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viernes, 13 de septiembre de 2013

Desde la otra orilla

Carlos Maldonado
Colectivo La Gotera
A pesar de las mentiras levantadas por el Imperio sobre Siria, de los falsos ataques químicos que poco a poco se va demostrando que han sido inventados y fabricados por la inteligencia gringa para ser perpetrados por los "mercenarios" subvencionados por su gobierno, Inlgaterra, Francia y algunas monarquías árabes como Arabia Saudita, Katar, Jordania y los sionistas del Mossad israelí, al imperialismo no le ha quedado más que tomar nuevos aires. A pesar de ello, sus planes de invasión y control del territorio sirio no ha sido engavetados, ni mucho menos. Sigue siendo una posibilidad muy fuerte.

Solo los líderes prudentes, que saben a ciencia cierta que una guerra no es paseo a la vera del río, ni miel sobre hojuelas, se oponen férreamente a ella pues saben de lo que significa un conflicto de esas magnitudes que fácilmente puede derivar en un conflicto regional y peor que eso, mundial. No obstante ese peligro, países como el nuestro, Guatemala, a través de su cancillería ha dado su visto bueno y espaldarazo a la Casa Blanca, como buen siervo fiel, para un ataque al pueblo sirio. 

Se denota en esa ligereza que el canciller, alguien sin experiencia en el campo de las relaciones internacionales, sin criterio propio, ni una personalidad ecuánime, decide no chistar un centímetro en las órdenes de su jefe, quien en su historial tampoco figura haber peleado guerras de la magnitud de la que sufre el pueblo sirio hoy. A lo sumo se enfrentó a guerrilleros en Guatemala en una asimetría totalmente favorable al ejército, por lo cual no sopesa los horrores de un conflicto donde los "mercenarios" que financia el Imperio y sus secuaces, quienes, por lo mismo, si están bien pertrechados, no son tropas fáciles de barrer como lo fueron los guerrilleros a los que enfrentó y la población civil que, según sus alegatos institucionales del cuerpo castrense al que perteneció, eran la base social de la que recibían apoyo; por tanto, sujetas de exterminio, tal y como lo demuestran fuentes escritas y físicas confiables que han ido develando la inculpación del Ejército Nacional en esta tragedia local.

Pero siguiendo con el tema sirio, el Estado guatemalteco, a lo sumo, se hubiera abstenido. Eso es lo que se esperaría de un gobierno que se precie de paz y prudente. Especialmente cuando las pruebas presentadas por el gobierno gringo no están basadas más que en especulaciones previamente construidas y en fuentes dignas de total desconfianza como lo son las pertenecientes a su propio "inteligencia" y a la de sus aliados en esta nueva aventura de agresión. O sea, son juez y parte. Eso, sin contar con su largo historial, de más de un siglo, de engaños y mentiras que han antecedido a sus acciones furtivas y militares en el planeta. Entonces, ¿por qué habría de servírsele en bandeja de plata la plataforma política que avale un ataque contra un país soberano?

Un ataque que carece de fundamento serio y además del acuerdo, por lo menos mayoritario del Consejo de Seguridad y de las Naciones Unidas. Lo que significa, un ataque totalmente ilegal que raya en la loca ambición que una vez se le señaló a Hitler y su Alto Mando al invadir sus tropas la antigua Checoslovaquia de manera sorpresiva.

La historia, puede tener los visos de repetirse. No obstante, los actores, el contexto, la geografía y las circunstancias hoy son muy distintas. 

Estados Unidos, como líder del Imperialismo, pasa por una crisis endémica financiera como jamás la había sufrido. Sus anteriores aventuras bélicas, en Irak, Afganistán y Libia lo han dejado sumamente desgastado y endeudado. Con una plana productiva hoy rebasada por China Popular y con grandes contingentes de papel moneda que ya no son dignas de confianza por su falta de respaldo en oro o en manufacturas. Europa, casi inmovilizada por la crisis financiera que también la ha llevado a ser más prudente con sus decisiones a nivel de política exterior lo que ha derivado en escaso apoyo a la propuesta militar USAmericana. Costos que hoy no están dispuestos a compartir como en antaño.

