El asesinato de Rafael Nahuel y la represión en la Patagonia
Revista Anfibia
No es fácil poner en
texto alguna reflexión que, distanciada del dolor, ayude a desmentir las
justificaciones de la represión y las estigmatizaciones de la lucha
mapuche, explica la antropóloga Ana Ramos. A partir de su experiencia de
más de dos décadas de estudio de estas comunidades, describe tres
contextos -memorias, diálogo y recuperación del territorio- para
entender los reclamos mapuche en sus propios términos y cómo estos
grupos -violentamente reprimidos en los últimos meses en Chubut y Río
Negro- son parte de las mismas familias que históricamente mueren por
balas de los policías, de los dealers o de otras bandas barriales en la
periferia urbana.
En los últimos meses, la cuestión mapuche se volvió
opinable y discutible –incluso al punto de desconocer las leyes de la
Constitución Nacional y los tratados internacionales—. La
irresponsabilidad enunciativa de los comunicadores sociales, las
imágenes estereotipadas y estimagtizantes de quienes se construyen como
expertos de este tema dominó los escenarios públicos. Ante esta
proliferación de palabras, dichos y habladurías, perdimos como sociedad
la capacidad de escuchar y, con ella, nuestro derecho a entender, a
saber la verdad y a poder actuar como ciudadanos comprometidos.
Rafael
Nahuel fue asesinado en la Lof Lafken Winkul Mapu durante un operativo
de la Prefectura el mismo día del velatorio de Santiago Maldonado, quien
murió durante la represión de Gendarmería del 1 de agosto en la Pu Lof
en Resistencia. No pasaron tres meses entre estos sucesos y, de nuevo,
nos encontramos impactados por los hechos. No fue fácil entonces, y
tampoco lo es ahora poner en texto alguna reflexión que, distanciada del
dolor, ayude a desmentir las justificaciones de la represión y las
estigmatizaciones de la lucha mapuche. Pero para no quedar en silencio
ante tanta injusticia, voy a convertir en texto lo que suelen ser mis
explicaciones espontáneas cuando amigos, familia y conocidos me
preguntan “si es verdad lo que se dice, lo que se escucha por ahí”.
Desde mi experiencia como antropóloga que hace más de veinte años
trabaja con comunidades y organizaciones mapuche, voy a tratar de
reconstruir tres contextos que pueden ayudarnos a escuchar los reclamos
mapuche en sus propios términos.
Para evitar el riesgo de
naturalizar la represión arbitraria y las muertes violentas de quienes
luchan por sus derechos debemos reconstruir los principios fundantes con
los que recuperamos la democracia y, para esto, resulta imprescindible
que escuchemos lo que las organizaciones y comunidades mapuche hace
muchos años denuncian, explican, contextualizan e historizan. Sus
reclamos pasan de no ser evento atendible a ser noticia nacional, pero
en el marco de otras agendas e intereses. Los mapuche pasan de ser un
grupo en extinción –en una Argentina pensada como europea—a ser los
desestabilizadores de la soberanía nacional o de la democracia. Pasan de
ser las raíces ancestrales de nuestra identidad nacional a ser los
invasores chilenos que permanentemente traspasan la frontera nacional.
Esta doble vara también esquiva la verdad, ya sea por intereses
económicos y políticos, o por ignorancia.
Los hechos
María
Nahuel de la Lof Lafken Winkul Mapu cuenta que el jueves 23 de
noviembre a las cuatro y media de la mañana empezaron a escuchar tiros
en el territorio que habían recuperado hacía unos meses atrás en la zona
del lago Mascardi: “Nos fueron a despertar a balazos limpios, nos
empezaron a maltratar, nos defendimos todo lo que pudimos, no teníamos
arma, no teníamos nada”. A su hija menor de edad y a sus nueras las
esposaron en el piso, mientras a los niños –de uno, dos, tres y once
años– les tiraban gas pimienta. Otra de las integrantes de la Lof
contaba que su hijo lloró varias horas a causa del dolor en los ojos, y
que ella, al estar precintada, solo podía tratar de calmarlo
acariciándolo con su cabeza. También contaron que a la hija de María,
quien se está preparando para ser machi, le arrojaron tierra en la boca
cuando empezó a hablar en mapuzungun. A todas ellas les pegaron, y a
María la dejaron un rato desmayada por un golpe en la cabeza. Los
varones escaparon cerro arriba, y las mujeres fueron llevadas detenidas a
la Policía Federal, en Bariloche, donde permanecieron más de diez horas
con sus niños, sin agua ni comida.
