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martes, 3 de septiembre de 2013

Agresión a Siria: el fraude, 12 objetivos y 8 consecuenciassir


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(Por Nazanín Armanian).-Los dirigentes de los mismos países que han matado a cientos de miles de inocentes con sus bombas de napalm, fósforo blanco, proyectiles de uranio empobrecido (Hijos del uranio), sustancias químicas desconocidas que causaron el Síndrome del Golfo, ahora derraman lágrimas de cocodrilo por la muerte de 350 sirios, víctimas al parecer de armas químicas, como si la muerte de 100.000 personas por armas convencionales y la huida de cinco millones de almas de sus hogares no fueran motivos para conmoverse.

¿Guerra de bandera falsa? ¿Es posible que los rebeldes hayan utilizado esas sustancias contra su propia gente y echar la culpa a Damasco? El régimen de Barack Obama, antes de una investigación seria, señaló al gobierno de Bachar Al Asad, a pesar de que los propios insurgentes han reconocido su crimen a la periodista de Associated Press, Dale Gavlak: habían recibido esas sustancias de Arabia Saudí y fue un “accidente” por su mal manejo, dicen. El Gobierno iraní ha revelado que hace nueve meses avisó a Washington de que los insurgentes se habían hecho con dichas armas.

Por otra parte, Carla del Ponte, miembro de la Comisión de Investigación de la ONU sobre el uso de armas químicas en Siria, informó el 6 de mayo de que estos delincuentes habían usado gas sarín en el conflicto. En diciembre, opositores sirios habían sido detenidos en Turquía por la tenencia de dos kilos de gas sarín. ¿Cómo lo habían conseguido? Aun así, la ONU no hizo nada y EEUU y sus aliados, en vez de desmarcarse de estos criminales, aumentaron las ayudas económicas y militares que les prestan desde 2011 (La OTAN, a las puertas de Siria).
Obama había dictado el veredicto antes de recoger las pruebas; la decisión, ya tomada, sólo requería una gran excusa.
La prueba de la ‘casus belli’
Un vídeo borroso difundido por los opositores, sin comprobar siquiera la “cadena de custodia” de la cinta. Sorprende ver los cuerpos de niños en el suelo sin sus madres, y la no celebración de funerales públicos –tan importantes en la cultura musulmana–, la escasez de imágenes de lo que sería una carnicería, a pesar de la abundancia de móviles con cámara, comparando con la cantidad de fotos y grabaciones existentes de la matanza de los kurdos en Halabche hace 30 años y bajo la dictadura de Sadam Husein.
Han pasado 10 años desde que Colin Powell, armado con fotos y gráficos, apareció en la sede de la ONU y mientras sujetaba ¡sin guantes! un frasco con un polvo blanco juraba que era ántrax enviado por el rais iraquí. Escribió Nicholas Kristof del The New York Times que “el FBI sabe desde hace tres meses que el autor de los ataques de ántrax es un norteamericano”. Él y Bush acusaron en falso al presidente iraquí de estar implicado en los atentados del 11-S, de colaborar con Al Qaeda, de comprar uranio a Níger, de matar a bebés kuwaitíes en sus incubadoras… Hoy, sus herederos, John Kerry y Obama, presentan evidencias “innegables” de que las armas de destrucción masiva fueron disparadas por Asad. ¿Por qué no un alto el fuego y una investigación exhaustiva?
Recuerda Jean Daniel, editor de la revista Le Nouvel Observateur, que el 31 de agosto de 1995 el primer ministro francés Edouard Balladur le confesó que el atentado perpetrado en el Markale de Sarajevo, que dejó un centenar de víctimas, fue obra de los musulmanes bosnios y no de los serbios. Querían forzar así la intervención de la OTAN, justo cuando Milosevic había aceptado casi todas las exigencias de Occidente, poniendo en un aprieto a Bill Clinton, que planeaba destruir el último estado socialista en Europa (Yugoslavia: ensayo de la “guerra humanitaria”). No es tiempo de elecciones y un derrotado Obama echa mano a la guerra “preventiva”, ilegal, contraria a la Carta de la ONU, para que dejen de criticarle por “débil y aislacionista”.
Cui bono?
Asad no parece tan suicida ni estúpido como para cruzar “la línea roja”, matando a unos cientos de personas y provocando una guerra con EEUU, justo cuando gozaba de una cómoda ventaja sobre los rebeldes. El ataque de EEUU radicalizará a los sectores moderados de su Gobierno, que hasta hoy ni siquiera han respondido a cuatro bombardeos de Israel (en los últimos seis meses) a su territorio; ni tampoco disuadirá los futuros usos de estas armas por ambos bandos. Es más. Ahora que el jefe de la Casa Blanca afirma no tener la intención de derrocar a Asad, los insurgentes pueden volver a emplear dichas armas, para mostrar la necesidad de acabar con el presidente mediante una guerra devastadora.
Mantener a Asad en el poder es la misma estrategia del “caos controlado” de los Bush con Sadam Husein: le convirtieron en el coco, desde 1991 hasta 2003: militarizaron el Golfo Pérsico mientras convertían todo un Estado vertebrado en “fallido” y siguieron ocupando el espacio post-soviético con la falsa bandera de “lucha contra el terrorismo”.
