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viernes, 17 de septiembre de 2010

Obama continúa ejerciendo una política neoconservadora

Introducción Proyecto Censurado 2010

por Dahr Jamail

El imperio estadounidense está en decadencia, que no les quepa la menor duda. Estamos siendo testigos de cómo la abotargada bestia de movimientos torpes, ebria de su propia propaganda de superioridad moral, espiritual, militar, social y material, se precipita hacia el abismo. Hoy, el mundo es visiblemente multipolar, pero los Estados Unidos continúan pregonando a los cuatro vientos su creencia de indiscutible poderío y superioridad.

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Barack Obama.
Foto: White House.

Para los ciudadanos con criterio, resulta obvio que la contribución de los Estados Unidos a estos oscuros tiempos está bastante en consonancia con sus ideas de superioridad. Ya sea en el reino del catastrófico cambio climático, los agotados recursos naturales, el colapso económico global o las desventuras militares en estados soberanos, Estados Unidos se ha establecido como líder indiscutible.

A pesar de las promesas de la administración de Obama de «cambio» y «retirada», Irak permanece ocupada por más de 130,000 soldados estadounidenses y 200,000 contratistas privados. Durante mi más reciente visita a ese lugar en 2009, del único cambio notable que fui testigo, fue del deterioro de las condiciones de vida de la población, tal que los superlativos resultan superfluos. Si algo así es posible, lo es en Irak, donde hay menos electricidad que nunca, muy pocos empleos y todavía menos agua potable, el sistema médico ha colapsado mucho más allá de su esquelético estatus, y el número de iraquíes muertos como resultado de la invasión y la ocupación ya excede los 1.2 millones. En el momento de mi visita, uno de cada seis iraquíes se encontraba desplazado de sus hogares.

Según el último informe de la organización Oxfam International [1], una de cada tres personas necesitaba ayuda de emergencia. Férreos en su tergiversación de los hechos, los grandes medios de prensa declaran exactamente lo contrario: que las cosas en Irak están mejor que antes y que Obama está listo para traer las tropas a casa. Queda de parte del crédulo consumidor de tales «noticias» conciliarlo con los planes declarados por la administración de Obama de que habrá entre 50,000 y 70,000 soldados en Irak hasta por lo menos el final de su primer mandato en 2013.

Podemos creer en estos «cambios» como podemos dar fe a los discursos informativo de los medios comerciales, pero con el riesgo de perder toda facultad de razonamiento. Incluso cuando las ocupaciones en curso de Irak y Afganistán debilitan diariamente lo poco que queda de credibilidad y respeto hacia los Estados Unidos, el Departamento de Estado se encuentra enfrascado en idear «negociaciones» con diferentes estados en la región que no son más que estrategias de incentivos y amenazas. Pero los incentivos no prometen nada y las amenazas pueden arrasar aldeas enteras de civiles, como lo han estado haciendo en meses recientes en la frontera entre Paquistán y Afganistán.

Quizás el segmento pensante de la población estadounidense se ha cansado de quejarse. «No en nuestro nombre» ha dejado de ser un eslogan. El desacuerdo es un tema tabú en los medios, cuya meta es sólo «fabricar consentimiento». El silencio de los grandes medios de prensa comerciales nos da la prueba de su alianza con los poderes, pero ¿cómo explicar la notoria ausencia de protestas de los grupos mediáticos liberales y de izquierda contra el desenfrenado e innegable apoyo de su país al estado de Israel?

La mayor parte del resto del mundo considera a Israel como el principal estado terrorista del Medio Oriente, y con toda razón. Es la única potencia con armas nucleares que por definición de su propia Constitución no tiene fronteras.
¿Quizás para justificar la continua expansión hacia tierras palestinas?
A finales de 2008, Israel comenzó un ataque militar al pueblo de Gaza, instruyendo a los soldados a dispararles a mujeres, niños y prácticamente todo lo que se moviera. El apoyo aéreo a la ofensiva fue proporcionado por los Estados Unidos con aviones de guerra F-16 que dejaban caer bombas incendiarias de fósforo blanco sobre la población civil. El paquete de apoyo incluía helicópteros Apache, misiles, combustible para aviones con motor a reacción, y bombas de dispersión, todo abundantemente esparcido sobre la población civil de Gaza mientras que el que sería investido como presidente, Barack Obama, permanecía en silencio.

El mundo miraba con horror. Los medios de difusión de los Estados Unidos debieron haber estado mirando para otra parte, excepto cuando diligentemente defendieron «el derecho de Israel a defenderse».

En 2008, grupos con intereses especiales les pagaron a miembros de grupos de presión de Washington la coqueta suma de 3.2 mil millones de dólares, una cantidad mayor que cualquiera de las registradas hasta entonces.

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