El operativo fue ordenado por
el Juez Federal Gustavo Villanueva luego de una denuncia realizada por
Parques Nacionales, dado que el territorio recuperado se encuentra bajo
su jurisdicción. El tiempo que duró el operativo, la Gendarmería cortó
la Ruta 40 para impedir el acceso al lugar y vigiló la zona con
helicóptero y drones. Entre policías federales, prefectos y gendarmes,
había en el lugar más de 300 uniformados. Los que cortaban la ruta
alarmaban a los autos y micros que quedaban a la espera diciéndoles que
había una “treintena de mapuches violentos que podían tirarles piedras”.
Las
fuerzas nunca dejaron el lugar ni el control con retenes a lo largo de
la ruta. El sábado 25 de noviembre empieza a circular la noticia de una
nueva represión en la Lof, y pronto se supo que tres de las personas que
todavía estaban en el cerro habían sido heridas de bala. En una de las
llamadas que se logró a las seis de la tarde se informó que había un
muerto. La familia se reunió en el hospital de Bariloche a la espera de
novedades junto con las personas que se fueron acercando a acompañar y a
exigir información. Recién a las 24 horas, un médico del hospital
confirmó la muerte de “un masculino” ante todos los presentes. El cuerpo
llegó horas después.
Primer contexto: Memorias (trayectorias)
Es
un hecho irrefutable que el Pueblo Mapuche tuvo control y soberanía de
su territorio hasta fines del siglo XIX (apenas unos 100 años atrás).
Esto es sumamente importante desde el punto de vista de la memoria,
porque son los abuelos y las abuelas quienes les contaron, a quienes hoy
militan su identidad, acerca de sus experiencias en los campos de
concentración, sobre el despojo territorial, la violencia, la
persecución y las injusticias con las que los dejaron en los márgenes de
un Estado en formación. Se trata de memorias muy recientes, que todavía
encarnan el dolor de quienes las recibieron o las contaron.
Pero
también estas memorias son la historia “que no se contó en los libros”
(como repetía Mauricio Fermín, un anciano de la comunidad Vuelta del
Río), y sólo comprendiendo e interactuando con estos relatos del pasado,
vamos a poder comprender los reclamos que, hace unas décadas, vienen
haciendo quienes crecieron escuchándolas. Estas memorias no solo
explican por qué tantas familias mapuche viven hoy en las periferias de
las ciudades, sino que también brindan las claves para pensarse como
mapuche en la ciudad. Las formas que los antepasados eligieron para
contar sus experiencias (llamadas ngtram) le dan su impronta particular a
la memoria mapuche, esta es, la transmisión de fuerza para no olvidar,
para resistir y para reconstruirse como Pueblo. Por lo tanto, los
aspectos más negativos de sus trayectorias urbanas –pobreza, violencia,
desprotección, alcoholismo, droga, muertes de gatillo fácil, vidas
cortas, bandas, vendettas, redes de narcotráfico, ausencias, etc.—
fueron dejando de ser responsabilidad de las decisiones de sus padres o
de las suyas para ser el resultado de una historia más amplia de
genocidio, racismo, negación y marginación. No es casual, por ejemplo,
que la mayor parte de la población que vive en “el alto” de Bariloche
–donde vivía Rafael— pertenece a familias mapuche que años atrás dejaron
el campo.
Frente a este contexto, y durante las últimas tres
décadas, las organizaciones mapuche de la Patagonia trabajaron muy
duramente para reivindicar sus pertenencias a un pueblo preexistente al
Estado y para reemplazar los sentimientos impuestos de vergüenza y
sumisión por los de orgullo, conciencia histórica y derecho a luchar por
un mundo más justo para ellos. A pesar de la diversidad de estos
proyectos políticos, se fue afianzando la idea de un Pueblo, y con ella,
se multiplicaron las expresiones y los modos de pertenecer a él:
trayectorias rurales, periurbanas y urbanas, trayectorias de militancia
en articulación con partidos políticos o iglesias, trayectorias
militantes más autonómicas… Esta multiplicación no impidió que se
compartieran los mismos objetivos de recuperación de los conocimientos
ancestrales, de reestructuración de los vínculos y de valorización de
sus memorias.
