Una vez más, las negociaciones
climáticas muestran la incapacidad de nuestros líderes políticos de
comprender la profunda contradicción que hay entre el afán de
desarrollo, la sostenibilidad ambiental y la equidad.
Tal como se preveía[i]
la reunión de Lima terminó en un rotundo fracaso. Más allá de los
esfuerzos que la Presidencia, la Secretaría de la COP y de varios
delegados en demostrar avances, no se puede ocultar el sol con las
manos. Y este no es un "nuevo fracaso", es el mismo viejo fracaso que
se viene arrastrando desde la propia firma de la Convención en 1992 y
que ha sido vanamente disfrazado de acuerdos exitosos como el Protocolo
de Kioto (1997), la Ruta de Bali (2007) o la Plataforma de Durban
(2011).
Todos ellos, acuerdos a los que se
les podría aplicar el aforismo futbolístico de "patear la pelota para
adelante"; es decir hacer pasar por avances lo que era otra cosa que
postergar decisiones. Y no hay absolutamente ningún indicio que a un
observador más o menos objetivo le permita anticipar que el resultado
de París el año entrante será diferente.
El verdadero principio que rige la
Convención es de las "Irresponsabilidades Comunes e Indiferenciadas".
Nadie se hace cargo de la parte que le toca y cada uno exige a las
otras partes que resuelvan el problema. Cuando se firmó la Convención
en el año 1992 y se adoptó el Principio de Responsabilidades Comunes
pero Diferenciadas establecido en la Declaración de Río, nadie pudo
predecir los cambios que en el mundo se darían 20 años después.
Los países "desarrollados" (tal
como se los llamó en aquel entonces) no se hicieron cargo de lo que
firmaron y los países "en desarrollo" no han sabido transitar otro
camino que el de repetir los errores de los "desarrollados". Hoy
tenemos 200 países que quieren ser "desarrollados" sin importar el
precio ambiental que ello conlleva.
El común denominador de todos los
fracasos es la inviabilidad de conciliar los tres objetivos principales
de la Convención: reducir las emisiones, hacerlo de manera equitativa y
no detener el desarrollo. No detener el desarrollo en un mundo
equitativo implica que todos los pobres del planeta deben acceder a los
niveles de consumo del mundo desarrollado. Esta utopía supone, entre
otras cosas, que el consumo energético debe multiplicarse por cinco,
con lo cual las emisiones de carbono nos llevarían muy por encima del
peor de los escenarios del IPCC. Si se pretende mantener la senda del
"desarrollo" necesariamente deberá ser sin equidad (como ha sido hasta
ahora, por otra parte, y no hay indicios que pueda ser diferente).
Puede haber reducción de emisiones
sin equidad y con desarrollo, o desarrollo con equidad pero sin reducir
las emisiones. Pero lograr las tres cosas a la vez es imposible. Si se
pretende reducir las emisiones de carbono con equidad, no hay otra
alternativa más que desandar el camino del desarrollo. Para los países
desarrollados esto significará –probablemente- recorrer la senda del
"decrecimiento"[ii] y para los demás países iniciar una etapa de transiciones hacia alternativas al desarrollo.
En un momento pareció que algunos
países de América Latina levantaban la bandera del Buen Vivir como una
nueva utopía alternativa al desarrollo, pero rápidamente confundieron
el buen vivir con el crecimiento económico, el aumento de los ingresos
y la calidad de vida asociada al consumo. La abundancia de la Pacha
Mama se convirtió en recursos nacionales a ser explotados para mejorar
los ingresos fiscales, la vida en armonía con la naturaleza se abandonó
para poder extraerle los minerales y los hidrocarburos que demanda el
mercado global y hasta el "fuego sagrado" de los ancestros se confundió
con la energía nuclear[iii].
Lo que no arregle la Convención lo
arreglará el planeta y su natural tendencia al reequilibrio. A América
Latina el cambio climático ya le cuesta entre el 1,5% y el 5% de su PBI[iv].
Este porcentaje seguirá aumentando en la medida que los efectos del
calentamiento global se acrecienten. Inevitablemente la economía caerá
como consecuencia de las sequías, las inundaciones y los eventos
extremos que se avecinan. La restricción económica hará reducir el
consumo, la producción, los ingresos, la calidad de vida y el
"desarrollo". Por las buenas o por las malas el deseado desarrollo no
ocurrirá.
Es tiempo de que todos los países
(pero particularmente los de la región latinoamericana que es la que
más nos preocupa a los que por aquí habitamos) adviertan lo absurdo de
sostener la utopía del desarrollo. Es tiempo de reconocer que la
equidad que le exigimos a los países desarrollados en la Convención de
Cambio Climático debe comenzar a aplicarse en casa: mayor equidad entre
los países de la región, mayor equidad entre las regiones dentro de
cada país, mayor equidad entre las personas que habitan cada
territorio. Basta de exigir afuera lo que no hacemos adentro.
Es tiempo de empezar a reconocer
que la "deuda ecológica" que se les reclama a los países desarrollados
también existe entre nosotros, con regiones y elites sociales que se
han apropiado por decenios de la riqueza de otras regiones y de otros
grupos sociales. Reconocer que perseguir la senda del desarrollo
implica necesariamente la inequidad y la destrucción de la naturaleza.
Comprender final y cabalmente que “todo lo que le ocurra a la tierra
le ocurrirá a los hijos de la tierra”[v].
Porque la Pacha Mama es abundante para darnos todo lo que necesitamos
para vivir, pero es lo suficientemente sabia para no darnos más de lo
que necesitamos.
- Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latinoamericano de Ecología Social).
[i] Ver nota anterior “Al fin nadie es inocente” http://alainet.org/active/78805
[ii] Corriente de pensamiento, principalmente europea, que promueve la contracción ordenada y regulada de la economía.
[iii] Álvaro
García Linera, vicepresidente boliviano: “La energía atómica es el
fuego sagrado del siglo XX y XXI”
http://www.hidrocarburosbolivia.com/nuestro-contenido/noticias/69261-vicepresidente-clausura-congreso-de-la-cbhe-la-energia-atomica-es-el-fuego-del-siglo-xx-y-xxi.html
[iv] CEPAL: “The economics of climate change in Latin America and the Caribbean: paradoxes and challenges”. Santiago de Chile, 2014
[v] Extraído de la famosa carta atribuida al Jefe Seattle dirigida al presidente Pierce de Estados Unidos en 1855.
http://alainet.org/active/79437
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