El Diario (España)
Los activistas no-violentos de Okinawa llevan décadas denunciando la ocupación violenta de las bases estadounidenses en la isla, verdaderas fortalezas de poder militar y armamento |
El
pasado 24 de noviembre, en el salón de crónicas del Ayuntamiento de
Barcelona, los activistas no-violentos de Okinawa que llevan años
luchando contra la base militar de Futemna y contra la construcción de
las nuevas bases de Henoko y Nago recibieron el premio Séan MacBride por la Paz 2017 de manos de los responsables del IPB
(*). El comité de activistas de Okinawa ha luchado sin desfallecer y
durante décadas contra las bases militares y contra todas las
violaciones sociales, políticas y ambientales que éstas han generado.
La historia de las bases en Okinawa empieza en 1945,
poco después de los terribles bombardeos de Hiroshima y Nagasaki,
cuando la isla de Okinawa, al sur de Japón, quedó bajo control de
Estados Unidos. Aunque Japón logró la independencia con el Tratado de
Paz de San Francisco de 1951, los Estados Unidos continuaron controlando
la isla. Luego, en 1972, y mientras Estados Unidos oficialmente
devolvían Okinawa al Japón, se firmaba un tratado secreto entre
Washington y Tokio que autorizaba que las bases militares de Estados
Unidos continuaran funcionando sin problemas bajo su control. Y así lo
han hecho hasta ahora.
Las
bases estadounidenses de Okinawa ocupan la quinta parte de la
superficie de la isla y acogen el grueso de las fuerzas estadounidenses
en Japón (el 74%). La población ha sufrido infinitos delitos cometidos por los militares
y miembros de las bases, y las residentes son a menudo víctimas de
actos violentos y violaciones. Los que viven cerca de las bases
militares también se quejan de la contaminación acústica, de la
contaminación marina, del riesgo de accidentes y de la imposición de un
modo de vida americano que incluso se hace patente con la invasión de
restaurantes de "fast food". Los habitantes han sido privados de su modo
de vida japonés y son además víctimas de una continuada violencia.
En una reciente entrevista a los activistas de la campaña
de Okinawa, Hiroshi Ashitomi y Suzuya Takazato, los dos nos hablan de
las campañas contra la construcción de la nueva base de Henoko y del
nuevo helipuerto de Nago, así como del gran nivel de conciencia de los
habitantes de la isla. Y es que los argumentos son palpables. Nos
explican que, entre 1972 y 1915, los soldados estadounidenses han
cometido un mínimo de 5.896 delitos, con más de tres mil robos y más de
mil delitos violentos y violaciones. Y comentan que, según las
encuestas, más del 80% de la población de Okinawa es contraria a la
construcción de la nueva base de Henoko. Explican que los Estados Unidos
tienen más de 800 bases militares en todo el mundo, y que por lo tanto
trabajan para que su lucha sea internacional, con contactos y
cooperación especialmente con organizaciones de mujeres (la red
internacional de mujeres contra el militarismo), y en los lugares donde
hay bases militares norteamericanas. Hiroshi Ashitomi indica que estas
luchas populares sólo pueden ganarse con solidaridad internacional.
Junto con activistas de Corea del Sur, Guam, Taiwán y Hawái, los
activistas de Okinawa quieren la retirada de todas las bases
estadounidenses de la región de Asia-Pacífico.
A pesar de la
enorme disparidad de fuerzas entre la gente de Okinawa y la alianza
Japón-Estados Unidos, la causa contra las bases de Okinawa tiene
posibilidades realistas de éxito. Sus activistas tienen a su favor la
justicia, la integridad y la decencia. Durante dos décadas, los habitantes de Okinawa han conseguido parar los planes de dos gobiernos muy poderosos.
Han tenido que enfrentarse, día a día, a la intimidación y a la
violencia de un número creciente de policías antidisturbios y de
funcionarios guardacostas, pero han persistido. Y quieren persistir
hasta lograr que Okinawa no tenga bases.
Las bases son los
castillos modernos, fortalezas que acumulan poder y armamento. Armamento
que, cuando se utilice, matará personas. Personas que en gran mayoría
serán civiles. Las bases son catedrales de la violencia, son grandes
estructuras para la resolución violenta de los conflictos. Pero también
son la muestra palpable de que el militarismo y el poder militar están
íntimamente asociados a la violencia. Es algo que las personas de
Okinawa viven cada día cuando sufren delitos, robos, ataques y
violaciones. De hecho, ni siquiera es necesario que sus mandos actúen
militarmente y con sus armas. La violencia la demuestran cada día, en
las calles y pueblos de Okinawa. Por eso, defendemos que la construcción
de la Paz sólo puede hacerse desde el antimilitarismo. Y por eso
debemos estar agradecidos a los activistas no-violentos de Okinawa por
su lucha y por su ejemplo cuando luchan por cerrar la base militar de
Futemna y para evitar la construcción de las nuevas bases de Henoko y
Nago. Fuera bases, basta de discursos que nos quieren hacer creer que la
resolución militar de los conflictos es algo posible.
Pere Brunet
- Centre Delàs d'Estudis per la Pau: La Oficina Internacional para la
Paz (IPB) fue fundada en 1892 e incluye más de 300 organizaciones de
unos 70 países. Recibió el premio Nobel de la Paz en 1910. Séan MacBride
se distinguió por ser anti-colonialista y un luchador incansable por
los derechos humanos, la paz y el desarme.
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