El aumento y diversificación de las expresiones
políticas de militancia mapuche urbana no debería verse como un problema
sino como un diagnóstico de revitalización y de surgimiento de nuevas
demandas. Desde distintas experiencias de marginalidad, discriminación,
despojo y desigualdad social, estas comunidades y organizaciones mapuche
están exigiendo ser escuchadas. Al expresar en discursos y acciones que
nunca se sintieron parte de la inclusión y de la igualdad que
proclamamos como ciudadanos, nos ponen en la incómoda situación de tener
que repensar nuestras propias configuraciones sociales acerca de la
inclusión y la igualdad. Por esta razón, es más fácil ignorar o
menospreciar las historias y las experiencias que orientan el ser
mapuche en los barrios marginados. Como lo expresó María Nahuel,
integrante de la Lof, “hay gente que no va a entender nunca, pero
nosotros actuamos como mapuche y luchamos como mapuche”.
Gracias a
distintas personas que conocieron estrechamente a Rafael y que contaron
su historia antes que esta sea distorsionada por los medios de
comunicación, sabemos que lo llamaban “Rafita”, que vivía en el barrio
Nahuel Hue –en el Alto de Bariloche–, que le gustaba la cumbia, que era
de Boca, que había dejado de estudiar para juntar algo de plata, que
aprendió el oficio de herrero, que no conseguía trabajo porque tenía
apellido mapuche y porque era “un chico del alto”, que le gustaba ayudar
y arreglar cosas, que era inseparable de sus amigos y sus hermanos.
También sabemos que “había caminado por las márgenes” –como expresa uno
de los responsables del espacio de educación no formal al que solía
asistir— y sabemos cuáles son los riesgos y las violencias que sufren
desde muy temprana infancia quienes son relegados a esos márgenes. Hacía
un tiempo atrás había empezado a acompañar a la familia de su tía en
los procesos de lucha y reivindicación como mapuche. La historia de
Rafael es la de muchas otras personas que, desde situaciones urbanas
signadas por la pobreza y la violencia, deciden enmarcar sus enojos, los
sentidos de la desigualdad social y de sus experiencias de injusticia
en la historia de su Pueblo.
Las organizaciones mapuche urbanas,
como las que conocí en Esquel y en Bariloche, tenían como propósito
inicial poner en valor las vidas de quienes fueron despojados de la
posibilidad de pensarse a sí mismos como personas respetables.
Conversando sobre estos inicios, Fernando Huala, uno de los jóvenes de
la Lof Mapuche en Resistencia de Cushamen, contaba que un antiguo amigo
del barrio le había expresado su pesar por no haber decidido quedarse
con ellos “en la lucha mapuche”, porque “ahora ya estaba perdido”. Las
comunidades mapuche que fueron más violentamente reprimidas en los
últimos meses en Chubut y Río Negro son parte de las mismas familias que
históricamente mueren por balas de los policías, de los dealers o de
otras bandas barriales en la periferia urbana. Las experiencias de ser
“pobre”, “varón” y “mapuche” en estas periferias llevaron a naturalizar
entre ellos la posibilidad de ser revisado, maltratado, perseguido,
encarcelado, reprimido o muerto por las fuerzas de seguridad. Uno de los
miembros de la Lof Lafken Winkul Mapu explicaba hoy para un medio de
comunicación que los varones se tapan la cara para protegerse, no porque
sean terroristas sino porque ellos corren “riesgo hasta para ir a
comprar a la calle”.
Segundo contexto: Pueblo Mapuche (iniciativas de diálogo)
En
los conflictos territoriales suele construirse al “usurpador indígena”
como un “puñado de personas”. Aun en los casos en que el conflicto por
la tierra esté circunscripto a una familia y allegados, como el caso de
la Lof Lafken Winkul Mapu, suele ser el Pueblo mapuche –encarnado en los
sujetos concretos que conforman las redes y relaciones más amplias—el
que se siente interpelado para actuar en defensa.