Rusia, por su parte, ha salido de la depresión económica que le dejó la caída del socialismo real y ahora ha ido adquiriendo preponderancia en la región tanto en lo económico como en lo militar. Puso orden en su radio de influencia derrotando a los terroristas chechenos en el Cáucaso y en Georgia aniquilando la oposición instalada en el gobierno aupado por Estados Unidos relegándola a una nación sino cooperante por lo menos no hostil. Modernizando su maquinaria productiva a tal punto que su industria espacial está en un desarrollo bastante rápido; su emprendimiento en el plano extractivo de tal magnitud que hoy la Europa occidental depende grandemente de su distribución de gas y con exploraciones petrolera en Siberia y la Antártida lo que promete ubicarla entre las potencias del futuro.

Por ello, y para no comprometer ese futuro ideal, junto con China, ha entendido que un conflicto de las dimensiones que se perfilan para Siria, pondría en peligro su propia estabilidad como potencia emergente pues retrasaría proyectos multimillonarios de extracción, producción y distribución energética indispensables para el crecimiento y el desarrollo del continente rico, pero aún con mucho por explorar, como es Asia. Una diferencia sustancial en la visión con Estados Unidos quien ha cifrado más su hegemonía en el saqueo y el control de naciones que en la cooperación, la ayuda mutua y el fruto de las ganancias compartidas.

Si alguien no lo ha pensado, la herencia socialista de sus líderes máximos no murió con la caída del Muro de Berlín ni con las reformas de Deng.

Mientras tanto, el discurso de la propagación de la democracia y la modernidad ha mutado a un estribillo sin sentido, carente de fuerza el cual agoniza bajo las ruinas de Irak, otrora una nación próspera; y, chocado con las montañas afganas donde no se vislumbra ninguna esperanza de civilización a partir de la llegada de las tropas gringas. Lo mismo pasó en Libia que luego de ser el país más moderno y pujante del Norte africano hoy quedó sumido en un país repartido entre bandas armadas quienes no pueden lograr a la fecha una gobernabilidad suficiente que les permita recomponer las glorias pasadas llevadas a cabo bajo el liderazgo del "tirano" Gaddafi. ¿Cuanto cuesta esa reconstrucción en el plano económico, de infraestructura y social? Habría que preguntarle a sus destructores si van a sacar un centavo siquiera para cumplir sus promesas.

Ahora esos mismos impolutos quieren hacer lo mismo con Siria con el objetivo de, en un futuro cercano, marchar sobre Teherán. ¿No son locuras similares a las que se adueñaron de los nazis y por lo que murieron millones de personas en el mundo de aquel entonces? ¿No por ellas sufrieron indescriptiblemente millones de personas también dejando en sus corazones la cicatriz del odio y el resentimiento?

Obama aboga por los intereses de sus magnates quienes apuestan al keynesianismo militar pero en esta ocasión se les acabaron los argumentos y el presupuesto. Ante la ilegalidad que pretenden cometer, cualquier ilegalidad será valida contra ellos. No obstante, para evitar que la barbarie se apodere de amplias zonas del planeta es menester parar esa esquizofrenia idea.

Los frentes que se abrirían serán muy extensos para que aún con sus tropas y su sistema de espionaje y vigilancia los puedan controlar. Estamos presenciando como el Imperio se desmorona, no al tiempo que quisiéramos muchos que despreciamos su prepotencia y su método guerrerista, pero Alarico solo fue la señal que marcó el desmantelamiento de Roma. Después de ello, una época de mutismo y confinamiento, donde prevalecían las bandas paramilitares privadas, para dar pasó después de muchos años a la luminosidad del Cinqueccento. 

Por ello, es preciso impedir que esa esencialidad sea similar a la que dio paso al feudalismo, pues en este caso, la esclavitud con nuevos matices dominarían esas zonas donde los otrora señores imperialistas que sobrevivan al desmembramiento de sus patronatos dominen con sus ejércitos privados, esos grandes contingentes de esclavos que se establecerán muy probablemente en los territorios que queden de los países que apoyaron las decadentes mociones del viejo régimen. Las guerras intestinas y de resistencia serán el pan diario de estas regiones para acabar de una vez por todas con esos resabios.

La historia no se repite, pero muchas cosas nos parecen muy similares. Y, en Guatemala, esperamos que la visión estrecha del Estado sea denunciada y enfrentada por muchos intelectuales en cuyas venas además de sangre corra la dignidad.

Guatemala, septiembre de 2013

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