Decenas de miles de mercenarios (lumpens y veteranos gangsters) reclutados por el jeque Bandar, el príncipe saudí, esperan dentro y fuera del país a que Obama apriete el gatillo, para convertirlo en un baño de sangre. Sólo desde Jordania 25.000 individuos han sido organizados por el jeque en la organización Seguidores del Islam.
Aún no se sabe cómo un ataque militar reduce el peligro del uso de esas armas. ¿Son los misiles cruceros y las bombas de todo tipo menos horrendos que las armas químicas? Al menos para éstas existen máscaras y refugios, pero no para artefactos como las bombas bunker-buster –usadas en Afganistán– que penetran hasta el corazón de la tierra.
Los 12 propósitos reales del ataque
La operación castigo a Asad tiene detrás otros objetivos:
1. Dominar Eurasia. Con más o menos fortuna, EEUU ha intentado hacerse con el control de Oriente Próximo, Asia central, Europa central y norte de África, mediante las guerras contra Irak, Afganistán, Yugoslavia y Libia. Ahora, siguiendo los consejos del estratega británico Sir Mackinder sobre la importancia de esta región –a la que llamó Heartland, o Corazón del Mundo– intenta contener el avance de China y de Rusia. Siria es el país que une a ambos continentes.
2. Controlar la totalidad del levante mediterráneo –también uno de los motivos para derrocar a Gadafi.
3. Impedir la construcción del mega-gaseoducto Irán-Irak-Siria (llamado “la tubería chiíta”), que cuenta con inversión ruso-iraní e iba a exportar el gas a Europa, ahora que ha fracasado el proyecto del otro gaseoducto (Naubucco: Europa esclava). Perjudicaba a Turquía, que dejaría de ser la ruta del tránsito de hidrocarburo y a Arabia Saudí, que ha invertido en el Arab Gas Pipeline, tubería que recorrería Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Israel. Es tan primordial para Riad apoderarse de Siria que según el diario libanés As-Safir el jeque Bandar en su reciente encuentro con Putin le había insinuado que si retiraba su apoyo a Asad le garantizaría la seguridad de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi (Rusia) del 2014, calmando a los chechenos. ¡En árabe y en ruso, esto suena a chantaje! Además, a los jeques les preocupa mucho el acercamiento de los “gigantes petroleros” Rusia y Venezuela. Una es la mayor productora y exportadora de petróleo del planeta y la otra, la primera reserva probada de crudo mundial. Está en peligro el poder de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que llena el mercado de petróleo, además barato. No menosprecien a Arabia. Las principales instituciones financieras dependen de sus petrodólares.
4. Humillar a Rusia en su zona de influencia y mostrar al mundo su incapacidad de influir sobre los acontecimientos internacionales, en este que es el primer choque entre ambas potencias tras la Guerra Fría. Sergei Lavrov ya ha dicho que su país no va a pelear en Siria con EEUU, a pesar de que las empresas rusas han invertido unos 20.000 millones en este país y cerca de 100.000 rusos viven allí. Una cosa es acoger a Snowden y otra meterse en una guerra. Moscú intentará recuperar la influencia, tras perder a Siria, en otro lugar como Irán.
5. Destruir el ejército sirio, por sus vínculos con Rusia. EEUU hizo lo mismo con las fuerzas armadas de Irak y Libia. Así, reduce la influencia militar de los eslavos en el planeta.
6. Triunfar en el terreno bélico y controlar militarmente al mundo para recompensar el fracaso en lo económico. A grandes crisis económicas, grandes guerras. El capitalismo venderá más armas, tendrá nuevos mercados y creará oportunidades para las empresas constructoras hábiles en levantar lo derruido. Es otro asalto a las conquistas de los trabajadores de medio mundo, que pagarán con su vida o sus impuestos la aventura de cuatro cowboys. El aumento del pecio del petróleo, que afectará a todos los productos, dañará también la economía china.
7. Anular aún más a la ONU y echar abajo lo que queda de los sistemas legales que hacían de freno en las pretensiones belicistas.
8. Acorralar a Irán. La Agencia Atómica de la ONU acaba de informar de la instalación de 1.000 nuevas centrifugadoras en las plantas nucleares de éste país. China y Rusia creen que el objetivo del asalto a Siria es Irán. Teherán, muy prudente, sopesa los acontecimientos y desliga su suerte de la de su aliado. Le ayudará a través de Hizbolá y Yihad islámica. Su línea roja es la ocupación de Siria. Para la alegría de Tel Aviv y Riad, este ataque complica sus encuentros iniciados con EEUU.
9. Dar la imagen de seguir siendo la potencia hegemónica mundial, a través del “esquema Ponzi”, nombre de un estafador italiano que recaudaba grandes cantidades de dinero y, sin hacer nada, pagaba intereses a los inversores con el dinero de ellos mismos o de nuevas víctimas. Si su montaje duró varios años fue porque el número de ilusionados estafados no paraba de crecer. Decía Madeleine Albright que la existencia misma de la mayor maquinaria militar de la historia humana exige que se haga uso de ella. Misión convertida en el objetivo cuando, en realidad, EEUU no tiene ningún interés sustancial en este conflicto. Pero que nadie subestime el papel de la estupidez en la historia.
10. Inclinar la balanza en el conflicto sirio

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