Carta del presidente uruguayo, José Mujica, a su par estadounidense Barack Obama
El presidente uruguayo, José Mujica, ha enviado a su par estadounidense Barack Obama
una carta abierta en que plantea “la ocasión ahora jubilosa es propicia
para que reclamemos nuevamente el levantamiento del injusto e
injustificable embargo a nuestra hermana República de Cuba cuyo Héroe
Nacional fuera cónsul de Paraguay, Argentina y Uruguay en Nueva York” y
le reclama:
“La liberación de Oscar López Rivera,
luchador independentista portorriqueño de setenta años, preso político
en Estados Unidos desde hace más de treinta, doce de los cuales en
celda de aislamiento.
“Y la liberación de Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Gerardo Hernández, cubanos presos en Estados Unidos desde hace dieciséis años.”
A continuación, el texto íntegro de la carta de José Mujica a Barack Obama:
“La
solidaridad es la ternura de los pueblos”, proclamó Pablo Neruda en
medio de la inmensa y urgentísima tarea de evacuar, socorrer y asilar a
decenas de miles de republicanos españoles de los que tantos lograron
llegar también al Río de la Plata luego de la Tragedia de 1939.
Este Presidente fue en su juventud alumno deslumbrado y hoy agradecido, de una de aquellas lumbreras intelectuales desterradas.
El Uruguay pacífico y pacificador es una gran herencia y a la vez una estrategia vital.
Este país formó parte de la vanguardia mundial en la creación de instrumentos internacionales para la paz.
Recogiendo
de nuestro mejor pasado esa vocación, hemos ofrecido nuestra
hospitalidad para seres humanos que sufrían un atroz secuestro en
Guantánamo. La razón ineludible, es humanitaria.
A estas tierras
han venido, desde nuestra independencia y aún antes, personas y
contingentes a veces muy numerosos buscando refugio: guerras
internacionales, guerras civiles, tiranías, persecuciones religiosas y
raciales, pobreza y también extrema miseria, lejanas o muy cercanas.
Desde
todos los países de Europa incluyendo la lejana Rusia; y de América; y
lo más doliente: desde África, traídos como esclavos.
Muchísimos
llegaron desde situaciones comprometidas y comprometedoras. Han
construido este Uruguay: forjaron bienestar, trajeron oficios,
semillas, saberes, culturas, y, por fin, hincando profundas raíces,
sembraron aquí su hoy innumerable descendencia. Y también sus tumbas
del morir de viejos. Formaron con sus huesos parte de nuestra tan
querida tierra.
Pero a la vez y a su tiempo, en mala hora para
nosotros, hemos recibido la cálida y oportuna mano tendida y el asilo
de numerosos países, a pesar de que éramos “acusados” por la tiranía
doméstica, de ser gente muy peligrosa.
Y antes, durante y
después, decenas de miles de compatriotas se fueron a todos los
confines, a causa de la pobreza y la falta de perspectivas.
Muchos
de ellos, y su descendencia que habla otros idiomas, no han podido
volver y constituyen para nosotros, además de una dolencia y un deber
pendiente, la querida Patria Peregrina.
Es por todo ello que
siguiendo por el camino de la famosa Parábola, sentimos la escena
porque la sufrimos en carne propia, desde el dolor del herido más que
desde el altruismo del Samaritano.
Formamos parte del mundo de los asaltados heridos. Pertenecemos a la inmensa mayoría de la Humanidad.
No
debemos ni queremos olvidar ni perder ese punto de vista para mirar las
crudas realidades, por desgracia tan numerosas como crueles, que hoy
golpean a gritos en la puerta de millonarias conciencias.
La
ocasión ahora jubilosa es propicia para que reclamemos nuevamente el
levantamiento del injusto e injustificable embargo a nuestra hermana
República de Cuba cuyo Héroe Nacional fuera cónsul de Paraguay,
Argentina y Uruguay en Nueva York.
La liberación de Oscar López
Rivera, luchador independentista portorriqueño de setenta años, preso
político en Estados Unidos desde hace más de treinta, doce de los
cuales en celda de aislamiento.
Y la liberación de Antonio
Guerrero, Ramón Labañino y Gerardo Hernández, cubanos presos en Estados
Unidos desde hace dieciséis años.
Estamos seguros de que estas
demandas insatisfechas abrirían amplias avenidas a un proceso de paz,
entendimiento, progreso y bienestar para todos los pueblos que habitan
aquella zona crucial de nuestra América.
José Mujica
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