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jueves, 23 de septiembre de 2010

EU; Las cuentas del Senado para ratificar el tratado START


Andrei Fediashin (RIA NOVOSTI)

El Senado de los Estados Unidos recientemente dio un paso hacia la ratificación del nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), firmado por el presidente ruso, Dmitri Medvédev y su homólogo estadounidense, Barack Obama.
El pasado 16 de septiembre, el Comité del Senado para Asuntos Exteriores aprobó una resolución que recomendó la ratificación del mencionado acuerdo por el pleno del Senado.

Esto no significa en absoluto que el tratado será ratificado en lo que resta del año. Entre los republicanos hay bastantes escépticos acerca de la "sinceridad de los rusos", y son todavía más numerosos aquellos que no desean concederle al presidente Obama una victoria tan fácil en una esfera tan importante como lo es el desarme nuclear, sobre todo en vísperas de las elecciones al Congreso a celebrarse el próximo mes de noviembre.

La resolución fue aprobada por 14 votos a favor y 4 en contra, y entre los que votaron a favor, había cuatro representantes del partido Republicano, incluido el respetable y miembro más antiguo del comité, Richard Lugar.

Todo estaría en perfecto orden si la correlación de fuerzas que se dio en el comité se repitiera en el Senado y si no pesaran sobre Estados Unidos y su Congreso las inminentes elecciones a la Cámara de Representantes y el tercio del Senado.

Si las circunstancias hubieran sido otras, el tratado podría haber sido ratificado, quizá, a principios de septiembre.

En un principio, no hay ninguna razón que dificulte la ratificación: por una parte, el documento es fruto de largas negociaciones y, por otra, no representa un avance radical en la reducción de los arsenales nucleares.

Se prevé la reducción del número de ojivas hasta 1.550 y de las lanzaderas de misiles hasta 700, un recorte que no es demasiado dramático. Cifras semejantes o más bajas todavía se habían mencionado con anterioridad. Así que, técnicamente, el START es un tratado fácil de ratificar, si no fuera por que hay muchos "peros".

El próximo 2 de noviembre se reelegirá a la totalidad de los miembros de la Cámara de Representantes y a un tercio del Senado. Actualmente los demócratas disponen de la mayoría de escaños en ambas Cámaras: 257 contra los 157 republicanos en la Cámara Baja, y 59 contra los 41 escaños republicanos en el Senado.

No obstante, nadie garantizaría que, después de las elecciones, se mantengan esas cifras, y mucho menos hay seguridad de que permanezca la mayoría demócrata en el Congreso.

En juego están 40 escaños de "estados que están dudando si vale la pena seguir apoyando a los demócratas" y entre esos hay estados que seguramente optarán por apoyar a los republicanos.

Por otra parte, si esto ocurre tampoco será un desastre. A diferencia de Europa, la tradición política en Estados Unidos puede superar bastante bien esos períodos de transición.

En EEUU es frecuente que el presidente pertenece a un partido y la mayoría en el Congreso representa al otro. En la última etapa del gobierno de Ronald Reagan, que era republicano, la correlación de fuerzas se inclinó a favor de los demócratas.

Sin embargo, nadie le dará al Presidente Obama el gusto de salir ostentando una importante victoria en la política internacional, visto que en el proceso de arreglo de Oriente Próximo no va a haber ningún éxito.

Por otra parte, tampoco deberíamos suponer que el START esté condenado después de que se celebren las elecciones y los republicanos aumenten su presencia en el Congreso. En absoluto. Lo más probable es que sea ratificado por el Senado para finales de año, aunque el proceso también podría verse frenado hasta el año que viene.

En una situación poco ventajosa, es decir, falta de mayoría o una minoría insignificante, todo acuerdo en estudie el Congreso suele pasar por un regateo. Este principio común para todos los parlamentos del mundo, en el Congreso de Estados Unidos roza la perfección de un mecanismo de mercado. Y, por lo tanto, todo dependerá de lo que el Presidente Obama pueda ofrecer a los republicanos a cambio de la ratificación del START.

Para una decisión positiva se necesitan dos tercios de los votos, lo que supone que los 69 demócratas deberían convencer a 8 republicanos de que les presten su apoyo. Después de las elecciones el número de aquellos que "necesitan ser convencidos", sin lugar a dudas, irá en aumento.

Así que, no habría que esperar una ratificación rápida del tratado. Sin embargo, si será ratificado, pero... el futuro y lo eficiente de la aplicación del START podrían depender también de las condiciones que pongan los senadores al proyecto de ley sobre la ratificación.

Aunque no tienen derecho a introducir enmiendas y sólo "dan su visto bueno a que el Presidente firme el documento", en la resolución de ratificación pueden aparecer cláusulas, capaces de atarle al presidente de pies y manos.

En este caso el tratado puede quedar devaluado. El último procedimiento de revisión del START por el Comité para los Asuntos Exteriores nos permite adivinar de qué condiciones estamos hablando.

Lo más importante es que no se debe obstaculizar la realización de los programas de modernización de los arsenales nucleares estadounidenses que se están quedando obsoletos ni de los programas de mantenimiento del estado operacional de los arsenales existentes.

Primero se planeaba incluir en la resolución 15 "enmiendas", que posteriormente se redujeron a 3 imprescindibles: primero, el presidente debe informar al Congreso en caso de reducir el volumen de la financiación de los programas de modernización nuclear por debajo de un límite establecido. Segundo, las partes firmantes deberán empezar negociaciones para alcanzar el equilibrio en el número de cabezas nucleares tácticas (Rusia dispone de ventaja en este tipo de armamento). Tercero, Estados Unidos seguirá desarrollando sistemas de misiles intercontinentales instalados en submarinos dotados de cabezas convencionales.

En caso de una escasa financiación de los programas de modernización, EEUU se reservará el derecho de rescindir el tratado de manera unilateral. Y esta parece la condición más difícil de cumplir, porque en condiciones de una colosal deuda pública del Gobierno Federal, que ha superado con creces el billón de dólares, la insuficiente financiación de algún programa es una cosa rutinaria.

La Casa Blanca insiste, sin embargo, en que semejantes argumentos carecen de fundamento. En Estados Unidos se está realizando un programa de modernización de los arsenales nucleares y de su infraestructura previsto para 10 años y con un coste de 80.000 millones de dólares. Tampoco es una cantidad desorbitante, sobre todo teniendo en cuenta su asignación a lo largo de un período de tiempo tan prolongado.

Además, los defensores del START insisten en que el tratado vuelve a abrir las puertas a un completo y escrupuloso control mutuo de los arsenales nucleares. El pasado 5 de diciembre expiró el tratado START anterior por lo que el régimen de verificación de los objetivos, y de inspecciones inesperadas se interrumpió.


Hace una semana, más de 30 antiguos Secretarios de Estado, Consejeros para Asuntos de la Seguridad Nacional, así como militares y políticos estadounidenses se pronunciaron a favor de la ratificación del Tratado. Entre ellos estaban George Shultz (republicano), Madeleine Albright (demócrata), Colin Powell (republicano), el Ministro de Defensa Frank Carlucci (republicano), el Consejero de Seguridad Nacional Sandy Berger (demócrata).

Por lo tanto, parece que vamos a conseguirlo. Lo que no se sabe, es cuándo. Ni con qué condiciones, porque aunque sólo se refieran al presidente de EEUU afectarán también a todo el régimen del Tratado.

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