que provoca esta actividad”. Es perverso que se condicione el desarrollo de Petén a las regalías derivadas de la producción petrolera y a la Ley de Fondos del Petróleo.
Que no se comprometa el patrimonio natural de Guatemala, que el presidente Colom no apruebe la prórroga del contrato de explotación petrolera a la compañía Perenco, que se respeten los procedimientos sobre las consultas comunitarias en el marco del Convenio 169, que una información veraz sobre estos megaproyectos llegue con suficiente anticipación a las comunidades, y que el desarrollo de Petén sea financiado con recursos del Estado y no recursos que arrodillan al futuro. A lo mejor hay que hacer una caminata simbólica a la Laguna del Tigre y tomar una pequeña cantidad de petróleo para que la historia de este país cambie.
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