Estamos
cerrando el año con noticias que acaparan titulares: se construyó el
árbol de navidad humano más grande y se registró en el libro Guinness
de récords; la violencia crece en la misma medida que la militarización
de la sociedad, y Juan Orlando Hernández anuncia con bombos y platillos
la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Como
en todas partes del mundo, los titulares los llenan las cosas más
escandalosas; aquí asesinaron a una miss Honduras y la noticia estuvo
en todos los titulares del mundo que conocemos (y que nos conoce), el
resto de los asesinatos sigue cayendo en la máquina de las cifras, esa
que condena al olvido y al anonimato a miles de seres humanos en esta
tierra olvidada, pequeña pero vital para los planes geoestratégicos del
imperio y para el futuro de la Patria Grande.
La
sola firma de acuerdo con el FMI, después de 5 años del Golpe de Estado
y la suspensión de tales acuerdos, implica directamente el despido de
miles de hondureños y hondureñas, que pasaran a engrosar las ya
escandalosas cifras del desempleo, el aumento de las tarifas de los
servicios públicos, y la eliminación de la inversión social. Si hasta
la fecha, la propaganda de la oligarquía aplaudía a este gobierno por
sus “avances en seguridad”, habrá que ver que hacen los mercadólogos
para presentar con buena cara este agujero negro que atrae hacia sus
entrañas toda la riqueza, ahora incluso las migajas, mientras los que
quedan fuera no son capaces de distinguir entre lo que es alimentación
y lo que es comida.
Lamentablemente,
lo que pasa dentro de Honduras está muy oculto, y tampoco da para
llenar los titulares. Como en todas las conspiraciones, la única prueba
aceptable es el cadáver, y aunque aquí tenemos de esos por miles, falta
que sean más conocidos o que puedan “asustar” a la opinión publica.
Pero no somos solo un país de víctimas, hay coraje, predisposición
revolucionaria y Juan Orlando Hernández no es el único actor con
palabra en esta tragedia.
Existe
una lucha permanente, creciente, que quizá merece más atención de sus
dirigentes, mejores planteamientos de lucha y más visión política para
entender la marcha inexorable de un pueblo que sufre los embates
descarados sabiendo que el tiempo cuenta, y que las horas hacia las
victorias son menos.
Juan
Orlando Hernández ha luchado por dar la imagen de dictador (y nosotros
muchas veces hemos caído en ese juego), y con cientos de militares a su
espalda se pasa el tiempo lanzando imágenes amenazantes de que el todo
lo puede y que el miedo nos pertenece a las mayorías mientras la clase
que él representa puede hacer lo que quiera contra el pueblo en medio
de la mayor impunidad que se conoce.
Esta
imagen de consumo interno se produce mientras nadie se da cuenta en el
exterior lo que aquí sucede. Él se vende como lo hizo Uribe en la
década pasada, masacrando al pueblo colombiano, incluso agredía otros
países de la región pero, imperio gratia, daba a la opinión pública
internacional la idea de que su democracia estaba en comprometida con
la integración.
Hoy
el mundo debe saber que el régimen trabaja laboriosamente en convertir
la persecución política en un asunto de delincuencia común. Los
ladrones de todos los tiempos, los que siguen saqueando
escandalosamente este país, son también jueces que pretenden sacrificar
a aquellos que se plantaron por validar la voz del pueblo soberano. Son
los mismos, que han manchado de sangre el país, sin juzgar un solo caso
hasta la fecha. En Honduras no hay exiliados, ni perseguidos políticos;
hay corruptos, ladrones, narcotraficantes, un candidato perfecto para
que le castigue cual Sodoma y Gomorra, y los jueces, que no condenan a
nadie, que tienen los vínculos con el narcotráfico, que condenan
inocentes, que protegen ladrones y corruptos, que son cómplices por
omisión de crímenes horrendos, son los grandes señores que se rasgan
las vestiduras, y que persiguen a los luchadores.
Es
tan singular la situación, que hasta los pastores piden la pena de
muerte y dicen que Dios ha otorgado esta singular prerrogativa a los
Estados, por aquello del no matarás. Claman por que se le otorgue al
matador la licencia de matar.
Hernández,
hombre de poca imaginación, pero muy tenaz y con el pleno respaldo de
al menos un sector poderoso de la oligarquía golpista, ha preparado a
lo largo de 2014, la idea de que el buscará la reelección. No ha hecho
pública una declaración al respecto pero es discusión en todas partes,
nadie ignora la intención. Con ello envía un mensaje más de fuerza,
además, para quienes han olvidado que aquí se dio un Golpe de Estado
Militar (igual que Peña Nieto pide que olviden Ayotzinapa, cualquier
parecido No es coincidencia), aquí este señor puede hacer lo que le
plazca, no existe ninguna ley o institución que pueda cambiar las
cosas, todo se maneja vía soborno o chantaje. Solo funciona el
ejército, y ese también tiene precio, y sigue órdenes expresas del
Comando Sur.
Esto
se traduce simplemente en que nuestro único camino es luchar contra
toda la adversidad, sin esperar de ellos absolutamente nada.
El
tema de la reelección cobrará gran relevancia, y está claro que
derrotar este circo abominable solo será posible si salimos del miedo,
del estado de conmoción en que vivimos escondidos, y asumimos que la
misión de todo el pueblo es tomar la iniciativa. La reelección lejos de
ser un problema es un escenario más, y tenemos muchos argumentos para
aceptar el reto de derrotar a este enemigo en su propio campo, aun con
sus propias reglas. No es con las leyes que ellos nos den o no que
tendremos esperanza, es con la determinación de luchar, aceptar los
retos, y derrotar al enemigo en todas las líneas. Con nuestro pueblo
organizado y movilizado no existe ningún fraude que nos pueda detener.
La
reelección de Juan Orlando Hernández no es algo que no podemos vencer,
es tiempo del valor, de levantarnos a luchar todos los días, y por fin
terminar con la pesadilla.
A
los pueblos hermanos, simplemente que no quiten sus ojos de este
pequeño lugar en el orbe, aquí seguimos en combate, y venceremos.
Blog del autor: http://www.telesurtv.net/staff/rsalgado
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