Esto se vio
reflejado en el último trawn (reunión mapuche) realizado el 26 de
noviembre en Bariloche, donde se encontraron para tomar decisiones
conjuntas tanto la organización local que viene acompañando muy
cercanamente a la Lof como muchas otras organizaciones y comunidades de
distintas provincias. En los intercambios de la palabra quedó muy claro
que la represión no es contra una comunidad o una familia, sino contra
un Pueblo, uno que, a pesar de sus diferencias ideológicas, sabe
articular unidad ante situaciones como esta.
Por la mañana se
organizó una comitiva de diálogo para que se dirija hasta la comunidad
para intermediar con el juez, de la que participaron las organizaciones
mapuche de apoyo junto con organizaciones de Derechos Humanos, el obispo
de Bariloche, abogados y un médico para atender a los heridos. Cuando
la comitiva regresa del lugar del conflicto, cuentan en el trawn que se
logró firmar un acuerdo con el juez a cargo del operativo en el que se
establece la creación de una instancia de diálogo “de carácter urgente
con intervención de distintos organismos oficiales” para encontrar una
solución al conflicto. En este trawn también se resuelve apoyar la
decisión de la Lof de permanecer en el lugar y no dejar el territorio
recuperado.
Estas acciones colectivas de cuidado mutuo y
solidaridad son las formas en que el Pueblo Mapuche practica su
diplomacia para abrir instancias de diálogo, para repactar los acuerdos
con las distintas instituciones estatales y demandar conjuntamente el
respeto o la ampliación de sus derechos. Antes, durante y después de la
represión, numerosas organizaciones y comunidades mapuche, en nombre del
Pueblo al que pertenecen, intentaron habilitar espacios de diálogo y de
pacificación del conflicto. Ante esto, las respuestas represivas de las
fuerzas armadas son entendidas como la exclusión del Pueblo Mapuche
como un interlocutor político válido en el escenario que se fue
montando. Mientras las acciones colectivas de los mapuche tendieron al
diálogo y al acuerdo, las distintas instituciones oficiales involucradas
tendieron a negar o traicionar esos acuerdos. Parques Nacionales, el
INAI, el Juzgado Federal y las Fuerzas de Seguridad propiciaron el
desalojo y la represión al mismo tiempo que fueron propiciando un
escenario de “no escucha” de los reclamos mapuche.
Los miembros
de la Lof denunciaron la falta de escucha hasta en los últimos y
trágicos acontecimientos: “Esa mañana llegaron muchos grupos armados de
diferentes lados, no dieron tiempo a dialogar ni nada… sino que entraron
directamente a reprimir”. Incluso, en el cerro, cuando se defendían con
piedras de las balas de plomo de la Prefectura, levantaron las manos
para pedir “que por favor saquen al peñi herido, nosotros solamente lo
que queríamos es que nuestro peñi se pudiera salvar, y no pudo”.
Tercer contexto: Recuperación territorial (experiencias de ser y estar)
A
los dos meses de haber recuperado el territorio, una vocera de la Lof
explica que no tenían intenciones de hacer pública su recuperación, pero
que debieron hacerlo por circunstancias mayores. Ellos estaban
protegiendo un lugar determinado del paso de personas, porque allí
estaban preparando el lugar en el que se harían las ceremonias
necesarias para “levantar” a la machi de la comunidad. Puesto que por
ese lugar se hacían caminatas y subía gente, se vieron obligados a
descender del cerro para anunciar que ellos ya tenían el control
territorial.
Durante estos últimos años, y a medida que se fue
recuperando territorio mapuche, también se fue explicando a la sociedad
civil y política que para los mapuche el territorio no es meramente una
cuestión perimetral, puesto que en el territorio se consolida el
pensamiento filosófico e ideológico y la espiritualidad mapuche. La
recuperación de un territorio es también la recuperación de las
relaciones con las fuerzas que allí se instancian, y junto con ellas,
del kimun o conocimiento ancestral. Por eso, en el transcurso de estos
años se fueron generando condiciones propicias para que a las hermanas y
los hermanos que llegan a la mapu (tierra) se les manifiesten
capacidades y roles específicos. Actualmente, uno de los principales
fundamentos de la recuperación territorial es la presencia de pu ngen,
los pu newen, lo pu lonko (fuerzas de la naturaleza). Y es con esas
fuerzas que se establecen los vínculos y los compromisos mutuos de
proteger el lugar.
