Ángel Guerra Cabrera
Algo
demasiado ominoso para ser mencionado empuja al vacilante Obama
ciegamente hacia el abismo. El uso del gas sarín por el presidente
Bashar Assad
contra su propio puebloes un argumento tan desfachatado como el de las armas de destrucción masiva de Irak si uno se guía por el documento
probatoriocolgado por Washington en Internet.
Hace por lo menos dos años el ocupante de la Casa Blanca dijo que Assad debía irse. Desde entonces comenzó la primera parte de esta guerra imperialista. Se inició una carrera silenciosa de los servicios especiales estadunidenses, ingleses y franceses para infiltrar en Siria a una jauría furiosa de fanáticos ligados a Al Queda y mercenarios de distinto pelaje financiados y armados por las monarquías saudita y qatarí con el apoyo logístico de Turquía. En el país árabe, no hay duda, hubo importantes protestas populares, pero fueron secuestradas y derivadas a una espantosa guerra sectaria.
El ejército sirio, pese a no parecer especialmente entrenado para enfrentar fuerzas irregulares, ha logrado asestar duros golpes a los grupos armados y colocarse en una situación militarmente ventajosa. Es evidente que cuenta con apoyo de sectores de la inteligente y patriótica población siria que no quieren ser gobernados por un califato de Al Qaeda ni ver su país convertido de nuevo en colonia.
La ventaja militar lograda por Assad y otros hechos mencionados en mi artículo anterior, al que debe añadirse las influyentes exigencias de los fabricantes de armas (La Jornada, 29 de agosto) obran indudablemente a favor de la premura de Obama por intervenir militarmente para debilitar al ejército sirio. Pero luego de consultar confiables expertos en finanzas internacionales no descarto la urgencia de usar la guerra como cortina de humo para ocultar el incontrolable agujero negro en el sistema financiero de Estados Unidos que amenazaría de modo inminente con triturar al dólar. Obama según esto no querría pasar a la historia como el presidente que hundió al símbolo mágico de la hegemonía estadunidense.
Y
no parece descabellada la hipótesis puesto que si algo no quiere
aceptar Washington es el evidente declive de su hegemonía. Hasta el
punto de empujarlo, con tantos factores en contra, a una aventura de
consecuencias imprevisibles, seguramente trágicas y muy probablemente
causantes de una catástrofe apocalíptica. Nunca desde la crisis de los
misiles en Cuba se ha sentido tan cerca el peligro de guerra nuclear,
cualquiera que sea el plan de ataque de Estados Unidos contra Siria.
En la guerra los planes casi nunca salen exactamente como se conciben. Por eso los grandes estrategas se han caracterizado siempre por imaginar los posibles escenarios de antemano y poseer la agilidad mental y la audacia para realizar sobre la marcha cuantos cambios requiera el plan originalmente concebido. Pero en este caso ni el más brillante jefe militar de Estados Unidos contará con opciones plausibles a menos que Siria, Hezbolá, Irán y, por supuesto Rusia y China, se dejen llevar mansamente al matadero.
Comencemos por asentar que no hay certeza de que un ataque con misiles, combinado o no con incursiones de la aviación, no termine por convertirse en una guerra general.
Mientras tanto la armada rusa hizo
Twitter: @aguerraguerra
En la guerra los planes casi nunca salen exactamente como se conciben. Por eso los grandes estrategas se han caracterizado siempre por imaginar los posibles escenarios de antemano y poseer la agilidad mental y la audacia para realizar sobre la marcha cuantos cambios requiera el plan originalmente concebido. Pero en este caso ni el más brillante jefe militar de Estados Unidos contará con opciones plausibles a menos que Siria, Hezbolá, Irán y, por supuesto Rusia y China, se dejen llevar mansamente al matadero.
Comencemos por asentar que no hay certeza de que un ataque con misiles, combinado o no con incursiones de la aviación, no termine por convertirse en una guerra general.
Mientras tanto la armada rusa hizo
ajustespara reforzar su presencia en el Mediterráneo enviando dos buques de asalto anfibio y uno de reconocimiento. Putin podría mostrar al aturdido Obama una puerta de salida airosa que no ponga en riesgo la paz mundial en el marco de la reunión del G20 si aquel aceptara hablar en igualdad de condiciones con el lúcido líder ruso.
Twitter: @aguerraguerra
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