Algunas personas, como machi, lonko o pillañ
kushe, tienen un rol específico en estas vinculaciones con las fuerzas
del lugar. Negarle a estos pu peñi, pu lamien (hermanos o hermanas) el
ejercicio pleno de estas capacidades en muchos casos es condenarlos a la
enfermedad e, incluso, a la muerte.
Los y las machi más
experimentados son los que detectan a las y los futuros machi, lonko o
pillañ kushe. Algunos militantes mapuche explican que, en este proceso
de recuperación de sabiduría ancestral, en los barrios periféricos se
han producido grandes eventos vinculados al mundo espiritual mapuche.
Importantes ceremonias están siendo encabezadas por machi experimentados
que detectaron que algunos niños y niñas de estos barrios poseían esa
capacidad o ese don de ser futuros o futuras machi. Explican también que
aceptar ese rol es muy doloroso en muchos aspectos –físicos,
emocionales y afectivos– por eso, para levantarse en el rol y alimentar
esa capacidad es necesario contar con un entorno absolutamente propicio,
“que no es justamente el entorno urbano”.
Una hija de María
Nahuel es machil, esto quiere decir que se está levantando en su
comunidad para, en el futuro, y cumplido el aprendizaje, tener el rol de
machi. En un barrio de Bariloche, un machi había detectado esta
capacidad en ella cuando era una niña pequeña, y pese al ambiente urbano
y a los pocos recursos económicos, la familia logró cumplir con el
compromiso de destinar estos años para su preparación y aprendizaje. Los
pu ngen te llaman, dicen los ancianos, “uno no se manda solo”, no es
una decisión de uno. La machil tuvo un llamado en ese lugar cercano al
lago Mascardi, y por eso están allí como comunidad.
Este es el
principal fundamento de la recuperación territorial de la Lof Lafken
Winkul Mapu y de sus convencimientos para defenderlo: “Nosotros no
tenemos que negociar con el winka, negociamos con nuestra fuerza,
nosotros pedimos permiso, hacemos rogativa para poder estar en un lugar”
(vocero de la comunidad). María Nahuel lo expresaba con estas palabras:
“Voy a seguir luchando por el territorio para mi machil. Voy a seguir
luchando como familia”.
Claro que estos tres contextos (Memorias,
Pueblo y Territorio) son mucho más complejos, pero estas breves paradas
en ellos pueden motivarnos a profundizar los procesos en los que
estamos insertos y no dejarnos convencer por quienes van a tratar, a
partir de hoy mismo, de hacernos creer que los mapuche de la Lof Lafken
Winkul son terroristas, violentos, indios truchos, invasores, etc. O, al
menos que algunas cosas no las podamos sacar fácilmente de contexto.
Entonces, y sin distracciones, exigir respeto y pedir justicia por
Rafael Nahuel en nombre de una familia, de un barrio y de un Pueblo que
están de luto.
Ana Margarita Ramos es doctora y Licenciada en
Antropología Social y Magíster en Análisis del Discurso por la
Universidad de Buenos Aires. Fue coordinadora de la carrera de Ciencias
Antropológicas de la Universidad Nacional de Río Negro durante el
periodo 2010-13. Del año 1998 al 2008 se desempeñó como docente de
la Universidad de Buenos Aires en la Carrera de Antropología Social y,
desde el año 2008 hasta el presente, es profesora asociada en la
Universidad Nacional de Río Negro en la Carrera de Ciencias
Antropológicas. Es investigadora del CONICET con el proyecto
“Trayectorias políticas y de pertenencia entre grupos Mapuche-Tehuelche
del Chubut”. Ha dictado seminarios de grado y de postgrado en diferentes
universidades en temas relacionados con los procesos de memoria en
grupos subordinados y alterizados. Actualmente dirige, entre otros, el
proyecto de investigación “Procesos de recordar y olvidar en contextos
de subordinación. Una aproximación comparativa en torno a la memoria
como objeto de reflexión” subsidiado por la Agencia Nacional de
Promoción Científica y Tecnológica. Ha publicado libros y artículos en
revistas especializadas sobre los temas de memoria y política indígena.
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